Un día,
de pronto, te invade esa sensación que te hace recordar todo el tiempo perdido,
minutos desperdiciados que jamás recuperarás… El
fantasma del pasado emocional sale a escena. Y es entonces cuando uno comprende
que el tiempo es nuestro bien más preciado. Porque el tiempo es la vida. Lo
único que no vuelve.
Es
normal que recordemos nuestro pasado, lo que es dañino es vivir con sus heridas
emocionales abiertas. Son esas heridas las que nos impiden
caminar, las que no nos dejan amarrar con fuerza el presente y disfrutar de lo
que tenemos.
“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de
la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario,
pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando
puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos
de la vida que se van clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni
siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo,
hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni
empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar
vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!”
-Paulo Coelho-
El vértigo emocional
Albergar la idea de que
cualquier tiempo pasado fue mejor asegura que suframos el dolor emocional en el
presente. Nos impide soltar, dejar ir. Y nos sume en el pánico a un abismo que
nuestros ojos se empeñan en ver demasiado profundo.
Así es que surge el vértigo,
pero no cualquier vértigo: el emocional. Ese que nos impide mirar al pasado
para cerrar etapas, cicatrizar nuestras heridas y dejar de golpearnos donde nos
duele.
La limpieza de
nuestro pasado
Hay
gente que piensa que mirar hacia el pasado es una pérdida de tiempo, que no
necesitan limpiar su interior y que lo importante es vivir el presente. De
esta forma, la suciedad del pasado emocional se va acumulando y acumulando
creando una montaña de dolor cada vez mayor. Para hacernos una idea, es como si
un alérgico metiese debajo de la alfombra todo el polvo de su casa pensando que
así no le afectará.
Por todo esto, estamos de
acuerdo en que tenemos que soltar las cadenas de nuestro pasado emocional que
nos hieren e impedir que sigan haciendo más profundas nuestras heridas. De
alguna forma, lo que eres y lo que tienes hoy se lo debes a tu pasado. Tanto lo
bueno como lo malo.
Y date cuenta de que dejando
de revisar tu interior no consigues escapar de él, sino permitir que las partes
negativas de tu pasado emocional se hagan dueñas de tu vida presente. Y esto,
por supuesto, resta espacio a lo positivo y, además, duele. Duele mucho.
Cicatrizar las
heridas presentes de nuestro pasado emocional
Merece la pena intentar
curar las heridas que nuestro pasado nos generó, deshacernos de su pesada carga
y, así, ser conscientes de lo que nos ahoga.
Superar nuestro temor a soltar nuestro pasado es la
única manera de cerrar la puerta para que el monstruo no vuelva a entrar a
nuestra casa.
Imagina que reduces al
tamaño de un globo de helio las cadenas que te están apretando y que te
mantienen atado. Entonces lo dejas ir; tú lo miras mientras se dirige hacia el
cielo y lo pierdes de vista, sonriendo y sintiendo una gran paz interior.
¡Suelta!
Si no te trae alegría a tu
vida… SUELTA
Si no te ilumina ni te
construye… SUELTA
Si permanece, pero no crece…
SUELTA
Si te procura seguridad y
así te evita el esfuerzo de desarrollarte… SUELTA
Si no brinda reconocimiento
a tus talentos… SUELTA
Si no acaricia tu ser…
SUELTA
Si no impulsa tu despegue…
SUELTA
Si dice, pero no hace…
SUELTA
Si no hay un lugar en su
vida para ti… SUELTA
Si intenta cambiarte… SUELTA
Si se impone el `yo´… SUELTA
Si son más los desencuentros
que los encuentros… SUELTA
Si simplemente no suma a tu
vida… SUELTA
SUÉLTATE… la caída será mucho menos dolorosa que el
dolor de mantenerte aferrado a lo que FUE PERO YA NO ES
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