¿Te has preguntado alguna
vez en qué consiste la fidelidad? Para cada uno de nosotros seguro que es
diferente, sin embargo, la
verdadera fidelidad destaca por su pureza y profundidad.
Utilizamos mucho el fenómeno
de fidelidad en las relaciones de pareja, puesto que es un tema que siempre
sale a relucir por la gran importancia que le otorgamos. Se entiende que la fidelidad es uno de los valores fundamentales
en la pareja y el pilar que sostiene la relación.
Cuando dos personas pactan
su compromiso de tener que ser fieles el uno al otro, lo están haciendo como un
deber, como si fuera algo que se puede elegir, como si hubiese que hacer un
esfuerzo para conseguirlo.Es la forma que tenemos de enlazarnos, de atarnos, de
sostener una relación. A través de la imposición, a través de la promesa de
estar juntos. Sin tener en cuenta que el amor está por encima de todo eso, es
algo que fluye y que no podemos encarcelar.
Ser fiel
en una relación donde existe el amor implica que no existe el sacrificio, ni
la represión del deseo de querer estar con otra persona. Esta tendencia no se
produce mientras se mantenga el amor.
El amor
es una energía impredecible, y eso es algo que nos da miedo.
La fidelidad como
obligación
Se encuentran muchos miedos
enmascarados tras la concepción de la fidelidad; confundiéndola en ocasiones,
con la posesión. Ser fiel se utiliza en las relaciones como un arma de doble
filo, un compromiso que va más allá del amor y del respeto. Escudándose en la
moral y en lo correcto, las personas tratan de asegurarse el amor de la otra
persona.
Tener que ser fiel acaba siendo más una obligación
hacia lo que se debe de hacer, que un acto que realmente tenga que ver con lo
que se siente
Cuando desde un inicio estar
con la otra persona y permanecerle fiel supone un esfuerzo, pensando acerca de
lo que se pueda estar
perdiendo o dejando de disfrutar con otras personas, se enciende una alarma que
nos indica que nuestro amor no tiene la suficiente fuerza. En esta
situación no se posee la entrega suficiente para que exista la fusión con la
otra persona y la satisfacción de no necesitar a nadie más.
Ser fiel a nuestros
sentimientos
El sentimiento de amor en la
pareja tiene el gran poder de hacer que solo queramos estar con una persona,
que solo nos sintamos cautivados y enloquecidos por ella. Que no haya ninguna
otra en ese momento que nos pueda interesar. Así, una fidelidad que no pasa por
la cultura ni por la moral, sino más bien por el sentimiento, el respeto y la
coherencia hacia sí mismo, no resultará una obligación.
Ser fiel a lo que sentimos
se trata de algo espontáneo, arraigado profundamente al sentimiento de amor. Siendo
fiel así a algo más puro, no guardando una fidelidad a la propia persona con la
que queremos estar, sino al sentimiento que despierta en nosotros esa persona.
Por lo que no importará si ella está disponible para mí o no, puesto que el
amor puede incluso ir más allá de tener que ser correspondido.
La verdadera fidelidad nada
tiene que ver con la posesión, ni con la obligación, no tiene que ver con el
miedo de que esa persona pueda estar con otra.
Cuando el amor se encuentra realmente presente en la
relación, no hay nada que temer.
El que exista la infidelidad
nos sirve como indicador para comprobar que el amor no está implicado, que ha
quedado relegado, y por mucho que se luche para que vuelva a existir, la
energía que lo mueve no es controlable.
Mientras el sentimiento
permanezca, le seré fiel a lo que siento, porque me resulta inevitable, porque
mi energía no me mueve hacia ninguna otra persona que no sea ella, porque todos
mis pensamientos, deseos, y mi atención, están volcados en la persona a la que
amo.
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