Por lo general una ruptura
resulta dolorosa, inclusive si solo una de las partes ha tomado la decisión de
terminar. El hecho de reconocer que es preferible dar un final a la relación,
cortar los sueños juntos, descartar los proyectos, afrontar el hecho de estar
solo, sentir el miedo de no estar haciendo lo correcto, sentir que la persona
con la que hemos compartido buenos y malos momentos, no estará de la forma en
que nos imaginamos antes en nuestras vidas, puede ser muy doloroso.
Los motivos por los cuales
termina una relación de pareja son múltiples, con un solo resultado, la
disolución de un plan común, para cada uno tomar sus riendas y seguir un
camino, bien sea en solitario o junto a otra persona que prematuramente se haya
cruzado en el camino.
Independientemente de los
escenarios al momento de una ruptura se debe intentar guardar las formas, no
procurar hacer sentir mal a la otra persona, no herir, porque ya la separación
lleva consigo una cuota importante de dolor, de pérdida, de vacío, de
desorientación.
No necesariamente la persona
que decide terminar lo hace porque ya no ama a su pareja, sino que esto es el
resultado de un análisis en donde la conclusión es que las cosas no van a
mejorar y no se encuentra viable que la relación ofrezca parámetros mínimos de
estabilidad, de armonía, de compañerismo, de compañía, de solidaridad, de
respeto, de convivencia, o cualquier otro que resulte importante para seguir
con una relación.
La persona que toma la decisión,
no necesariamente sufre menos, ella ha asumido la responsabilidad de dar fin a
algo que normalmente es importante para sí, mientras que la otra persona puede
sentirse impotente, puede pensar que no es justo, puede inclusive no aceptarlo,
bien sea por no esperarlo o por no ser consciente de que los motivos para
terminar sean suficientes, lo cual puede generar mucha frustración, rabia,
resentimiento, puede inclusive generar acciones que no favorezcan a una posible
reconciliación.
Las relaciones son responsabilidad
de dos, puede ser que antes de la ruptura se hayan buscado alternativas de
solución, con pocos resultados, sin embargo, las relaciones se deterioran entre
dos. Lo que nos queda posterior a una ruptura es aceptar que las condiciones
cambiaron, que debemos hacer un trabajo de revisión interna para evaluar
nuestra responsabilidad en el quiebre de la relación y en caso de que queden
ganas, revisar las posibilidades que se tienen de reconquistar ese amor.
En caso de optar por un plan
de reconquista, se debe dar un tiempo prudencial para que la marea baje, para
que cada quien vea cómo se siente, reconocer las acciones y aceptar las fallas,
así como plantearse a sí mismos planes de cambio y mejoras que puedan
sostenerse en el tiempo. Los cambios deben venir siempre de nuestro interior,
no ser impuestos, porque si no, dejan de ser espontáneos y se convierten en una
fachada, que tarde o temprano caerá.
Sea cual sea el motivo,
exista o no amor, debemos tratar de considerar el espacio que ocupó esa pareja
en nuestras vidas y recordar lo bueno y el porqué nos vinculamos a ella,
tratando en lo posible de no hacer nada de lo cual nos arrepentiremos luego y
nos deje un sabor amargo en nuestra boca, bien sea porque nos hizo imposible
una segunda oportunidad o porque el lugar espacial que esa persona ocupó en
nuestras vidas, fue reemplazado por el de un enemigo.
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