Ciertamente el estar solo
puede resultar muy incómodo para muchos, más dentro de una cultura que empuja a
las personas a vincularse afectivamente y colocar el hecho de tener una pareja
como una prioridad en nuestro plan de vida.
Pocas personas tienen la
capacidad de estar solos y sentirse a gusto con ese estado. Hay una gran
diferencia entre estar solos y sentirnos solos. Si logramos conectar con
nosotros mismos, la soledad no representa ningún problema, de hecho resulta lo
contrario, un tiempo que apreciamos y que nos ayuda a conocernos, a
replantearnos y a reinventarnos de ser necesario sin la influencia de alguien
más, solo pensando en lo que nos llevará a donde queremos estar.
Sentirnos agradados en
soledad no necesariamente nos convierte en seres extraños o ermitaños, solo
habla de que nos sentimos a gusto con la compañía más importante, la que
siempre tendremos, la que más nos tiene que mostrar, que no es más que nuestra
propia compañía.
Adicionalmente el querer
estar solos por periodos en nuestras vidas, no significa que descartamos la
idea de vincularnos a otra persona, pero sí que resulta una ventaja para la
relación que las personas que se unen sepan apreciar y disfrutar su soledad,
porque esto da libertad y aleja los apegos, las relaciones dependientes y la
búsqueda constante de una ocupación de espacios que consideramos vacíos.
Si no sabemos estar solos,
si nos incomoda la idea de no tener a alguien para compartir, con quien dormir,
con quien hacer planes a futuro o sencillamente sentir una presencia cercana
deambulando cerca, nos resulta complicado identificar si escogemos a personas
para relacionarnos desde la idea el amor o desde la idea de librarnos de la
soledad.
Muchas veces ni siquiera
logramos saber que no nos sentimos cómodos con la soledad porque no damos
tiempo de vivirla y saltamos de una relación a otra con el fin de no alargar
mucho en tiempo la presencia de la soledad en nuestras vidas. O bien nos
quedamos enganchados a relaciones que no necesariamente coinciden con lo que
queremos por no afrontar la soledad, por miedo, por tener un concepto
distorsionado de lo que ella representa.
La soledad es el mejor
recurso para conocernos, para entendernos, para conectarnos, para amarnos y
saber qué somos y hacia dónde vamos. No la desperdiciemos, porque para
encontrar el verdadero amor fuera, debemos encontrarlo dentro y la manera más
efectiva de lograr esto es en soledad.
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