Solemos preocuparnos por lo
que los demás nos dicen, solemos ofendernos y sentirnos lastimados por los
mensajes que alguien dirige hacia nosotros, pero si vemos la vida de una manera
más práctica y evitamos que sea el ego el que reaccione a lo que recibe,
podemos darnos cuenta de que cuando interactuamos con otra persona, lo que ella
manifiesta a través de sus palabras y acciones, poco tiene que ver con
nosotros, es el reflejo de sus propios conflictos internos.
Cada persona lidia una
batalla interna, su enojo, su insatisfacción, la inconformidad, la brecha que
existe entre lo que anhela y lo que vive, sale de sus acciones como un reflejo
de su propio interior que no ha podido resolver. Cada uno ve al mundo desde sus
cristales, desde su verdad y desde allí se manifiesta.
Inclusive cuando dejamos de
prestarle atención a aquello que no queremos recibir, veremos como
paulatinamente nos vemos expuestos a ese tipo de situaciones, cuando nos
centramos y le damos vuelta a la cabeza y armamos un drama, armonizamos con esa
energía, bajo la cual la otra persona, entra en resonancia para drenar aquello que
le perturba en su interior.
Así que no tomarnos nada
como personal, que de hecho es uno de los acuerdos de la sabiduría tolteca, nos
permitirá vivir y transitar nuestro camino sin cargas que no nos pertenecen.
Escucha con los oídos del corazón, trata de ver si hay alguna manera de
mostrarle a esa persona que se dirige a nosotros con un mensaje que no nos
sentimos agradados de recibir, de ayudar a dar luz a su interior, para que pueda
proyectar algo diferente.
Lo importante es no vernos
afectados, cubrirnos de teflón y que no nos lastime, cuando nos victimizamos,
cuando nos sentimos mal, nos restamos el poder de reaccionar de la manera más
conveniente a las situaciones de la vida, nada ni nadie tiene el poder de
ofendernos, somos nosotros los que donamos ese poder, somos responsables de
nuestras emociones y de nuestros pensamientos.
Que nadie nos turbe con sus
cargas, si no podemos ayudarlos, al menos ayudémonos a nosotros mismos, tomando
el control de lo que recibimos, así actuaremos sin involucrar al ego, que
siempre se siente amenazado, que es susceptible a la crítica, al enfado ajeno,
a los juicios… Y esa defensa permanente, cuando nos identificamos con ella, nos
hace sentirnos frecuentemente ofendidos por otros.
Actuemos con ligereza, sin
reaccionar de manera emocional ante lo negativo que recibimos, inclusive el ego
puede transformar lo positivo que recibimos en algo nocivo para nosotros,
alimentando nuestra vanidad o cualquier otra cualidad neta de él. Dejar de
identificarnos con esas emociones nos aporta libertad y tranquilidad, que son
las bases donde podemos fundamentar nuestra real felicidad.
Que se nos haga un agravio no significa nada, a menos
que insistamos en recordarlo. ― Confucio
Este articulo fue realizado gracias a rinconpsicologia.com Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Comentarios
Publicar un comentario