Te amé tanto que mientras me hacías daño… yo te consolaba

Sencillamente así te amé, con un amor desmedido que me hizo olvidarme de mí y solo pensar en ti… Con un amor que espero no volver a sentir, porque me hizo desconocerme a mí misma, me hizo olvidarme de mis necesidades, me hizo no ver mi dolor, solo me preocupaba porque tú estuvieses bien, porque tu maltrato se justificara ante tus ojos y no sintieras pena por ti mismo, no sintieras que solo fuiste un cobarde incapaz inclusive de retener a tu lado a quien más te ha amado.
Cómo te amé, cómo me hubiese gustado escribir un libro diferente contigo… ése con finales felices y “para siempres” incluidos, pero yo no me amaba lo suficiente en ese momento como para saber qué era lo que me merecía, o mejor dicho sentía que lo que vivía estaba bien para mí… que tú con tus defectos, con tus malas palabras, con tu intolerancia, eras a quien quería.

Hoy puedo ver las cosas diferentes, veo todo el tiempo que invertí y lo lamento, son pocas las cosas de las cuales puedo arrepentirme en la vida, pero sin duda, si pudiese pasar un borrador en mi pasado, preferiría borrar tu nombre y no el mío. Finalmente desperté a una pesadilla que hasta ese momento para mí era un sueño.


Ahora te veo acá, frente a mí y a pesar de conocer cada centímetro cuadrado de tu cuerpo, conocer el ritmo de tu respiración, no llego a reconocerte, no llego a apostar que fuiste aquella persona por la que me desvivía un tiempo atrás… Y sigues igual, estás idéntico, la misma mirada, quizás uno que otro signo de que los años no solo cambian nuestros sentimientos… pero lo que realmente cambió fue mi forma de mirarte, puedo decirte que no eres tan guapo como te veía, ni siquiera tan alto…

Pero así se idealiza, así se extraña, muchas veces a alguien que solo existe en nuestra mente, y no es más que nuestra imaginación creando el drama necesario para hacer más doloroso el olvido, para sumergirnos en la añoranza, donde lo malo no es tal y lo bueno sobresale.

Te puedo decir que estar contigo me cambió, me dio la fortaleza necesaria para enfrentarme y rescatarme de mi misma, que era quien estaba permitiendo y generando toda esa vivencia de amor desgarrado y desvirtuado. Ahora me puedo ver al espejo sin sentir lástima por soportar y justificar tanta infelicidad, por dar amor a quien no lo merecía y por no dármelo a mí misma.

Solo espero que tú hayas cambiado, que hayas aprendido a valorar, que hayas aprendido a amar, que hayas entendido mi loca forma de amarte y de cuidarte hasta de ti mismo. Y sí, para ser sincera… quisiera que me extrañases de cuando en cuando, que de tu boca se escapara alguna vez mi nombre, aunque solo tú lo escuchases o sencillamente que tu corazón se acelerara un poco con solo pensarme… Eso lo viví largo tiempo mientras mi amor por ti aún circulaba por mis venas, hasta que abrí los ojos para poder dejar de verte.

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