Tu hijo vale mucho más que cualquier otra cosa. Incluso,
más que sus logros y fracasos. Su valía reside básicamente en su esencia, en
aquello que se ha llegado a ser después de los años. Por ello, evita etiquetas,
comparaciones y exigencias absurdas que solo le hacen daño.
Ese niño que ves frente a ti vale mucho. Y es muy
importante que lo sepa. De ello se desprende nuestra misión como madres:
hacérselo saber todo el tiempo. A través de diversas manifestaciones podrás
demostrarle que él tiene un valor inconmensurable como persona.
Tu hijo vale más que su rendimiento escolar
Ciertamente, tu hijo vale más que su rendimiento escolar,
por más que sea un erudito sin límites. Aún presentando dificultades cognitivas
o mostrando unas capacidades intelectuales descomunales, el precio de tu hijo
no pasa justamente por el ámbito académico.
Entonces, una nota escolar bajo ningún punto lo define.
Del mismo modo, una medalla o una posición en un cuadro de honor pueden dar
indicios de su riqueza interna. La virtud del niño se encuentra en las
profundidades de su corazón, en su estatuto de ser humano.
Por ello, no lo atormentes con clases extra escolares a
las que deba asistir por la fuerza. Mucho menos exijas avances veloces cuando
parece manejar otros tiempos en su aprendizaje. Camina lento, sé comprensivo y
comienza a llenar esa pequeña vasija de valores y enseñanzas que marcarán su
alma de por vida.
Tu hijo vale porque es una persona que necesita que lo
ames, más allá de cualquier resultado. Ese niño es, nada más ni nada menos, que
la alegría por el que tu mundo gira. Incluso independientemente de sus logros y
fracasos escolares.
Tu hijo vale demasiado, ¡ocúpate de que lo sepa!
Tu hijo vale demasiado. Tanto que no puedes dejar de
sentir esa devoción y admiración absolutas. El orgullo es tan inmenso que no
cabe en tu corazón. Es que sientes que ese gran guerrero de la vida ha
aprendido de cada revés del destino e incluso superó cada una de sus pruebas
con destacable entereza.
Entiendes entonces que su importancia como ser lleno de
luz trasciende sus errores y aciertos, sus batallas perdidas y ganadas. Ni
vencedor ni vencido, esto va más allá de sus malos comportamientos. El precio
de tu hijo se mide en amor, que pesa más que todo el plomo del mundo.
Encárgate así de resaltar lo necesario y fundamental que
es para cada uno de tus días. Muéstrale cómo te ha cambiado la vida para bien y
cómo él mismo -siendo tan pequeño, inocente e indefenso- logró depositar nuevos
conocimientos en ti.
Además, una de tus más importantes misiones como mamá es
resaltar sus cualidades y virtudes. Solo así conformará su personalidad
confiando en sus capacidades. Esto alimentará su autoestima y seguridad,
nutriendo su motivación. Ciertamente, no hay mejor regalo que este.
De este modo, podrás hacer que el menor entienda que es
magia pura. Comprenderá entonces lo que sabes desde el momento en que sentiste
vida agitándote en tu interior: tu hijo vale demasiado. No es para menos, por
tu hijo matas y mueres un poco cada día.
Págale con tiempo y amor
Nada mejor que pagar tanto valor con tiempo de calidad.
Ello no solo será más que bienvenido sino que seguirá aumentando su inmenso
valor infantil. Juega, rie, charla y hasta llora con tu hijo. Comparte momentos
y construye así anécdotas que sean inmunes al paso del tiempo. ¡Te lo
agradecerá a futuro!
Alimenta su valía con mucho amor. De aquel que solo ese
inmaculado vínculo madre-hijo puede brindar. Un amor inmortal, incondicional,
puro e infinito. Un amor que sea traducido también al idioma de las acciones.
Que desborde de besos, caricias, abrazos y dulces palabras suavemente
susurradas en su oído.
Pues recuerda que en la infancia cosechas lo que
siembras. Entonces, todo aquello que brindes, volverá rápidamente cual
boomerang. Por eso, nada más enriquecedor que la maternidad. Tu hijo vale
mucho, más que sus logros y fracasos, ya que es capaz de dar demasiado sin
pedir nada a cambio.
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