Cuando el maltrato no se refleja en la piel…

Existen muchos tipos de maltratos, todos ellos perjudiciales para quien los recibe, pero el maltrato que se realiza a nivel emocional y psicológico puede llegar a generar profundas heridas que tardan muchísimo más que las que se pudiesen producir a nivel físico.
El maltrato emocional menoscaba a una persona llegando inclusive a anularla como ser humano, la debilita, le quiebra su autoestima, la hace desconfiada, la hace temerosa de la vida y de quienes la rodean, le hace sentir pena de sí misma, le genera depresión y le descontrola sus creencias de merecimiento y propia aceptación.

El maltrato siempre va a más

El maltrato emocional por lo general se caracteriza por ir de menos a más, siendo tan paulatina su evolución que cuando se hace notar es porque ya existe un profundo daño generado. La persona que maltrata tiende a envolver a su víctima en una red de normalidad, de trato justo y ajustado a la normalidad para ir poco a poco suministrando dosis de maltratos que en un principio no llamarán la atención, luego parecerán situaciones aisladas para posteriormente convertirse en la cotidianidad.

El simple silencio o la indiferencia pueden ser demostraciones de maltrato que lastimen profundamente a la persona que está sufriendo el ataque. Toda persona maltratadora tiene en su esencia una cuota de cobardía que necesita camuflar lastimando a quien crea que se lo merezca, en el fondo necesitan lastimar a alguien que por lo general aprecian para sentirse bien.


La indefensión

La víctima por lo general cae en un estado de indefensión que le dificulta encontrar una salida, cuando se percata que está siendo maltratada emocionalmente es porque el maltrato ya es sostenido y ya ha dejado en ella marcas invisibles pero muy dolorosas. A la persona atacada por lo general se le hace difícil en principio aceptar que está siendo una víctima por maltrato, luego le cuesta buscar ayuda y se encuentra tan afectada emocionalmente que le resulta muy difícil establecer nuevas fronteras ante su agresor o bien desligarse de él.

En todo caso el primer paso para una recuperación es identificar la situación y tomar las medidas necesarias para detener y revertir el proceso. No es imposible que un agresor deje de serlo, sin embargo esto no ocurrirá de la nada, se requiere por lo general de especialistas que encausen y regeneren la conducta del individuo, en caso evidentemente que éste esté de acuerdo a aceptar la colaboración. La persona agredida deberá decidir si mantiene la relación durante el proceso mientras recupera de forma progresiva lo perdido a causa de la agresión de la cual ha sido víctima.

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