Definitivamente uno de los tragos más amargos que puede
atravesar una pareja, es la infidelidad, especialmente en el caso en que ambos
han asumido el compromiso tácito o explícito de relacionarse exclusivamente con
la pareja.
Sin embargo, esto es un cuento viejo, con muchísimos
desenlaces. Evidentemente no hay un “paso a paso” que podamos aplicar en caso
de hacerle frente a una infidelidad, pero sí podemos hacer una evaluación de
cada caso de acuerdo a lo que sigue, desde el punto de vista de la persona más
afectada, que normalmente corresponde a quien ha sido engañada y a partir de
allí tomar la mejor decisión.
Cuáles son
nuestras creencias en relación a la infidelidad: Hay personas que ven la
infidelidad como algo inclusive natural, que le puede pasar a cualquier pareja
en cualquiera de sus etapas y que a pesar de no ser algo agradable tienen la
voluntad de reparar la situación. Mientras que por otro lado están quienes
piensan que la infidelidad es el peor de los agravios, que jamás podrían
perdonarla. Evaluemos en qué posición nos encontramos y revisemos los
argumentos y si están asociados al amor, al ego, al compromiso, a experiencias
propias o ajenas.
En qué
consistió la infidelidad: Aunque la infidelidad es un solo hecho, existen
etapas agraviantes, que van desde un pensamiento, hasta una relación paralela.
Evidentemente la complicación del caso varía de un extremo a otro y mientras
más se acerque a haber sido una relación paralela, menos probabilidades
existirán de poder solventar la relación de pareja.
En qué
condiciones estaba la pareja al producirse la infidelidad: Aunque las crisis o
los malos momentos de la pareja no deben bajo ningún concepto ser utilizados
como excusas ante una infidelidad, sí podemos hacer un perfil de quien ha
cometido el acto de infidelidad con esta información. Si la pareja se percibe
bien, está en armonía, no tienen mayores conflictos, tienen actividad sexual regular
y una infidelidad tiene lugar, probablemente quien haya sido infiel lo sea en
condiciones generales o tenga motivos de mucho peso que vinculen fuertes
sentimientos hacia la tercera persona.
Nuestros
sentimientos: Evaluar qué sentimos hacia la otra persona y hacia la relación,
tratando de hacer un antes y un después de que una infidelidad sea puesta en el
tapete, si sentimos que los sentimientos existen, aunque tengan la capa de
dolor y rabia propias del engaño, es posible plantear un proceso de
reconstrucción.
Qué queremos
ambos: Evaluar qué queremos a corto y mediano plazo y qué quiere nuestra
pareja, si para ambos es viable reparar los daños, si quien ha sido infiel
quiere separarse, si hay un acuerdo de ambas partes de reconstruir o si existen
posiciones encontradas.
Cómo nos
proyectamos a futuro: Sentimos que podemos estar bien solos, sentimos que nos
sentiríamos mejor con nuestra pareja habiendo establecido acuerdos o nuevos
compromisos o bien, sentimos que puede haber otra persona que nos valore y nos
respete y que jamás nos sea infiel.
Evaluar estos aspectos resulta importante al momento de
tomar acción ante una infidelidad, evidentemente nadie quiere ser engañado,
pero la realidad es que ocurre y con mucha frecuencia, con mayor o menor grado
de premeditación. Esto es una herida importante, una prueba trascendental, pero
puede ser superada si ambas personas quieren hacerlo. No es cierto que el
perdonar una infidelidad, sea darle cabida a todas las que vendrán luego,
aunque tampoco es garantía de que no ocurrirá.
Si optamos por continuar la relación e intentar reparar
los daños, debemos tratar de sacarnos la idea de la cabeza, andar paranoicos o
tomar venganza. Si decidimos intentarlo debe ser para corregir los errores de
ambos y abrir paso a una relación más madura, donde los compromisos sean
renovados.
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