Julio Cortázar dijo “Nada
está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que
empezar de nuevo”. Y es que en la vida, hay momentos en los que tenemos que
comenzar de nuevo, debemos cerrar círculos, dejar ir el pasado y disponernos a
mirar hacia adelante, por mucho que nos duela.
De hecho, ese proceso de
dejar ir el pasado para aferrarse al futuro a menudo genera una especie de
vértigo emocional. Esto se debe a que identificamos el pasado con el camino
seguro y conocido que dejamos a nuestra espalda y percibimos el futuro como un
vacío que tenemos por delante, una apuesta incierta, un salto al vacío sin
paracaídas.
Por eso, si queremos avanzar
con paso firme y sin remordimientos, es fundamental tomarnos el tiempo que
necesitemos para sanar las heridas y reconstruirnos emocionalmente. La prisa
nunca ha sido buena consejera.
Las heridas
emocionales provocan cambios profundos que debemos aceptar
En muchas ocasiones nos
vemos tentados a violentar los tiempos. A veces, cuando nos sentimos mal y
sufrimos, lo único que deseamos es apartar de nosotros ese dolor. Nos
desesperamos y nos precipitamos a mirar hacia adelante. Es comprensible. Pero
no es positivo.
En otros casos son las
personas que nos rodean quienes nos empujan. Quizá con la mejor de las
intenciones, nos animan a seguir adelante y dar el próximo paso o incluso nos
tachan de "débiles" porque no somos capaces de levantarnos lo
suficientemente rápido. Sin embargo, cuando no estamos preparados, dar ese paso
puede hacernos aún más daño.
Para mirar de nuevo al
futuro con confianza, es fundamental tener paciencia y esperar a que cicatricen
las heridas emocionales. Eso no significa regodearse en el dolor sino ir dando
pequeños pasos, a nuestro propio ritmo y sin apresurarnos demasiado.
El tiempo es fundamental
para recuperarnos de los golpes emocionales, con el tiempo logramos encontrarle
un sentido a lo que nos ha sucedido, asumimos el pasado y pasamos página. De
hecho, los traumas suelen provocar un terremoto psicológico, por lo que
necesitamos tiempo para reconstruirnos, para mirar dentro de nosotros y darnos
cuenta de que ya no somos los mismos, de que algo ha cambiado. Después de
grandes sacudidas emocionales podemos bloquearnos y necesitamos tiempo para
reencontrarnos, para comprender, aceptar e incluso aprender a vivir con esa
nueva persona en la que nos hemos convertido.
Tiempo para pensar,
tiempo para aprender
Por otra parte, el tiempo es
fundamental para aprender de los errores que hemos cometido. Si salimos de una
relación de pareja traumática, por ejemplo, y nos lanzamos a los brazos de otra
persona inmediatamente, no habremos tenido el tiempo suficiente para comprender
dónde nos equivocamos. De hecho, esa es una de las razones por la que las
personas se ven envueltas a menudo en relaciones que nunca llegan a buen
puerto. No se han dado tiempo para crecer.
El tiempo nos permite asumir
una distancia emocional del trauma, así podemos juzgar nuestro comportamiento y
decisiones desde una perspectiva más objetiva y una posición de desapego. Como
resultado, somos capaces de asumir nuestra cuota de responsabilidad y crecer.
Al contrario, si nos
precipitamos corremos el riesgo de cometer los mismos errores, de chocar una y
otra vez con la misma piedra. Desgraciadamente, muchas personas siguen creyendo
que "un clavo saca al otro", por lo que van por la vida tan rápido
que su propia velocidad les aturde. Aunque a veces lo único que necesitamos es
detenernos para recomponer los pedazos rotos y tomar fuerzas.
¿Cómo saber cuándo
estás preparado para volver a empezar?
Cada persona es diferente y
cada trauma o herida también lo es. Estar preparados para seguir adelante lleva
su tiempo y no existe una regla única, debes aprender a conectar con tu
interior y escuchar las señales que te envía tu “yo”.
No obstante, en sentido
general, una persona está preparada para seguir adelante cuando cumple al menos
dos de las siguientes condiciones:
1.
El dolor se ha mitigado. Al mirar atrás te das cuenta de que,
aunque la herida está ahí, ya no escuece. De hecho, es probable que comiences a
recordar más en los aspectos positivos que los que te causaban daño.
2.
Has aprendido. Al analizar lo ocurrido, logras encontrarle
un sentido y comprendes dónde te has equivocado. Asumes la experiencia y esta
te enriquece como persona.
3.
Puedes bromear sobre lo ocurrido. Cuando eres capaz de reírte
de lo que ha sucedido, significa que has superado el trauma, que has despojado
la situación de su dramatismo inicial.
En todo caso, no tengas
miedo a dar un paso atrás si has avanzado demasiado rápido. A veces puedes
creer que estás preparado para seguir adelante, pero en realidad no lo estás.
Entonces es mejor replegarse para tomar fuerzas y sanar completamente.
Todo nuevo comienzo vale la
pena, pero debes cerciorarte de que puedes enfrentar esa nueva etapa con mayor
madurez y seguridad.
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