Cuando soy yo mismo, todo va mucho mejor


Sí. Cuando soy yo mismo todo va mucho mejor. Seguramente tú también has tenido esa intuición. Esa sensación de que los problemas empiezan a salir adelante, ya sea porque los resuelves o los aceptas, porque estás siendo más TÚ que nunca. También porque has cogido las riendas de tu vida tienes la impresión de que las entregas de la mala suerte son menos pesadas, y las de la buena más rentables e intensas.

Pero qué es ser uno mismo. ¿Por qué esta relación tan directa entre ser uno mismo y que “las cosas vayan mejor” o que así lo sintamos? Bueno… primero tendríamos que hablar de todos los motivos por los que claudicamos y dejamos de ser nosotros mismos.
Cuando tenemos que subirnos a un peldaño para relacionarnos con los demás porque la relación a una misma altura nos aterroriza; cuando ocultamos nuestros verdaderos sentimientos o ideas porque tememos que no nos tomen en serio o nos lastimen; cuando nos encorsetamos en un papel porque pensamos que fuera de él nunca seremos lo suficientemente buenos…

Cuando no soy “yo mismo” genero relaciones viciadas
Hay tantos y tantos ejemplos de cómo nos saboteamos, de cómo perdemos nuestra esencia en cada uno de estos movimientos, de cómo nos alejamos de ese ser “nosotros mismos”… Todos estos movimientos acaban teniendo precisamente el efecto nocivo que intentábamos sortear a priori.
La infelicidad sin motivos ¿a qué se debe?
Alejarse de uno mismo daña las relaciones. Las convierte en relaciones no verdaderas, donde prima más el miedo que la entrega, el contentar al otro que el contentarse a uno mismo expresándose tal y como es. En la medida en que nos alejamos de nuestra esencia los acontecimientos de nuestra vida se verán afectados, precisamente porque llevan el sello de cómo los afrontamos.

Las relaciones con los otros se viciarán y crearán dinámicas difíciles de eliminar. Por ejemplo, la persona que siempre busca contentar al otro y no es capaz de negarse a hacer algo por miedo de “perder al otro”, terminará teniendo relaciones en las que el otro siempre se “saldrá con la suya”, y esto le frustrará. Quizás haga al otro como culpable de su frustración. ¡Es un tirano!, ¡Siempre acabo haciendo lo que él quiere!

Las piezas del rompecabezas: las relaciones encajan cuando uno es auténtico

Esta dinámica totalmente alejada de las verdaderas necesidades de uno, acabará instaurándose en el resto de relaciones que mantiene con su entorno. Se alejará lentamente de su “sí mismo”, ya que comenzará a responsabilizar a los demás de su debilidad y de su incapacidad para decir no cuando es “No” y sí cuando es “Sí”
Manos con pulgar arriba y abajo
Alejarnos de nosotros mismos implica alejarnos de los demás. Por ello cuando uno es uno mismo todo es mucho mejor. Pareciera que las piezas se reubicaran en la posición correcta y consiguieran encajar. No estamos forzando piezas entre sí. No nos estamos empeñando una y otra vez en contentar al otro con tal de “sobrevivir” en la jungla de las relaciones.

Identificamos y escuchamos nuestras verdaderas necesidades. No todo vale. El amor propio es un elemento cardinal en esta nueva manera de relacionarse con los demás. En la medida en que yo puedo quererme y respetarme no tendré que buscar desesperadamente la aprobación del otro.

Buscar la aprobación del otro a toda costa nos acabará dañando más
Cuando no busco esta aprobación de manera desesperada me siento más responsable de mis emociones, ya que estas dejan de depender de si el otro nos da el “visto bueno” o no a lo que nosotros pensamos o sentimos. Me sentiré más poderoso ya que dependo de mí mismo para cuidarme, de manera que tengo mucho más poder para regular mi bienestar emocional.

Cuando soy yo mismo los demás pueden conocerme mejor y las relaciones se harán más transparentes, naturales, y no estarán siendo forzadas hasta límites insospechados. Las piezas del rompecabezas dejan de forzarse. Se colocan de manera instintiva y consiguen cuadrar con las demás con facilidad y armonía.
Tener claros nuestros límites es algo fundamental para emprender la complicada tarea de ser uno mismo. Un buen sendero para lograrlo es el que pasa por la honestidad, con nosotros y con los demás. Si mis límites no están muy definidos habrá personas que los traspasarán. Los traspasarán porque nosotros le estamos permitiendo dar ese paso, por mucho que luego nos guardemos la carta de hacerles responsables.

Ser uno mismo en las relaciones de amistad, de trabajo, de familia…es un descanso sin finitud. Aparece una paz que no se encuentra desde ningún peldaño ni desde ningún legar lejano a nosotros, a nuestros deseos e incluso a nuestros miedos. Sin duda cuando somos nosostros mismos, sin esas defensas tan incapacitantes, uno aprende a relacionarse de una manera más sana. Ser uno mismo es, por tanto, ganar en salud. Una salud que nos permite tener mejores relaciones con los demás y por tanto una paz interna que nos aliviará y calmará desde dentro.


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