La belleza que emana del corazón es la que resulta realmente cautivadora


La belleza es un atributo tan relativo cuando lo limitamos a lo físico, a lo que se muestra ante nuestros ojos, que realmente satisface cada gusto de manera única.
    “La belleza de los objetos reside en la mente de quien los observa. David Hume”

La belleza que emana del corazón es un reflejo de nuestra alma, a partir de ella logramos conquistar corazones y trascender más allá de lo evidente. Lo que enriquece el espíritu no es una cara bonita o un atractivo cuerpo, lo que enriquece el espíritu una sonrisa sincera, un detalle de amor, la luz que se irradia, el humor ante la vida, la forma de asumir cada tránsito con la mejor disposición.
Hoy en día existen muchos recursos para embellecer el físico de una persona, sin embargo se invierte cada vez menos en lo realmente importante, en ser personas que le sumen al mundo, en ser personas que vayan más allá de los estereotipos, personas que colaboren en hacer la vida de quienes le rodean al menos un poco más feliz.

Cuando no nos aceptamos y dejamos que las ideas preconcebidas de belleza se apoderen de nuestra mente, comenzamos a ver esas creencias reflejadas en nuestra vida, comenzamos a limitarnos, a guardarnos, a exigirnos, a juzgarnos y criticarnos y en todo lo que se relacione a nosotros veremos ese reflejo. Así iremos determinando con qué conformarnos, qué nos merecemos y a qué podemos aspirar.
Aprendamos a alimentar y a cuidar lo que realmente importa, ciertamente nuestro cuerpo es nuestro templo, debemos cuidarlo y quererlo, pero más allá de eso no podemos perder la perspectiva, debemos entender que la belleza no está asociada a ningún parámetro y lo que contenemos en nuestro interior es lo que realmente tiene valor, que no se deprecia con el tiempo, que no está sujeto a ideas preconcebidas, ni depende del criterio de los demás.

Cuando alimentamos lo mejor de nosotros y le damos la oportunidad de salir, de reflejarse en el otro, deslumbraremos con la belleza del alma, que requiere que nos vean con los ojos del corazón.
Si practicamos ver a los demás más allá de sus apariencias, de su aspecto físico, de lo que tiene o a lo que se dedica, probablemente podremos conectar con su esencia y nos cautivaremos con lo más profundo de su ser.


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