En los últimos años se ha
puesto de moda un optimismo ingenuo que muy poco tiene que ver con la
Psicología Positiva. De hecho, el optimismo a ultranza puede ser extremadamente
dañino, e incluso tóxico. No es lo mismo tener esperanza que desarrollar un
optimismo excesivo que le da la espalda a la realidad.
Tanto la esperanza como el
optimismo se centran en un futuro positivo. Sin embargo, mientras que la esperanza
implica tener fe en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo
tóxico implica contar con ellos, darlos por hecho. Este tipo de optimismo se
desarrolla cuando dejamos que nuestras emociones manipulen las estadísticas,
hasta el punto que nuestro deseo porque algo ocurra sobrepasa con creces las
probabilidades reales de que suceda.
El optimismo
desmesurado, un mal que se contagia rápidamente
Podemos pensar que el
optimismo tóxico es un mal raro pero en realidad no es así. De hecho, es la causa
por la que muchos emprendedores fracasan. Estas personas tienen una idea de
negocio y su excitación es tan grande que piensan que se trata de una idea
brillante que tiene todas las cartas ganadoras para triunfar. Guiados por ese
exceso de optimismo, no crean un plan de emergencia sino que invierten todo lo
que tienen en esa idea. Ante las adversidades, contratiempos y problemas, que
tarde o temprano siempre surgen, no tienen un plan que les cubra las espaldas,
por lo que pueden terminar perdiéndolo todo.
En realidad, el problema no
era que la idea no fuera brillante, quizá lo era. El verdadero problema fue su
exceso de optimismo, que les llevó a asumir demasiados riesgos y les impidió
realizar un plan objetivo de desarrollo que tuviera en cuenta los problemas que
podían presentarse en la realidad.
Obviamente, el exceso de
optimismo no solo es tóxico para los negocios sino también para nuestra vida
personal y profesional. Comprometerse demasiado pronto en una relación de
pareja con una persona que apenas conocemos también puede pasarnos una enorme factura
emocional, por ejemplo.
En este sentido, resulta
particularmente reveladora la paradoja de Stockdale. James Stockdale fue el
prisionero estadounidense de mayor rango en la guerra de Vietnam. Lo retuvieron
durante 8 años y lo torturaron repetidamente. Sin embargo, sobrevivió.
Mientras estuvo en
cautiverio, Stockdale se dio cuenta de que los prisioneros que menos
probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso
de optimismo. Estos prisioneros no se paraban de repetir que para Navidades
todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y
seguían allí, terminaban deprimidos y se rendían.
Al contrario, los
prisioneros que mantenían la esperanza pero que, a la vez, eran más realistas y
no intentaban evadirse de su situación sino que aceptaban los horrores que
estaban viviendo con entereza, fueron los que sobrevivieron.
El problema es que el
optimismo ingenuo daba lugar a una montaña rusa emocional marcada por la
esperanza y la desilusión que, al final, terminaba agotando a la persona, tanto
desde el punto de vista físico como psicológico.
5 consecuencias
terribles del optimismo tóxico para nuestra vida
El optimismo nos permite
mantener la esperanza y luchar por lo que queremos, pero el exceso de optimismo
nos puede convertir en personas negligentes y miserables.
1.
Te mientes a ti mismo. Mantener un optimismo desmesurado, sin
tener en cuenta la realidad, equivale a mentirse a sí mismos, aunque lo peor de
todo es que no somos plenamente conscientes de que nos estamos autoengañando.
2.
Desarrollas una atención selectiva. Ser excesivamente optimista
nos llevará a centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver. Ese
optimismo desmesurado hará que interpretemos incluso las señales de alarma como
confirmaciones de que todo va bien, llevándonos a ignorar los pequeños
problemas, que probablemente seguirán creciendo hasta convertirse en obstáculos
insuperables.
3.
Das pasos en la dirección equivocada. El optimismo excesivo
impide realizar una valoración objetiva de la realidad, como resultado, no
somos capaces de adaptar nuestro guión a lo que ocurre y terminaremos dando
pasos en la dirección errónea, en pos de una meta inalcanzable.
4.
No tienes un plan B. En la vida, sobre todo cuando emprendemos
proyectos importantes, es fundamental mantenerse atentos a los cambios de
dirección para corregir el rumbo y, si es necesario, aplicar el plan B. El
optimismo tóxico nos impide siquiera valorar esa posibilidad, es como apostar
todo a una única mano, sin ser conscientes de que existen probabilidades de
perder.
5.
Desarrollas expectativas irreales. Organizamos gran parte de
nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, lo cual significa que
alimentar expectativas irreales hará que vivamos en el mundo de nuestra mente,
alejándonos cada vez más de la realidad. En práctica, sería como pensar
siempre: "¿para que necesito el paraguas si no va a llover?"
¿Cómo protegerse del
optimismo tóxico sin caer en el pesimismo?
Cuando pensamos en el
optimismo lo relacionamos con la metáfora del vaso. Ser optimistas es pensar
que el vaso está medio lleno, ser pesimistas es pensar que está medio vacío.
Obviamente, nadie cuestiona la existencia del vaso, el énfasis siempre se pone
en la perspectiva y la interpretación del nivel del agua.
También es curioso que en la
cultura occidental tenemos la tendencia a pensar que las cosas buenas, mientras
más, mejor. Sin embargo, lo cierto es que el exceso de alegría puede degenerar
en moria y el autocontrol emocional puede convertirse en embotamiento afectivo.
Los extremos, incluso los que catalogamos como "positivos", pueden
convertirse en un arma de doble filo.
En el taoísmo, dado que los
eventos no se catalogan como buenos o malos, se promueve un equilibrio entre
los extremos. En esta filosofía se piensa que cualquier extremo, sea negativo o
positivo, no brinda la felicidad y, a la larga, resulta dañino.
1. Comprender
qué es realmente el optimismo. Algunas personas asumen el
optimismo como una negación. De hecho, incluso muchos gurús del Desarrollo
Personal lo venden como tal. El mantra es: “¿Te ha ido mal? No importa, pon
mente positiva”. En realidad, si nos ha ido mal, debemos buscar las causas y
aprender de los errores para no volver a cometerlos. El optimismo beneficioso
es aquel que nos permite seguir adelante, a pesar de las cosas negativas pero
siendo conscientes de ellas.
2.
Abrazar el optimismo proactivo. Ser optimistas es positivo,
decenas de investigaciones han demostrado sus beneficios para nuestra salud
mental y física. Sin embargo, sentarse a desear algo no hará que ocurra. Por
eso, es importante que el optimismo se acompañe con un plan de acción. Si
deseamos algo, no debemos quedarnos de brazos cruzados, debemos trazar un plan
realista para lograrlo. Solo así el optimismo dará sus frutos, caso contrario
conducirá a la frustración.
3.
Bebe una dosis de negativismo estratégico. Alguien dijo: “planea
lo mejor y prepárate para lo peor”. No es adoptar una actitud pesimista sino
adelantarse a los posibles problemas y buscar soluciones, de manera que no
tengamos que renunciar a nuestros sueños. El negativismo estratégico consiste
en prever los problemas y contratiempos, para que estos no se conviertan en
obstáculos insuperables.
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