Los consejos son opiniones subjetivas que un interlocutor
le transmite a otro con la intención de orientar su conducta de una forma
determinada. Lo cierto es que hay personas que sin preparación ni conciencia
van vertiendo consejos en la vida de los demás. En este artículo los hemos
bautizado como consejólogos y es una especie que suele tener al menos un
ejemplar en todas las familias o grupos de amigos.
Piensa que dar consejos nos coloca en una posición de
autoridad, de sabiduría e incluso de prestigio. Por otro lado, no solemos
acogerlos con desagrado ya que recibirlos -con independencia de lo acertados
que sean- normalmente es un signo de que hay personas que se preocupan por
nosotros, en cambio sí lo hacemos cuando sospechamos que detrás hay una estrategia
manipuladora para dirigir nuestra conducta.
Al basar los consejos en su propia vivencia, normalmente
las conclusiones que comparten con nosotros no son aplicables a nuestro caso.
Por lo tanto, si te encuentras con una persona que se entromete en tu vida sin
tu pedirle opinión, argumenta con gran seguridad sin saber de lo que está
hablando y además te impone sus opiniones, estás frente a un consejólogo y será
mejor que huyas de ahí.
Para dar un buen consejo, en primer lugar es aconsejable
que este consejo sea demandado; de otra manera corremos el riesgo “de meternos
donde no nos llaman”. En segundo lugar, es fundamental que seamos expertos en
la materia y así podamos dar una recomendación basada en la ciencia o en la
verdad. Por último, la única manera de dar un consejo de forma correcta es
empatizando con el destinatario e intentar ver el problema desde su ángulo y no
desde nuestra posición particular, que es distinta.
Anatomía de un consejólogo
Como hemos explicado, el consejólogo posee una serie de
características que hace que podamos reconocerlo con facilidad. Normalmente son
personas mayores a nosotros, que por su edad creen tener más experiencia
-cuando no siempre es así- y piensan ser más sabios que nosotros.
Estas son las características que podemos encontrar
comunes en esta tipología psicológica:
Suelen dar consejos típicos
“El tiempo lo pone todo en su lugar” o “cree en ti y lo
lograrás” son los típicos consejos que leemos en revistas de adolescentes y
luego pretendemos dárselos a otra persona a ver si le ayuda. Evidentemente,
estas sugerencias prefabricadas nunca funcionan ya que la persona a la que
aconsejas también se las sabe. Incluso las aplica, pero no es lo que le falta o
lo que necesitaría en ese momento.
Tienen miedos que no saben enfrentar y los proyectan en
tu vivencia
Los consejólogos suelen ser personas que tienen asuntos
pendientes por resolver en sus vidas, tienen miedo a enfrentar circunstancias o
no han superado otras de forma eficiente. Esto les hace dar consejos a los
demás como una forma de reparar su propia vida. Nadie puede ayudar a otra
persona si previamente la primera tiene la mente llena de fantasmas.
Además, muchas veces los consejos son de carácter
ansioso: “no hagas eso”, “es peligroso”, “¿y si no sale bien?”, en lugar de
motivadores, ya que ellos mismos suelen dejarse guiar por el miedo que señalan.
Practican el “yoyoísmo”
Un buen consejólogo siempre da consejos basándose en el
yo, yo y después yo. En lugar de escuchar a la persona que tiene delante -algo
que sí que ayuda y mucho- en cuanto terminas tu frase, rápidamente empiezan
ellos una de la siguiente forma: “Pues yo…”, “A mi también me paso y…” Todos en
mayor o menor medida lo hemos hecho alguna vez y hemos observado como otros lo
hacían.
Esto hace que no nos sintamos comprendidos ni escuchados.
Al final, seremos nosotros los que tendremos que escucharle a él. No olvidemos
que la experiencia de otra persona poco tiene que ver con nuestra propia
experiencia, aunque estas se parezcan.
Dan consejos que ni ellos mismos se creen
Lo más probable es que las indicaciones que te dé un
consejólogo no las haya llevado a la práctica ni él mismo, precisamente porque
no se las cree. También pude ser que entrañen una gran dificultad: quizás sí es
lo adecuado, pero no para ese momento en el que hay pocas fuerzas.
Los consejos, en todo caso, han de ser realistas,
progresivos y adaptados a la persona. Consejos generales como “si quieres dejar
de fumar debes dejarlo de un día para otro y tomar chicles para la ansiedad” no
solo son realistas -en este caso hay muchas más técnicas que podrían
emplearse-. Incluso pueden perjudicar a la persona, llenarla de presión o
ansiedad y tener el efecto contrario.
Piensan que el otro no es tan capacitado como ellos y que
le necesita
Los consejólogos van de “salvadores de vida” y piensan
que los demás no estamos tan informados como ellos y que somos inferiores y por
lo tanto, los necesitamos. Esta actitud no es más que una tapadera que hace que
no se ocupen de sus propios asuntos, una forma de distracción para no hacerse
cargo de su propia vida. En realidad nadie necesita nuestros consejos, lo que
necesitan es que cooperemos con ellos en aras de conseguir sus deseos u
objetivos, que no es lo mismo.
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