Cada persona tiene su noción
del amor, aunque es difícil desligarse por completo del imaginario popular. De
hecho, las películas románticas de Hollywood y los cuentos infantiles nos han
transmitido, de una u otra forma, una imagen idealizada del amor, una imagen
que se encuentra en nuestro inconsciente y que determina nuestras elecciones.
Así, sin darnos cuenta, buscamos a la persona “perfecta”, y ante el menor
problema ponemos en duda la relación, pensando que nos hemos equivocado al
elegir.
Por supuesto, no hay nada de
malo en aspirar a encontrar a una persona que comparta nuestros intereses y
valores, que mire en nuestra misma dirección. De hecho, no debemos conformarnos
con menos. Pero eso no significa aspirar a la perfección, entre otras razones,
porque no existe.
Para disfrutar de un amor
pleno no es necesario que este sea perfecto sino auténtico, y eso significa que
ambas personas deben haber realizado un arduo trabajo interior. El amor
necesita un lugar donde resguardarse, necesita de ambos para existir y
sobrevivir, por eso, si cada quien no se ama lo suficiente, no será capaz de
amar.
El valor de la
autenticidad en la pareja
La autenticidad es
simplemente ser quienes somos, no usar máscaras. Una persona auténtica es una
persona congruente, que actúa según sus ideas y emociones. Sin embargo, en la
vida cotidiana no siempre es fácil ser auténticos ya que en ocasiones para
adaptarnos tenemos que encarnar roles sociales que implican usar máscaras.
De hecho, cuando conocemos a
una persona que nos atrae e intentamos impresionarla mostrando nuestro mejor
lado, estamos usando una máscara. Y estamos tan acostumbrados a encarnar
diferentes roles que estos ya forman parte de nuestra vida y algunos incluso se
han olvidado de su propio “yo”.
Sin embargo, en una relación
de pareja la falta de autenticidad es mortal porque implica interpretar un
papel continuamente, lo cual resulta agotador.
Si necesitas interpretar un
papel con tu pareja es porque, en el fondo, crees que no aceptará ni amará tu
auténtico “yo”, de manera que prefieres ocultarlo, o al menos una parte.
Obviamente, una relación así
es estresante y, a la larga, no te hará feliz ya que solo generará una profunda
insatisfacción, la insatisfacción de no poder ser tú mismo/a porque crees que
serás juzgado/a. Se trata de una sensación muy desagradable que, antes o
después, dará al traste con la pareja.
La falta de autenticidad
también es desconfianza
De cierta manera, no ser
auténticos con la pareja implica que no confiamos plenamente en el otro, que
tenemos una idea preconcebida de este y creemos que nos juzgará negativamente.
Por eso preferimos esconder algunos aspectos de nuestro verdadero “yo”.
Sin embargo, de esta forma
no le damos la oportunidad al otro de decidir, de conocernos íntimamente, con
nuestras virtudes y defectos. Al interponer esa barrera también le enviamos la
señal de que no queremos conocerle, por lo que es probable que la otra persona
se sienta rechazada o incluso juzgada.
Al contrario, cuando ambas
personas se comportan de forma auténtica se envían un mensaje muy claro:
"eres lo suficientemente importante para mí como para interactuar sin
máscaras, para mostrarte mi esencia, sin miedos". Solo de esa interacción
puede surgir la aceptación plena, que es la que da paso a un amor maduro y
desarrollador.
Amar no es estar
hechos el uno para el otro, sino construirse mutuamente
El mito de la media naranja
implica que existe alguien en algún lugar del mundo ideal para ti. Sin embargo,
en realidad el amor no es encontrar a esa persona supuestamente perfecta, hecha
a nuestra medida, sino ir cambiando a lo largo del camino, porque eres
consciente de que esa es la persona que quieres a tu lado.
De hecho, este ilustrador no
pudo expresarlo mejor con estas tiernas imágenes que nos demuestran que el amor
radica en ser auténticos y disfrutar de lo que nos gusta en compañía del otro:
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