La manera menos productiva de sentir culpa es seguir haciendo lo mismo


La culpa es una de las cargas más pesadas que podemos llevar a nuestras espaldas, normalmente corresponden a cosas que no logramos superar de nuestro pasado, errores cometidos, daños generados, decisiones tomadas o dejadas de tomar.
Normalmente el sentirnos así no nos beneficia en lo absoluto, por el contrario, nos limita y nos roba energías. Pero el peor escenario al sentirnos culpables es seguir cometiendo las mismas acciones que nos generan culpa y acá debemos hacer una pausa para analizar el caso preguntándonos por ejemplo: qué es eso que estamos haciendo, por qué lo seguimos haciendo, qué efectos genera en nosotros y en los involucrados y qué podríamos hacer para dejar de sentirnos culpables.

Ciertamente nunca podemos complacer a todos, pero debemos siempre procurar que nuestras acciones no generen daños en otros. No podemos hacer que el costo de nuestra felicidad sea el dolor de alguien más. Evidentemente esto hay que analizarlo con lupa, porque aquí entran en juego la ética, la moral, la intención, la compasión y la protección de lo que queremos en nuestras vidas.
Siempre hay maneras de no sentir culpa asociadas a nuestras acciones y básicamente supone encontrar la manera de generar un cambio, la más sencilla corresponde a dejar de hacer aquello que nos genera culpa, luego vienen aquellas en donde priorizamos algún beneficio sobre los efectos negativos y los asumimos con responsabilidad, minimizando los efectos colaterales.
Por ejemplo, las personas que cometen un acto de infidelidad, pueden sentirse culpables por haberse irrespetado a sí mismos, a su relación, a su pareja e inclusive a la tercera persona. Si el acto queda en el pasado, esa persona puede trabajar desde varios flancos para dejar atrás la culpa y ser coherente con lo que quiere, bien sea trabajar en su relación o terminarla.

Si la persona sigue cometiendo actos de infidelidad y su culpa permanece y se alimenta, porque se incrementa la necesidad de mentir, el engaño es mayor, el riesgo se eleva y las posibilidades de ser descubierto aumentan, esta persona debe poner en balanza la culpa y el placer. Considerando siempre que lo que la beneficia y daña a otra persona tiene pies cortos y eventualmente tendrá que reparar los daños o cargar con los efectos a cuestas.
La mejor manera de arrepentirnos es reconocer que pudimos haber hecho las cosas de otra manera, aprender de la experiencia, respetar a los demás y generar un cambio. Si no se cumple este ciclo, la culpa y el arrepentimiento serán, por decir poco, inútiles.


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