Cuando hablamos de amar
parece que “más” siempre es sinónimo de “mejor”, y creerse esta mentira es
tomarse una píldora venenosa disfrazada de caramelo. Si analizamos los momentos
vividos al lado de la persona que queremos y el sufrimiento gana por goleada es
que algo no va bien, nos hemos convertido en víctimas de eso que llaman “amor”.
Amar no es sufrir, no es
sacrificar constantemente y apostar siempre al negro. Amar no es estar ciego,
no es justificar hasta lo innombrable ni perdonar por misericordia cualquier
hecho. Amar no es depender, no es desarrollar un cordón umbilical que te
encadene a tu pareja.
Amar no
es solo cuestión de cantidad, sino de calidad.
Amar no es sobreproteger, no es ir detrás resolviendo todos los problemas que
siembra el otro ni proteger entre algodones a un niño atrapado en un cuerpo de
adulto. Y, por supuesto, amar no es terminar desgarrados física ni mentalmente,
si nuestra relación perjudica nuestro equilibrio emocional e incluso, quizá,
nuestra salud e integridad física, sin duda estamos amando en exceso.
“Eso de que el amor de pareja no espera nada a cambio
es un invento de los sumisos: si das, quieres recibir. Es lo normal, lo
recíproco”
-Walter Riso-
Las máscaras en la
pareja
Parece
que un gran abismo entre hombres y mujeres separa la forma de entender y
enfrentar las relaciones. En ello están fuertemente implicados
los ideales culturales, la educación recibida, el ambiente familiar en el que
te has criado e incluso la propia biología.
Las experiencias infantiles
con nuestras figuras de referencia y en especial con nuestros padres juegan un
papel fundamental en cómo nos relacionamos con los demás a lo largo de nuestra
vida. Situaciones dolorosas y difíciles, carencias afectivas, ausencia de
figuras importantes o falta de límites son solo algunos de los factores que
marcan nuestra forma de buscar y dar cariño.
Por un lado, algunas mujeres tienden a manejar el amor
desarrollando una fuerte dependencia u obsesión por la otra persona. El
torrente de emociones se vive de manera muy intensa, se expresa a través de la
necesidad de cuidado y comprensión hacia el otro, adoptando el papel de
“salvadoras” en muchas ocasiones. Así, es bastante irónico el hecho de que las
mujeres puedan responder con tanta compasión ante otros y permanecer con una
venda en los ojos frente al dolor de su propia vida.
“Si un individuo es capaz de amar productivamente,
también se ama a sí mismo; si sólo sabe amar a los demás, no sabe amar en
absoluto”
-Erick Fromm-
Por otra parte, muchos hombres escapan de sus emociones mediante
formas externalizantes, es decir, obsesionándose con su trabajo,
consumiendo drogas o volcando su tiempo libre en hobbies que dejen poco tiempo
para pensar. Suelen ser estrategias de bloqueo emocional debido a la
incapacidad de gestión y compresión de las mismas. No hacer frente al malestar
o a los problemas porque suponen una carga inmanejable, abrumadora, vergonzosa
o culpabilizadora, la cual es mejor evitar.
Este tipo de conductas puede
darse tanto en hombres como en mujeres, pero generalmente son ellas las que
desarrollan patrones de cuidado y sacrificio como forma de buscar y ofrecer
cariño, mientras que los hombres tratan de protegerse y evitar el dolor
mediante objetivos más externos que internos, más impersonales que personales.
¿Cuándo es
demasiado?
Muchas veces no estamos
satisfechos con una pareja pero nos negamos la realidad diciendo que solo será
una mala época. Justificamos la experiencia pensando que es así como son las
relaciones, pasionales al inicio y tortuosas hasta el fin.
Perdonamos las acciones del
otro convenciéndonos a nosotros mismos de que cambiará. O tal vez no tenemos el
valor suficiente de romper la relación “por miedo a hacer daño”. En realidad detrás de todo ello está nuestro propio
miedo a sufrir, tenemos miedo de estar solos o de no encontrar otra persona que
pueda soportarnos.
¿Quién no se ha enamorado
alguna vez y el sentimiento no ha sido recíproco? O tal vez teníais un sexo
excelente, embriagador y que dejaba sin sentido pero el resto de la relación
era un calvario. Quizás te has descubierto a ti misma actuando como una madre
con tu pareja o crees que sin una persona a tu lado nada tiene sentido.
Son muy diversas las
situaciones que hemos podido vivir cuando nos relacionamos con otras personas,
y por ello también son muchos los errores que cometemos y las formas de
autoengaño que nos inventamos para suavizar el dolor.
“La culpabilidad, la vergüenza y el miedo son los
móviles inmediatos del engaño”
-Daniel Goleman-
Tal vez si nos paramos a
analizar cómo actuamos estando con alguien y cómo suelen actuar nuestras
parejas con nosotros podamos encontrar piezas que se asemejan, capítulos que se
repiten una y otra vez aunque la persona sea otra. Entran y salen parejas en nuestras
vidas pero tropezamos con las mismas piedras.
Llega un punto en el que
estamos sumergidos en un círculo vicioso, que no hace más que repetirse. Nos
vemos incapaces de salir y ni siquiera sabemos cómo hemos llegado hasta ahí.
Otra vez la misma melodía dramática, los mismos acordes amargos y es que aunque
la orquesta sea diferente el director sigues siendo tú. Aunque la persona sea
otra, aunque el momento vital en el que estás es diferente, aunque te
prometiste no volver a pasar por lo mismo, ahí estás otra vez amando demasiado,
y demasiado mal.
Las huellas del
pasado
¿Por qué nos ocurre esto?
Los patrones que aprendemos a temprana edad para relacionarnos con los demás
quedan muy fijados, los llevamos practicando toda una vida y el hecho de
abandonarlos o cambiarlos resulta amenazador y un terrible desafío. Pero más
difícil resulta darnos cuenta y tener conciencia de la realidad de la
situación, ser capaz de ver desde dentro todo lo que está ocurriendo.
La clave es empezar a
entendernos, preguntarnos por qué buscamos incesantemente a alguien a quien
cuidar o proteger, por qué se nos corta la voz cuando intentamos explicar qué
sentimos y terminamos por abandonar la tarea. Por qué necesito
irrefrenablemente saber qué está haciendo la otra persona y controlarla cuando
no está junto a mí, o por qué a pesar de sufrir seguimos manteniendo una relación
que está muerta en vida.
Si nuestra forma de
relacionarnos nos hace daño a nosotros y hace daño a la persona que tenemos al
lado, pero no hacemos nada por entenderlo y cambiarlo la vida no será un camino
para crecer sino una lucha por sobrevivir. Si amar resulta doloroso es momento
de amarse a uno mismo para detener el dolor.
“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de
amor eterna”
-Oscar Wilde-
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