Resolver conflictos habituales es una de las habilidades
que más quebraderos de cabeza nos puede evitar. Allí donde haya dos seres
humanos, hay al menos un conflicto. Esto no se debe a que la gente sea mala o
tenga intención de crear problemas. Sencillamente, se produce porque dos
personas nunca piensan exactamente igual.
Las relaciones sanas no son aquellas que carecen de
conflictos. De lo que se trata no es de evitar las contradicciones, sino de
saberlas resolver. Allí está el verdadero secreto de la buena convivencia. Y no
es tan difícil, si te lo propones. Es suficiente con que tener voluntad,
paciencia, capacidad de comprensión y
estar dispuesto a no estancarte en las diferencias, de manera que no las
rumies.
Algunos conflictos son más frecuentes que otros.
Enseguida hacemos un inventario de esos problemas habituales y que vale la pena
aprender a resolver para tener una vida más tranquila y unas relaciones más
sanas y fluidas.
1. Resolver conflictos por malos entendidos o
percepciones erróneas
Son uno de los tipos de conflicto más comunes. Se
presentan cuando hay una falla en la comunicación. Los involucrados no cuentan
con toda la información acerca de algo, o tienen una información tergiversada,
o la interpretan de manera errónea. Esto da lugar a prevenciones, molestias o
rencores.
Para resolver este tipo de situaciones lo mejor es el
diálogo franco y directo. Si notas que alguien se muestra hostil de repente y
no sabes por qué, lo mejor es preguntarle de manera directa. Y lo mismo vale
para el caso contrario. Si tienes una molestia, lo mejor es que la expreses
abierta y respetuosamente. Muchos grandes problemas se evitan con una
comunicación asertiva.
2. Por una falta de acuerdo que no se trata
A veces la hostilidad entre dos personas es constante e
insidiosa. Puede ser que una le critique a la otra todo lo que hace o dice. O
puede ser que siempre se muestre inconforme o molesta. De manera que ambos
tienen la percepción de que hay un malestar constante.
Lo más probable es que en esos casos haya un conflicto de
fondo que no se ha reconocido. Y ese gran problema se traduce en pequeños roces
cotidianos y constantes. Si quieres resolver una situación así, lo primero es
identificar lo que hay detrás de todo. Luego, es necesario afrontar esa dificultad
con el otro son olvidar la sinceridad y el respeto.
3. Por intereses contrapuestos
Es lo que se llama comúnmente un “conflicto de
intereses”. Se da cuando las necesidades de una persona se contraponen a las
necesidades de otra. Por ejemplo, cuando se debe hacer una tarea doméstica y
los potenciales responsables quieren descansar, en lugar de hacerla.
En esos casos, el problema solo se puede resolver si se
abre paso una negociación justa. Esto quiere decir que ambos deben ceder. Pero
también que ambos deben obtener un beneficio. No es tan difícil lograrlo si los
involucrados aceptan que “es mejor un mal arreglo, que un buen pleito”.
4. Por valores o creencias diferentes
Este tipo de conflictos también están en el grupo de los
más usuales. En realidad, no aparecen porque dos personas piensen diferente.
Solo se convierten en problema cuando una, o ambas, pretenden imponer sus
creencias al otro y/o descalificar lo que piensa.
Por lo general esto ocurre con las creencias religiosas o
políticas. En ambos casos suele haber un afán de proselitismo, es decir, un
interés por “reclutar” al otro para el propio bando o grupo. Para resolver este
tipo de conflicto, basta con admitir que el respeto a la libre conciencia del
otro es una garantía de que los demás también respeten lo que pienso.
5. Resolver conflictos por poder
El poder es una fuente de conflicto permanente. Quien lo
detenta es foco de toda suerte de críticas, unas bienintencionadas y otras no.
El que no lo detenta recibe sus efectos y muchas veces siente que está siendo
afectado negativamente por este. En el marco del poder siempre hay tensión.
Para resolver los conflictos de poder lo más adecuado es
proponer mecanismos que lo hagan horizontal. Esto quiere decir, generar
espacios para escuchar y atender a quienes no lo detentan. Esto vale no solo
para quienes ejercer grandes cuotas de poder, sino también para quienes ejercen
poder en la familia, la escuela, el trabajo, etc.
6. Por dificultades intrapersonales
Las dificultades intrapersonales hacen referencia a los
conflictos que tienen lugar en la mente de un individuo. Esto quiere decir que
en realidad no hay un problema externo. Es la persona quien lo ve así. Sucede
cuando, por ejemplo, alguien ansioso no tolera que otros hagan algo lentamente.
Quienes rodean a una persona afectada por un conflicto
intrapersonal deben, amablemente, hacerle caer en la cuenta de la situación. La
mayoría de las veces no son conscientes de ella. A veces solo se trata de
hacerle ver que no hay conflicto. Si se hace esto de forma serena y respetuosa,
probablemente surta un magnífico efecto.
7. Por incompatibilidad de caracteres
Es la clase de conflictos en los que, sencillamente, “no
hay química”. Por una u otra razón, a una persona le cuesta aceptar a otra. Es
una especie de antipatía genérica que no obedece a algo en particular. En esos
casos se puede caer en la tentación de expresar esa tensión a través de gestos
de rechazo continuados.
Si bien es cierto que no todo el mundo tiene por qué
“caernos bien”, también lo es que no tenemos ningún derecho a rechazar a
alguien por ser como es. Quizás los rasgos de ese otro son complementarios a
los nuestros y no lo notamos. Quizás simplemente debemos tomar una distancia
prudencial y tratar al otro con la consideración que merece.
Los conflictos, en general, se pueden resolver siempre a
través de una comunicación asertiva. Esto no significa una comunicación
solapada o falsamente cortés. Se trata más bien de abordar directamente el
problema, con tranquilidad y respetando al otro. Si sabes comunicarte
adecuadamente, antes que resolver conflictos seguro logras prevenirlos.
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