¿De qué sirve que te endulcen los oídos, si te amargan la vida?


Algunas personas se caracterizan por ser muy hábiles a través de sus palabras, logrando cautivarnos y hacernos sentir en las nubes por períodos cortos de tiempo, para luego hacernos aterrizar de golpe a través de sus acciones.
Si bien las palabras son de mucha importancia y por medio de ellas podemos expresar los mejores sentimientos, nuestros proyectos, nuestras ilusiones, todas ellas deben estar directamente relacionadas con nuestras acciones para darles validez. En caso contrario no son más que sonidos en los cuales dejamos paulatinamente de confiar, inclusive de escuchar.

Muchas veces resulta preferible que no nos digan nada de manera verbal y los hechos muestren por sí solos las intenciones de quien los ejecuta. Hablar es sencillo, prometer es fácil, decir lo que otra persona quiere escuchar o ser muy creativos a nivel verbal no tiene mayor complicación, pero actuar en consecuencia y armonía con esas palabras tiene otro nivel de complejidad.
Los sentimientos se expresan de muchas maneras, a través de un gesto, a través de una mirada, de una palabra, de una compañía, pero las acciones asociadas a esos sentimientos son las que mayormente quedan grabadas en el alma. El preocuparse por quien amamos, el cuidar, el atender, el estar pendiente de los pequeños y grandes detalles, en facilitar la vida del otro en lugar de amargársela, son muestras de afecto con mayor validez que cualquier palabra.
Se necesita esfuerzo y disposición para hacer congruentes las palabras y los hechos, no suena bien que te diga que te amo, mientras atento de cualquier forma en contra de tu integridad, tu autoestima, intento cortarte las alas, menospreciarte, limitarte y crear nexos de dependencia y manipulación en lugar de lazos de cariño.

Suena cínico que una persona nos hable bonito, mientras nos hace daño con sus actos, que pronuncie las palabras más dulces, mientras es cruel, desleal, se comporta de manera injusta y nos llena la vida de problemas, incertidumbres, preocupaciones y muchas veces hasta de lágrimas.
Aprendamos a ser congruentes en la vida a todo nivel, si es con nuestros afectos más aún. Mantengamos la coherencia entre nuestras palabras y cada acción que llevamos a cabo. Todo se complementa, así que démosle a cada cosa su valor y entendemos que de nada sirven palabras dulces, cuando le amargamos la vida a alguien o viceversa.


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