Todos los que hemos
desarrollado relaciones amorosas donde se hayan generado apegos, en algún
momento habremos sentido un temor a la pérdida de la persona, del vínculo o de
lo que podemos ser o tener gracias a esa relación, inclusive podemos haber
experimentado ese temor ante la pérdida de cosas materiales, de empleos, o de
alguna otra cosa que tenga valor para nosotros.
Ese miedo, aunque no es sano, es normal, puesto que tenemos una mente que en su
afán de protección, ve amenazas a nuestra estabilidad por todas partes,
haciéndonos sentir temerosos ante los cambios, más aún si se sobreentiende que
ese cambio no traerá a nuestra vida, evidentes mejoras.
Sin embargo, que nuestras
acciones estén determinadas por esos miedos, nos complica de forma considerable
los resultados, ya que por lo general comenzamos a crear escenarios en nuestra
mente que se caracterizan por las consecuencias negativas que el perder algo o
a alguien nos generaría, y como buenos creadores de nuestra vida, vamos
haciendo real aquello que queremos alejar.
Ante el miedo y la
predisposición de una pérdida dejamos de actuar de manera natural, para estar
planificando y diseñando las estrategias de retención, por lo que normalmente
nos comportamos como personas que ni siquiera somos, estamos alerta a los
cambios, no disfrutamos los momentos presentes por estar angustiados por
aquello que se ha sembrado en nuestra mente.
Ante el miedo a la pérdida,
por difícil que resulte, lo más beneficioso, es soltarlo, es tratar de hacer
las cosas de la mejor manera que podamos, dar lo mejor de nosotros y esperar lo
mejor de la situación. Que ese miedo no sea el detonante de nuestras
reacciones.
Aprendamos que todo es
transitorio, que si acaba, acabó y era lo único que podía pasar, si hemos dado
lo mejor que tenemos y aun así nos vemos frente a una pérdida, en cualquiera de
sus presentaciones, lo que podemos hacer es aceptarla, es aprender lo que
podamos de la experiencia y obtener todo los recursos que podamos para próximas
vivencias.
Todo depende del modo en que
lo veamos, si aprendemos a disfrutar las cosas, sin generar apegos, que no
significa sin amar, sino desarrollar todos los sentimientos que queramos desde
la libertad, desde la preferencia, desde el “estoy contigo porque quiero,
porque lo prefiero, no porque sienta lástima, presión o tengas miedo de
perderme. Estaré a tu lado hasta que tú quieras o hasta que yo quiera y en cada
caso, tenemos que respetarlo”.
Vivir sin miedos es
la mejor manera de vivir, sin que algo que sientes externo te amenace, cuando
la verdadera amenaza está dentro de nosotros.
Este articulo fue realizado gracias a mujer.guru Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Comentarios
Publicar un comentario