Para brillar con luz
propia no necesito a una pareja a mi lado
Aunque mucha gente crea lo
contrario, no lo necesitas: no es necesario tener una pareja para brillar con
luz propia. Porque tú ya llegaste al mundo con una estrella en tu interior, es
la misma que te guía en noches de oscuridad y ella quien, cuando así lo quiere
y si se da la oportunidad, elige salir a bailar con otra estrella igual de
luminosa.
Decía Platón con gran
sabiduría que “al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta”. De pronto,
hallamos fortalezas donde las creíamos perdidas y el mundo, sin más, adquiere
una pátina de luminoso esplendor. Este éxtasis emocional es algo que sin duda
merece vivirse. Sin embargo, la pasión no es el único estado del que vive el
ser humano. También se puede brillar en soledad, en ese estado de calma y
satisfacción personal donde nada sobra y nada falta.
“Hay dos maneras de difundir la felicidad: ser la luz
que brilla o el espejo que la refleja”
-Edith Wharton-
Una pareja puede darnos
vitalidad, felicidad, sexualidad, ternura e intimidad. Sin embargo, y esto
deberíamos tenerlo claro, al ser amado no se le puede utilizar como pócima
mágica para sanar nuestras insatisfacciones vitales. Si tú no brillas por dentro,
no puedes arrebatarle la luz a otra persona esperando que su energía valga para
ambos. Valdrá durante un tiempo limitado, pero al poco, se irá apagando en un
lento fenecer.
A día de hoy, muchos de
nosotros vivimos aún encapsulados en ciertas ideas preconcebidas sobre un amor
ideal que ha de llegar para apagar nuestras frustraciones. Sin embargo, las
frustraciones no se apagan, ni se destruyen, ni escapan por el coladero de los
sueños rotos, sino que se superan en primera persona.
Te proponemos reflexionar
sobre ello.
Brillar con luz
propia, un don reservado a unos pocos
Las polillas son unos seres
tristemente fascinantes. Presentan fototaxis positiva, es decir, se sienten
atraídas por la luz. La Luna, por ejemplo, les sirve de guía y de orientación
en sus migraciones nocturnas y en sus rituales de apareamiento. Sin embargo, en
la actualidad, debido a la gran contaminación lumínica de origen artificial,
cada vez hay menos polillas. Asimismo, en su absoluta atracción hacia los focos
de luz, es común ver cómo acaban perdiendo la vida al revolotear alrededor de
las bombillas de nuestras casas.
Grande es quien para brillar, no necesita apagar la
luz de los demás
En las relaciones afectivas
suele suceder algo similar. Hay personas que tienen luz propia, son casi como
auténticas “bombillas” en medio de la oscuridad. Son seres que pueden brillar
porque gozan de plenitud personal, de una buena autoestima y de esa magia
fascinante que resulta hipnótica para muchos. Es común que otros se sientan
cautivados e inicien una relación esperando que esa calma y esa luz, alivie sus
miedos, sus insatisfacciones y esos rincones privados de callada penumbra.
Queda claro, no obstante,
que hay muchos tipos de relación de pareja. Hay quien se une para calmar
anhelos, otros para disfrutar de la intimidad y hay quien busca una vinculación
auténtica con la que construir un futuro. No hay pues un modelo perfecto de
relación, pero sí relaciones que nos enriquecen o que nos empobrecen. Quien nos
busca solo para quitarnos nuestra “luz” en provecho propio, para consolar sus
tristezas o inseguridades conseguirá que vayamos perdiendo una por una todas
nuestras fortalezas.
Tu luz interior
emergerá cuando estés preparado
Tal y como ya hemos
señalado, una pareja puede hacernos feliz pero no darnos una felicidad
auténtica. Este último aspecto, depende siempre de uno mismo. Tanto es así, que
a día de hoy es común ver a muchas personas casadas o manteniendo una relación
afectiva de bastantes años que declaran querer a sus cónyuges o compañeros/as afectivos/as
y, sin embargo, siguen sin ser felices. Sienten un vacío, un malestar, una suerte
de inexplicable frustración.
“Elije todo lo que puedas ser: elige brillar”
Algo que deberíamos empezar
a asumir es que la felicidad, como estado de éxtasis absoluto, no existe. Si lo
es, resulta ser muy breve, tan efímera como un sueño de verano. Sin embargo, no
por ello debemos sentirnos más apagados o apesadumbrados. Tal y como hemos
señalado al inicio, todos nosotros venimos de “fábrica” con una estrella en nuestro
interior. Está ahí, aunque no la veamos: solo hay que saber encenderla para que
nos alumbre y nos guíe.
Ahora bien, una luz se
enciende solo cuando tiene bastante energía. La nuestra se nutre de esas
fortalezas interiores que a veces, descuidamos: la autoestima, la seguridad
personal, la autoeficacia, la autonomía emocional, un buen autoconcepto… Brillar con luz propia requiere también disfrutar de
un buen sentido del humor, ser agradecidos, ser creativos y no dejar que la
penumbra del miedo nos ronde como esas nubes abigarradas de tormenta que osan
cubrir el sol en los días de primavera.
No necesitas que otros te
den su luz. No la exijas, no apagues la de otros ni aún menos la robes a cambio
de amor. Todos somos capaces de brillar primero en la soledad de nuestros
propios planetas. Solo así seremos dignos de crear firmamentos más hermosos:
lugares en los que reine ese amor auténtico que empieza siempre por uno mismo,
para irradiar después de la forma más plena y auténtica en esa entrega hacia el
ser amado.
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