La vejez muchas veces puede
ser vista como una limitación, como la etapa en la cual nos volvemos
dependientes, donde nuestras fuerzas se acaban y nuestro cuerpo deja de
responder de forma eficiente, para obtener respuestas tardías, para rebuscar en
nuestra memoria recuerdos perdidos, mientras que nuestra piel pierde brillo y
lozanía y nuestra postura cada vez es menos erguida.
Afortunadamente hay una
forma mucha más placentera de ver la vida, de vivirla, de sentir cada una de
las etapas de ella como una bendición, como un regalo, ya es un regalo estar en
este planeta, ocupando un lugar especial en él y en el corazón de las personas
que nos quieren. Venir a este mundo ya es un milagro, todo lo que tiene que
ocurrir para que estemos aquí en este lugar es el resultado perfecto de miles
de detalles que hacen nuestra vida posible, comenzando con todas las vidas de
nuestros antepasados que tuvieron que recorrer un camino determinado hasta
llegar a nuestros padres, quienes nos concibieron en medio de un evento
probabilístico extremo! Cómo no disfrutar de nuestra vida? Cómo no disfrutar de
cada una de sus etapas, incluyendo la llamada vejez?
Envejecer
es como escalar una gran montaña:
mientras
se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre,
la
vista más amplia y serena.
―Ingmar
Bergman
El envejecimiento es una
construcción mental, cuando nos enfocamos en nuestro presente, en vivir cada
momento, el asunto de la edad deja de ser una preocupación, más aún si asumimos
la impermanencia de todo como un principio, sabremos que todo cambia, absolutamente
toda cambia, y envejecer no significa empeorar, significa avanzar, en nuestro
desarrollo, en nuestro camino, que no acaba con el día que partimos de este
mundo, es un camino eterno.
Los estereotipos marcan una
tendencia de que la vejez trae consigo ausencia de salud y de bienestar, y esto
genera una creencia en nosotros, que si permitimos que nos domine,
materializaremos llegado el momento, por eso es recomendable reprogramar
nuestras creencias, darnos mensajes alentadores, amar lo que hacemos, apreciar
cada momento, no anticiparnos, ayuda en esa reprogramación.
Entender
que el propósito de nuestra vida es
nuestra plenitud, amar y ser amados, nos permite vivir en el aquí y en
el ahora, disfrutando de cada paso. Adueñarnos de nuestros años
y orgullosamente saber que hemos recorrido el camino que hemos construido
nosotros mismos, nos hace valorar cada minuto y celebrar nuestra existencia con
vitalidad y agradecimiento.
Estamos llenos de vida, aun
sin estar en este plano, somos más que nuestro cuerpo. No te preocupes por las
canas, ni por las arrugas, mientras más las notes tú, más se harán notar, haz
caso omiso de ello, dedícate a hacer lo que te gusta, a vivir con pasión, a
disfrutar de tus amigos, de tu familia, dedícate a lo que trasciende, que no
tiene nada que ver con la parte física, cuídate y quiérete y jamás reniegues de
tu cuerpo que te brinda lo necesario para vivir esta experiencia.
Algunos de nosotros envejecemos, de hecho, porque no
maduramos.
Envejecemos cuando nos cerramos a las nuevas ideas y
nos volvemos radicales.
Envejecemos cuando lo nuevo nos asusta.
Envejecemos también cuando pensamos demasiado en
nosotros mismos y nos olvidamos de los demás.
Envejecemos si dejamos de luchar. Todos estamos
matriculados en la escuela de la vida, donde el Maestro es el Tiempo.
La vida solo puede ser comprendida mirando hacia
atrás. Pero solo puede ser vivida mirando hacia adelante.
En la juventud aprendemos; con la edad comprendemos…
Los hombres son como los vinos: la edad estropea los
malos, pero mejora los buenos.
Envejecer no es preocupante: ser visto como un viejo
sí que lo es.
Envejecer con sabiduría no es envejecer.
En los ojos del joven arde la llama, en los del viejo
brilla la luz.
Siendo así, no existe edad, somos nosotros que la
creamos. Si no crees en la edad, no envejecerás hasta el día de tu muerte.
Personalmente, yo no tengo edad: tengo vida!
No dejes que la tristeza del pasado y el miedo del
futuro te estropeen la alegría del presente.
La vida no es corta; son las personas las que
permanecen muertas demasiado tiempo.
Autor desconocido
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