Es muy común la costumbre de
contar lo que nos acontece, lo que sentimos y pensamos a quienes les tenemos
mayor confianza, a nuestros familiares, a nuestra pareja o a nuestros amigos.
Muchas veces no filtramos la información que damos y podemos exteriorizar con
gran franqueza todo lo que nos pasa por la mente, abriendo nuestro corazón y
exponiendo aquello que tanto nos entristece, nos molesta o bien nos hace feliz.
Sin embargo, son contadas
las personas con las que deberíamos hacer este tipo de confesiones y deberíamos
ser cautelosos en cuanto a la información que queremos manejen otras personas
de nosotros.
Cuando contamos algo que
deseamos exteriorizar, normalmente estamos movidos por diversas emociones,
felicidad, angustia, pena, frustración, alegría y podemos decir cosas que ni
siquiera sentimos o están mal dimensionadas.
Resulta que la naturaleza
humana es tan particular que muchas veces lo bueno que nos ocurre y contamos
puede entristecer o hacer rabiar a quien bajo la condición de persona de
confianza, nos escucha. En este caso predomina la envidia, la competencia, los
celos y la poca capacidad que siente la persona que recibe nuestro mensaje de
vivir o hacer algo similar a lo que estamos gustosamente compartiendo.
También ocurre que lo
negativo que nos pasa puede alegrar, aligerar o bien compensar a quien nos
escucha, ya que siente que su problemas pueden ser parecidos o menores que los
nuestros o bien que se encuentra en una posición de ventaja ante nosotros con
respecto a la vida, lo cual le genera cierto alivio.
Si contamos algo que nos
compromete, estaremos esclavizados a que esa persona no quiera extender la
información a más personas de las que nos gustaría, nosotros tenemos amigos y
ellos a su vez tienen otros amigos, y aunque no sea con malicia o mala
intención muchas personas pueden verse apropiados de una información que solo a
nosotros debería pertenecernos.
La traición es el caso
extremo, la deslealtad, el aprovecharse de la condición de confidente o de
amigo para obtener la mayor cantidad de información posible e ir a utilizarla
sin el menor filtro, para perjudicarnos, para quedar ellos bien o para hacer
sentir a otra persona mejor es una de las muestras más dolorosas de que muchas
cosas deben sencillamente reservarse. La hipocresía existe en las personas que
menos imaginamos y la falta amistad está lamentablemente a la orden del día.
Somos esclavos de lo que
decimos, por qué exponernos a la traición, a la envidia, a los celos, a los
chismes, por una necesidad de desahogo? Antes de exteriorizar lo que sientes,
lo que piensas, tus planes, tus proyectos, pregúntate si realmente a esa
persona le importa lo que dices, si esa persona te quiere y te cuida lo
suficiente, inclusive para decirte frontalmente que lo que le estás diciendo no
está bien de acuerdo a su criterio, pero no es capaz de venderte o enjuiciarte
a tus espaldas, pregúntate si le dueles y si tu bien le alegra y tu mal le
entristece.
Si no estás completamente
convencido de que sea así, reserva la información a suministrar, nada peor que
usen tus mismas palabras en tu contra, que despiertes la envidia de alguien o
te sientas intimidado o presionado por lo que has dicho y ha sido utilizado por
alguien más.
Obviamente todos contamos
con esas personas incondicionales, que realmente nos aprecian, que merecen
nuestra confianza, pero si al hacerte esas preguntas sientes alguna duda, es
mejor que busques otra manera de desahogarte o expresar lo que sientes.
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Esa es la realidad.
ResponderEliminarMuy cierto, aveces uno por sacarse las cosas de adentro cuenta sus problemas y después es peor porque la mayoría de las personas te escuchan para tener información y tener de que chismear con la gente.
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