Muchas veces un abrazo puede aportarnos fuerzas para
enfrentarnos a nuestros miedos y hacer desaparecer aquellas preocupaciones que
las palabras no son capaces de disipar.
Nuestros
miedos tienen muchas formas y tantos orígenes que, en ocasiones,
nos sentimos frágiles e incluso perdidos. Todos hemos pasado por estas épocas
de dificultad personal.
Tener a alguien que en el
momento adecuado y preciso sea capaz de darnos un abrazo sin necesidad de
palabras es un modo de reafirmar el vínculo, fortalecer una relación y dejar a
un lado muchos de esos temores que tanto desdibujan nuestra felicidad.
Nuestro cerebro se rige casi
en su totalidad por las emociones. Somos criaturas sociales que buscan
seguridad, que luchan por su crecimiento personal y que, en ocasiones, no son
tan fuertes como esperan.
Por ello, son necesarias
estas muestras de cercanía donde un abrazo es, sin duda, la mejor medicina para
muchos males.
Los miedos que nos
asaltan en épocas de dificultad
Todos queremos abrazos que
nos apaguen los miedos, que nos digan que todo va a ir bien, que la vida a
veces es complicada, pero que contamos con el apoyo de las personas que más nos
quieren.
Ahora bien… ¿Qué hace en
realidad que un día nos levantemos con cierta desesperanza, tristezas o un
ánimo más bajo de lo normal? Lo creas o no, nuestras emociones son muy
sensibles y atienden a muchas causas y orígenes.
¿Por qué estoy de
tan mal humor?
En ocasiones, muchas
depresiones subyacentes tienen como principal sintomatología el mal humor.
Lejos de entender esos procesos internos nos dejamos llevar por ese malestar,
permitiendo que nuestro ánimo se transforme en inquietud, rabia y malestar.
Todo nos molesta y no
sabemos muy bien por qué. El nombre más común para designar este estado es
distimia: un trastorno donde el mal humor se vuelve crónico, y que encierra a
su vez un profundo mal estar existencial y emocional.
El simple hecho de ser
conscientes de nuestros enfados y querer comprender cuál es su origen ya es una
ayuda.
Los miedos que nos
asaltan de la noche a la mañana
Seguro que te ha pasado
alguna vez: te levantas por la mañana y, de pronto, te das cuenta de que no vas
a poder con toda la jornada. No importa lo despejado que esté el día: las
tinieblas están en tu mente.
Lo primero que debemos hacer
es descartar causas orgánicas. En ocasiones, una mala alimentación puede hacer
que nuestro sistema inmunológico se debilite y bajen nuestras defensas y con
ello, nuestro ánimo.
Otro aspecto que debemos
tener en cuenta son los desencadenantes. Puede que el día anterior alguien te
haya dicho algo, hayas visto algo o un estímulo te traiga un recuerdo del pasado.
Lejos de darnos cuenta de
ese impacto emocional, lo dejamos ir. Ahora bien, sus efectos no tardarán en
aparecer a los pocos días.
Recuerda siempre que, si
algo te molesta, te hace daño o te preocupa, no lo debes dejar ir: resuélvelo
cuanto antes para que no derive en rabia, indefensión o en una preocupación que
abra la puerta a tus miedos de antaño.
Esos abrazos que
dejan ir nuestros miedos
El apoyo emocional de las
personas que nos quieren nos puede servir de gran ayuda. No obstante, hemos de
tener clara una cosa: solo nosotros mismos podemos
hacer frente a nuestros miedos, solo nuestra voluntad los doblegará
para permitirnos vivir mejor.
Toda época de dificultad
requiere un esfuerzo compartido: nuestra voluntad para el cambio y la ayuda de
las personas amadas.
En ocasiones, los
abrazos son el mejor lenguaje para el alma
Las
palabras no siempre ofrecen la terapia que necesitamos.
Que nos digan que todo se va a arreglar, que el dolor de ahora se irá mañana o
que nos siguen amando igual que ayer no siempre reconforta.
Por ello, los abrazos son
casi siempre los mejores agentes para disuadir miedos e inseguridades.
Envolver con nuestro cuerpo
a otra persona supone ofrecer alivio físico y emocional. Nos convertimos en
pilares en los que sujetar al otro y donde protegerlo, tanto de los miedos
interiores como de los peligros exteriores.
El mundo se detiene
con un abrazo
Vivimos en una sociedad
pautada por las prisas, por esa inmediatez donde todo pasa y nada queda. El
trabajo, las responsabilidades y las prisas hacen que dejemos de cultivar esos
instantes de complicidad entre nosotros.
El tiempo se detiene con los
abrazos. Solo existen dos personas que dejan a un lado sus mundos particulares
para unirse en una misma entidad cargada de afecto y valor.
Es importante tomar
conciencia de estos actos de unión entre nosotros donde el cerebro se
reconforta, donde el corazón se relaja y la mente, encuentra de pronto su
equilibrio apagando miedos e incertezas.
Practícalo con los tuyos,
con tu pareja, con tus hijos, con la gente que aprecias. Son pequeños gestos
que edifican mundos enteros de sentimientos sinceros y de cariño. Vale la pena.
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