Me gusta la gente que acepta
a los demás tal y como son, que no prejuzga, que no critica. Me gustan porque
conocen sus límites y saben bien que aunque no es oro todo lo que reluce,
siempre hay algo en el
interior de las personas que merece una sonrisa.
Esto es lo que
verdaderamente tiene sentido en un mundo de imperfectos. Todos somos merecedores de afecto y de aceptación.
Por eso, tener esto claro y ponerlo en práctica nos hace mejores personas no
solo a los ojos de los demás, sino a los ojos de nuestro propio interior.
Así, nuestra capacidad para relacionarnos con el mundo
tendrá mucho que ver con nuestro diálogo interno respecto a los
demás. Es decir, que si siempre procuramos comprender la trascendencia de los
comportamientos ajenos y buscamos razones y aspectos positivos, entonces la luz
que emanamos iluminará nuestro recorrido por la vida.
Romper con la idea
de las personas tóxicas
Cada
vez hay más voces que se alzan en contra del uso del calificativo “tóxico” para
referirnos a personas que nos resultan difícil de tratar.
Así, si bien es una forma de hablar que hoy en día resulta clara, atractiva y
universal, tenemos que meditar nuestra manera de catalogar a los que nos
rodean.
En este sentido debemos
pensar que no hay personas tóxicas, sino seres humanos con problemas. Estos
problemas pueden afectarnos en mayor o menor medida pero quizás llamando a una
persona “tóxica”, sumamos un problema más a su vida y a nuestra manera de
convivir con ello.
Es decir, que a la primera persona a la que afecta la idea de las
personas tóxicas es a quien lo usa. ¿Por qué? Porque una persona
tóxica podemos ser nosotros mismos, nuestros familiares, nuestros padres,
nuestros hijos o nuestros amigos. Además, alguien que rechaza a las personas
tóxicas, no acepta a los demás tal y como son.
O sea que la dualidad
“tóxico/no tóxico” puede resultar peligrosa en el sentido de que deja caer que
los demás son los malos y que los demás son sus víctimas. Esto nos impide
relacionarnos con responsabilidad, firmeza y compasión y nos hace correr
huyendo sin ningún destino y a lo loco.
Y esto, por decirlo de una manera metafórica, hará que
impactemos contra los mismos muros emocionales que estamos intentando esquivar.
Todos tenemos
conflictos y sombras, todos somos personas
Las
personas no son aceptables o no aceptables. Somos simplemente personas dentro
de nuestra propia complejidad. Todos somos aceptables en
la medida en la que nos esforcemos por cultivar los aciertos en vez de
estigmatizar por los fallos.
Por eso, en lugar de criminalizar los problemas de los
demás o los nuestros propios, quizás es importante que empecemos por aprender a
detectar los conflictos de los demás y a actuar de manera correcta ante ellos.
Al fin y al cabo, aquel que
acepta a los demás tal y como son, es hábil viendo en el interior de las
personas y, sobre todo, empatizan y tienden una mano a los demás en vez de
mostrar actitudes victimistas y agresivas o defensivas.
Todos
conocemos lo que es sentir envidia y sabemos lo destructora que puede llegar a
ser.
¿Acaso no hay nadie que se compare con los demás o que en algún momento haya
sentido cierta alegría o confort con los errores ajenos?
Es humano sentirlo y es
humano sentir en contra de nuestros propios valores. La envidia puede ser
desorbitada en algunas personas, lo cual resultará una gran fuente de
sufrimiento y como compañeros de vida podemos ayudar a sobrellevarla.
Evidentemente no todos
sentimos envidia, manipulamos o mentimos todo el rato. Pero sí que todos somos
esas “personas tóxicas” tan terribles de vez en cuando o esporádicamente. Todos
criticamos, interna o exteriormente, todos somos interesados en alguna ocasión
o nos comportamos de manera egocéntrica y victimista en otras.
No nos gustan las personas que no ayudan o no aceptan
a los demás. ¿Por qué íbamos a hacerlo nosotros? Nos estaríamos convirtiendo en
lo mismo que sentenciamos (¡qué irónico suena esto!).
Protégete
si es necesario, pero no huyas despavorido de aquellas personas que tienen
problemas o que han mostrado su lado menos amable. Acepta a los
demás tal y como son e intenta resolver sus sufrimientos sin críticas y sin
juicios.
Y es que, si no lo hacemos,
nos convertimos en un estilo de persona del que huiríamos. Sé consciente de que
todos tenemos sombras, acéptalas y desaparecerá gran parte de la oscuridad que
las caracteriza. Entonces (y solo entonces) podrás contemplar la gran belleza
que a todos nos acompaña.
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