Saber pedir perdón es importante, pero no hay que
olvidar que también significa que se ha producido un daño. Un daño que hay que
ayudar a reparar.
A lo bueno nos acostumbramos
asombrosamente rápido. Nuestro cuerpo descansa en estados de bienestar, y tener garantizado el perdón por nuestros fallos nos
da un colchón social frente a los errores que nos da seguridad.
No obstante, debe quedarnos
claro que el hecho de tener la opción de pedir perdón no nos da ningún derecho
a perder el respeto hacia los demás, a causar daño como si este fuera gratuito.
Es conocido el cuento en el
que un padre que le pide a su hijo que cada vez que ofenda a una persona clave
una punta en un listón de madera. Pasado un tiempo el padre le pide que quite
todas las puntas que ha clavado y mire el listón.
Mientras lo hace, el padre
le dice que sus puntas son como sus ofensas y que la madera es como las
personas a las que ha herido.El niño mira la madera y se da cuenta de lo que
quiere decir su padre: ha quitado las puntas, pero la madera ya no tiene el
mismo aspecto de antes.
Ha aprendido una gran
lección, ahora ya entiende que con las personas pasa lo mismo y que con el perdón alguien puede sacarse la punta que le
han clavado, pero que reparar el daño es otra historia.
Hay personas que
nunca se van a marchar
A medida que sumamos años,
es más raro que nos equivoquemos en esto, que fallemos a la hora de distinguir
entre quienes se van a marchar con el agua de la tormenta y quienes se van a
quedar a nuestro lado. No se trata de que lo hayan dicho o prometido, sino que
han conocido nuestras miserias y aun así se han quedado.
Con ellas nuestra relación
ha llegado a un punto en el que somos capaces de disociar lo que hacen de la
persona que son. Y ellas hacen lo mismo con nosotros, pues ya hemos pasado
muchas etapas de crisis de las que alguna vez pensamos que nunca saldríamos.
Sin embargo, el hecho de que se hayan vuelto personas
incondicionales o “supervivientes en condiciones muy complicadas” no nos da
derecho a perder todo cuidado con ellas. No ampara el pensamiento
que alude, precisamente, a esta incondicionalidad: “como me conoce seguro que
entiende que no lo he hecho de mala fe”.
El hecho de que tengamos la
seguridad de que viene el lobo, no nos da derecho a descuidar a quien nos
protege de él. Las personas
no somos así, somos capaces de darlo todo, pero también necesitamos cuidados y
atención. Si no, aunque no nos vayamos del lado de nadie, dejaremos
de ser felices en el lugar en el que nos encontramos.
No te conformes con
pedir perdón
“Lo
siento” es el primer paso. Un gran paso, de acuerdo, pero es solo
el primero. Con él reconocemos nuestra falta, nuestra vergüenza, nuestro
defecto y, además, lo expresamos. Con estas palabras nos quedamos con la punta
que hemos clavado; sin embargo, ahora queda una herida de la que seguimos
siendo responsables.
Así, la mejor forma de darle
la magnitud que tiene la herida es:
Quedarnos a repararla y
participar del proceso y de la paciencia que requiere sanarla.
Pasar de imaginar a ver,
oler, sentir o escuchar. Es permitir que en nuestra memoria se guarde el
aprendizaje con el fuego de los sentimientos.
Además es agradecer.
Agradecer que la otra persona nos permita ese aprendizaje que estaría en todo
su derecho de negarnos.
Finalmente, también es
ofrecer. Ofrecer conductas alternativas a las que hemos realizado para
circunstancias parecidas y firmar acuerdos que supongan un crecimiento para los
dos.
El amor siempre con
cariño
El amor
que no se demuestra, sirve de poco. Puede estar dormido en vez
de haber muerto, pero para ese preciso instante no existe diferencia. De esta
manera, la mejor forma de no clavar puntas es abrazar, mirar, escuchar y sentir
a los demás mientras caminan junto a nosotros.
Recuerda
que las puntas que se calvan de una manera más profunda son las de la
indiferencia y las del pasotismo. Precisamente esas, las que
hacen dudar a la otra persona sobre si a pesar de su incondicionalidad le
seguimos queriendo.
Si alguna vez dañaste a
alguien sin meditar previamente sobre el dolor que causabas, recuerda que esas
heridas son muy complicadas de sanar y que, ante todo, debes tener paciencia para participar en la cura de
los dolores que generaste.
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