Hasta la personalidad más
fuerte se cansa de ser lastimada, boicoteada y manipulada. Porque el corazón
fuerte no es un corazón frío ni aún menos inmune al mar querer y al cariño
interesado. Todos tenemos límites; sin embargo, las personalidades
acostumbradas a “resistir” son las que más sufren, las que más tardan en
reaccionar.
Algo que a menudo se entiende de forma errónea es que la persona
emocionalmente fuerte es alguien que sabe controlar sus sentimientos.
A día de hoy, a pesar de la facilidad con la que manejamos términos asociados a
la “Inteligencia Emocional” aún mantenemos ideas equivocadas, como pensar que
la emoción, por ejemplo, es lo opuesto a la razón.
“Un corazón es una riqueza que no se vende ni se
compra: se regala”
-Gustav Flaubert-
Al imaginar un corazón
fuerte, visualizamos casi al instante a una persona parapetada detrás de una
fuerte armadura, alguien que mantiene la cabeza fría y la mirada firme para
mantener a raya ese mundo complejo, a veces hiriente y demandante, que es el
universo de los afectos y sentimientos. Sin embargo, la personalidad fuerte no siempre presenta este tipo
de arquitectura psicológica.
La resistencia o fuerza
emocional responde a menudo a ese compromiso personal que uno mantiene con los
demás. Es mantenerse firme para prestar ayuda cuando otros caen, intentando ser
siempre útiles, cercanos. Son perfiles que se alzan como el mástil de un barco
en una noche de tormenta, son el pilar donde todos se apoyan, la roca donde
todos ponen sus pies para cruzar los ríos…
Parecen fuertes, hasta que
un día se rompen o sencillamente, se cansan. Te proponemos reflexionar sobre
ello.
El corazón cansado
de ser fuerte
Muchas veces, cuando una
persona acude a terapia en busca de ayuda, lo primero que expresa es su
cansancio. Sienten un agotamiento que nunca habían experimentado antes, están
abrumados, exasperados y con la clara sensación de haber llegado al límite de
sus fuerzas. Sus análisis médicos no revelan ningún problema de salud, sin
embargo han perdido “su aliento vital”.
Algo que deberíamos dejar
muy claro al respecto de la intervención psicológica o la psicoterapia es que
no solo la solicitan personalidades inestables, perfiles con necesidades
clínicas concretas o pacientes que carecen de adecuadas estrategias para
gestionar sus emociones, sus problemas.
A veces, llegan
personas muy conscientes de que el nivel de su estrés las ha sobrepasado.
Están al día en diversos mecanismos de afrontamiento, conocen la atención plena
y otras herramientas que han intentado aplicar sin obtener beneficio alguno. Su
capacidad de desempeño y de autocuidado ha quedado tan diluida por el
cansancio, que son incapaces de reconocerse ante el espejo. ¡Pero si yo era una
persona muy fuerte! ¿Qué me ha pasado?
Lo que ha pasado es que su
cerebro ha dicho basta. Cuando se ahonda un poco más en sus realidades
personales descubrimos siempre el gran exceso de responsabilidad que cargan
sobre sus hombros, sobre su corazón. En realidad, más que personas fuertes son
personalidades acostumbradas a practicar una resistencia extrema y poco higiénica,
donde no existe la autoprotección.
Son mujeres y hombres
acostumbrados a callar sus necesidades para aparentar fortaleza y así, ser esa
luz constante y siempre perdurable para los demás. Sin embargo, lo que muchas
veces reciben a cambio es amargura, egoísmos y soledad.
Sencillos consejos
para las personas cansadas de ser fuertes
Visualicemos
por un instante una cinta de correr. La persona necesitada de
ser fuerte se ha acostumbrado a mantener un ritmo de velocidad y de exigencia
en su vida muy elevado. Se siente orgullosa de sí misma, su corazón es muy
fuerte, y piensa, que va a poder mantener ese ritmo toda su vida.
“Solo se ve corazón, lo esencial es invisible a los
ojos”
-Antoine de Saint Exupéry-
Sin embargo, tarde o
temprano llegan los calambres, el dolor y el agotamiento. La cinta sigue
moviéndose a la misma intensidad, las personas de su alrededor continúan con el
mismo nivel de demanda y de exigencia sin ver el mal estado de su pareja, de su
familiar, de su compañero o amigo. Sin embargo, nuestro protagonista ha llegado al límite y no sabe
cómo detener esa cinta de correr, esa espiral destructiva.
¿Qué
deberíamos hacer en este caso? ¿Bajar el ritmo, reducir la
intensidad? En absoluto. Lo más
adecuado en dicha situación es detenernos: nuestro corazón necesita
recuperarse.
Es momento de cuidar
de ti
No necesitas un respiro ni
un alto en el camino. Necesitas ser fuerte para ti y no solo para los demás y,
para ello, debes hacer cambios, enfocar las encrucijadas vitales y cotidianas
de un modo más armónico, consecuente y saludable.
Valora unos segundos las
siguientes propuestas:
-Renuncia a los conflictos,
problemas o situaciones que no tienen solución. Has perdido ya mucho tiempo y
energía en cosas y personas que no valen la pena.
-No esperes que las personas
actúen como tú lo harías. Es una fuerte insoportable de frustración.
-Empieza a tomar conciencia de tus necesidades,
escúchalas cada día y dales prioridad.
Recuerda por encima de todo,
que no eres un héroe. Tu función no es hacer posible lo imposible, no eres mago
ni arquitecto de puentes donde no existen orillas. Tampoco puedes salvar lo
insalvable ni dar felicidad a quien no sabe de alegrías, respeto o
reciprocidad.
Aprende a cuidar emocionalmente de ti, aprende a ser
fuerte también para tu propia persona.
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