Cuando entregamos nuestros
sentimientos a alguien, muchas veces no agregamos el componente racional en el
asunto, nos limitamos a lo pasional, a lo emocional y nos hacemos incapaces de
introducir la lógica de la conveniencia a un análisis asociado.
Por eso nos puede resultar
difícil tomar decisiones acertadas en cuanto a quién dedicamos nuestro cariño y
el tiempo que invertimos procurando ser correspondidos. Una vez decidimos
reaccionar y vernos con ojos más benevolentes, reconociendo lo que somos, lo
que queremos y lo que merecemos a nuestro lado, podemos ser un poco más
cautelosos y considerados con nuestro corazón.
Amar es un sentimiento que
en términos generales resulta más placentero cuando es correspondido, sin que
hagamos las cosas para recibir algo, pero sí esperando una disposición similar
a la nuestra en lo que refiere a demostraciones de afecto, solidaridad, empatía
y reciprocidad.
Puede ser que nunca dejemos
de querer a alguien que no correspondió a nuestros sentimientos como
esperábamos, pero sí podemos decidir tomar otro tipo de acciones al respecto
que nos permitan elevar el autorespeto, la autoestima y la dignidad.
El amor no debe mendigarse,
no debe rogarse, no debe pedirse, el amor nace, se decide en cada quien y se
entrega de acuerdo a ciertos criterios de selección. No podemos pretender que
nos quieran de una manera determinada o nos ofrezcan condiciones particulares
si la otra persona sencillamente no está interesada en nosotros para llevar a
cabo cierto tipo de acciones.
Lo que sí podemos hacer es
decidir cómo y a quién amamos nosotros, podemos sentirnos atraídos por alguien,
inclusive tener sentimientos involucrados y aun así podremos decidir cómo
canalizar esos sentimientos y esas emociones. Procurando siempre preservarnos,
cuidarnos y respetarnos.
Cuando insistimos en un amor
no correspondido vamos haciendo un agujero en nosotros mismos, por donde se va
drenando nuestra energía, donde nos alejamos cada vez más de nuestra esencia,
de nuestra seguridad, de nuestro merecimiento y mientras más insistamos en
tener algo que no viene de vuelta, más debilitados saldremos de esa dinámica.
Aprender a valorarnos, a
decir basta, a cerrar capítulos, a entender que no todo lo que queremos ocurre,
aunque pensamos que ésa es la mejor opción de todas es una de las bases de la
madurez, de la sensatez y de la supervivencia. Que no es más que procurar
nuestro bien y el del mayor número de personas involucradas en una situación.
Identifica cuándo detenerte,
cuándo tomar un espejo y verte a los ojos y decirte: siento el daño generado,
estamos bien, recojamos nuestros pedacitos y rearmémonos… Lo haremos mejor la
próxima vez, vinimos a aprender y lo estamos haciendo.
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