Como bien dice Leandro Taub: decorar nuestra jaula, no
nos hace libres. Pocos sabemos lo que en realidad es la libertad, pero más
dramático aún es tomar consciencia de nuestra prisión y tomar medidas para
salir de ella.
Las medidas no deben limitase a hacer de nuestra cárcel
un lugar cómodo y medianamente placentero, deberían ser derribar los barrotes y
defender nuestra libertad con todos los recursos que tengamos para hacerlo.
Somos presos de interminables situaciones:
De la sociedad: Que quizás sea la cárcel desde donde más
nos cueste salir, que nos tatúa desde que somos pequeños un “deber ser” que nos
persigue toda la vida y nos llena de miedos y remordimientos cuando nuestras
acciones se desvían de esas expectativas. En teoría la mayoría de nuestra
cultura debe nacer para estudiar, para tener un trabajo, para ganar dinero,
para independizarnos, para tener una pareja, reproducirnos y eventualmente
despedirnos… Si este esquema no representa una cárcel de máxima seguridad, pues
pocas cosas lo serán.
De las relaciones interpersonales: Muchas veces estamos
bajo el dominio de algunas personas y no hacemos mayor cosa para liberarnos,
dejamos de tomar decisiones por nosotros mismos
y casi que voluntariamente le damos nuestro libro de vida a alguien más,
para que coloque allí desde cómo actuar, hasta cómo vestirnos, cuándo sonreír y
hasta cual momento llorar.
Del qué dirán: Por el respeto a los estándares
establecidos, muchas veces pensamos con más detenimiento en cómo afectarán
nuestras acciones a quienes nos rodean, qué van a opinar o cómo nos juzgarían,
dejando de lado lo que nosotros queremos, lo que realmente deseamos vivir.
Del tiempo: Esta creación del hombre como marco
referencial nos limita y atormenta, pensamos muchas veces que es demasiado
pronto y peor, que es demasiado tarde. Estamos sujetos a un horario, a una
rutina, a un ciclo de tiempo que define nuestras vidas. Ciertamente tenemos un
tiempo finito acá, pero cronometrarlo no hará de nuestro paso por acá, algo más
placentero, sino lo contrario, nos hará simples presos del tiempo.
De los recursos económicos: Esta gran barrera que parece
ser la zanahoria de muchos conejos, sin llegar a entender que no es un fin, que
no importa si tenemos poco o mucho, cuando se quiere esto no es una limitación.
Si no tenemos claro que lo mejor de la vida no tiene precio, no se puede
comprar, no habrá fortuna que nos acerque a la felicidad.
De los miedos: Nada más paralizante que el miedo, cuando
no es bien administrado y controlado puede cortar nuestras alas de raíz,
haciéndonos sentir que no está tan mal no poder volar, que desde aquí todo
tiene un enfoque particular, que es seguro no cumplir sueños, no arriesgarse,
no hablar, no expresarse, nos mantiene a salvo… puede ser cierto, pero ¿cuál
será el costo?
No decores tu jaula, aprende a quitar los barrotes
impuestos por terceros o por ti mismo, aprovecha esta oportunidad para crecer,
para desarrollarte. Las limitaciones solo están en tu mente, escucha tu corazón
que te pide a gritos que salgas de la jaula, que no se siente cómodo con la decoración,
que no quiere estar cómodo, que quiere vivir, experimentar, amar, ser amado,
que quiere sacarle el máximo provecho a esta oportunidad y no se lo estamos
permitiendo.
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