Eres una madre orgullosa de su hijo. Es parte de ti y lo
amarás en cada cosa que haga, en cada paso que dé. A su vez, te enorgulleces
también de ti misma por haber descubierto lo fuerte que eres, por haber hecho
de tus debilidades, tus fortalezas.
A menudo, suele decirse que la llegada de un hijo nos
cambia la vida por completo. Sin embargo, más que cambiar nos pone a prueba. Te
obliga como madre, como padre, a dar siempre lo mejor de ti. Por ello, estar
orgulloso/a de un hijo también implica sentirse bien con uno mismo. Porque lo
estamos haciendo de forma adecuada.
Ahora bien, hay un aspecto que debemos tener en cuenta.
Es importante hacer ver a tu hijo o hija que verdaderamente, te sientes
orgullosa por cómo son, por ser tus hijos. Por ser ellos mismos. En ocasiones
cometemos el error de reforzar solo conductas que consideramos apropiadas. Si
nos obedecen, si se hacen la cama, si dicen “buenos días”, si sacan buenas
notas…
Todo ello es positivo, no hay duda. Sin embargo, toda
criatura necesita sentirse querida en cualquier situación, no solo “cuando haga
algo bien”. No es necesario que nuestro niño saque un 10 en matemáticas para
sentirnos orgullosos. Basta con que sonría, con que te pida un abrazo, con
verlos jugar llenos de felicidad…
Me siento orgullosa de mi hijo cada día y se lo hago
saber
La familia, tú como madre, su padre y los otros miembros
más cercanos, son ese primer universo social del niño. Para él o ella no hay
nada más. Hemos de tener en cuenta que es en este entorno donde va a tener sus
primeras experiencias y donde a su vez, va a percibirse a sí mismo.
Si se siente
seguro/a y percibe que nos sentimos orgullosos por cómo es, daremos aliento a
su autoestima. Sin embargo, el niño que no lo nota en el día a día, se vuelve
inseguro.
Si basamos
nuestra crianza en ese conductismo del premio y el castigo nos equivocaremos.
Lo que conseguiremos son niños orientados solo al refuerzo. En caso de no conseguirlo,
aparece la frustración.
Necesitamos por
encima de todo, dar al mundo niños “seguros de sí mismos”. Personas que no
necesiten de refuerzos externos para saber cuándo algo está bien o mal.
Algo así solo
se consigue mediante una crianza basada en el respeto y la Inteligencia
Emocional.
Confío en mis instintos para saber qué es lo mejor para
mi hijo
En la actualidad vuelve a valorarse un enfoque
educacional que ya apareció en los años 60. Es aquel que nos dice que de algún
modo, toda madre y todo padre dispone de un instinto capaz de saber qué es lo
que nuestro hijo necesita.
Es algo que va
más allá del clásico “instinto maternal“. Hablamos de esa crianza respetuosa
donde se tienen en los tiempos. Donde no hay necesidad de acelerar etapas,
donde se ama al niño tal y como es.
Si hablamos
sobre este tema es por un hecho que vemos muy a menudo. Madres y padres que
ansían tener niños más aptos, niños más listos y capaces, por ejemplo, de leer
y multiplicar con 5 años.
Si estas
capacidades no se dan, los padres ya no se sienten orgullosos de sus hijos. No
es lo adecuado. Porque los niños perciben esa frustración y lo interiorizan
como un fracaso. Como un rechazo a ellos mismos por no ser como su madre y su
padre esperan.
Debemos confiar en nuestros instintos, en nuestro corazón.
No en lo que marca la sociedad de los más aptos, de los más listos, hermosos y
extrovertidos. Nuestros hijos ya son perfectos solo por ser quienes son, por
ser nuestros, por ser ellos, por existir.
Siempre estaré orgullosa de ti
Sabemos que la frase “siempre estaré orgullosa de ti”
puede tener matices. Somos conscientes de que en algún momento, nuestros hijos
o hijas podrán llegar a hacer algo que no es correcto.
Sin embargo, es necesario que pensemos en una cosa: tus
hijos nunca te necesitarán más que cuando se equivocan. Necesitan de ti para ir
por el camino correcto. Te necesitan para obtener fuerzas, para saber que pase
lo que pase, tú siempre los amarás. Algo así ofrece aliento y entereza.
No hace falta haber dado a luz para querer a
un niño como propio. No hace falta tampoco que nuestro hijo sea el mejor de la
clase ni el más alto para sentirte orgullosa de él. Tampoco hace falta que
cumpla esas expectativas que teníamos en mente sobre su futuro.
Deja que sean
ellos mismos, que se equivoquen, que acierten, que vivan como ellos desean pero
sabiendo en todo momento, que tú siempre vas a estar ahí…
Y recuerda:
nunca esperes a que llegue un momento especial para decirles “estoy orgullosa
de ti”. Díselo a menudo, cuando le das las buenas noches. Cuando te sonría,
cuando tropieza y se cae pero vuelve a levantarse…
Todo ello garantizará que crezca feliz, sintiéndose
querido para ser aquello que desee ser el día de mañana.
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