a vida no es una carrera de
velocidad sino de resistencia, y para llegar más lejos en mejor forma es
necesario aprender a mantener el equilibrio, saber cuándo es momento de apretar
el paso, cuándo es necesario ir más despacio o incluso detenerse para recuperar
fuerzas. Aún así, mantener ese sutil equilibrio es difícil, es más fácil
dejarse llevar por las emociones y caer en los extremos, sobre todo en una sociedad
donde todo se hiperboliza.
Lucha, pero mantén
la perspectiva
La sociedad nos envía un
mensaje muy claro: persevera y triunfarás. El abandono es sinónimo de fracaso,
de falta de tesón y templanza, de flojera, pero lo cierto es que a veces
abandonar es sinónimo de inteligencia, de sentido común e incluso de simple
supervivencia.
En este sentido, un estudio
muy interesante realizado en la Universidad de Concordia del que pocos hablan,
inmersos como estamos en la “dictadura de la Psicología Positiva”, indica que
renunciar a las metas inalcanzables o demasiado ambiciosas es mucho más beneficioso
de lo que podríamos pensar, sobre todo para nuestra salud.
Según estos psicólogos,
perseguir este tipo de objetivos a toda costa resulta contraproducente. Para
llegar a estas conclusiones reclutaron a 204 personas, a quienes les pidieron
que recordaran sus metas más importantes de los últimos cinco años y qué resultados
habían alcanzado. Además, evaluaron su estado psicológico y de salud,
analizando desde la presencia de estrés a través del aumento del nivel de
cortisol en sangre, hasta la aparición de problemas de salud.
A la vez, les dieron
seguimiento durante todo un semestre a 81 estudiantes universitarios, para
analizar cómo gestionaban sus metas escolares y cómo estas podían incidir en su
estado de salud y su bienestar psicológico.
Así apreciaron que la
capacidad para adaptar las metas era un indicador importante de la salud física
y el bienestar emocional. Las personas que se daban cuenta de que sus objetivos
no eran realistas y los adaptaban a las nuevas circunstancias estaban menos
estresadas y sufrían menos problemas de salud. De hecho, sus niveles de cortisol
en sangre eran más bajos. Al contrario, quienes seguían empecinados en sus
objetivos, a pesar de los fracasos, reportaban mayores niveles de estrés,
sensación de culpa, problemas para dormir, depresión, ansiedad, eran más
propensos a contraer enfermedades de origen vírico y a padecer dificultades
gastrointestinales, dolor de cabeza y problemas en la piel.
¿Dónde está el
límite? La Paradoja de Stockdale
Es cierto que en la vida
muchas de las cosas más valiosas requieren esfuerzo, paciencia y sacrificio.
Darse por vencido demasiado pronto nos conducirá a una vida marcada por el
abandono de los sueños y los proyectos, que conducirá a la insatisfacción y
alimentará la sensación de fracaso. Sin embargo, el exceso de optimismo puede
jugarnos malas pasadas, como lo demuestra la Paradoja de Stockdale, un concepto
acuñado por Jim Collins e inspirado en la experiencia personal del almirante
James Stockdale, el prisionero estadounidense de mayor rango durante la guerra
del Vietnam.
A Stockdale lo mantuvieron cautivo
en el “Hanoi Hilton” y lo torturaron repetidamente durante 8 años. Stockdale
contó que los prisioneros más optimistas, los que siempre creían que les
liberarían en la próxima Navidad, eran más propensos a morir. El problema es
que cuando su previsión no se cumplía, se deprimían, por lo que terminaban
tirando la toalla más rápido que quienes pensaban con mayor objetividad, aunque
sin abandonar la esperanza y el optimismo.
Esto nos indica que, si bien
el optimismo es importante, hay momentos en los que puede jugar en nuestra
contra, generando sentimientos muy negativos. Por eso, tan importante como
perseverar en nuestras metas, es saber detectar las señales que nos indican que
ha llegado el momento de ajustar el rumbo o incluso cambiarlo por completo.
3 señales que
indican que ha llegado el momento de cambiar
1.
No alcanzas los resultados previstos. Si estás dando lo mejor de
ti, si llevas tiempo esforzándote y no has alcanzado unos resultados que te
animen a seguir adelante e indiquen que tu meta es factible y que vas por buen
camino, ha llegado el momento de hacer un alto y repensar tus metas.
2.
Sufres un gran desgaste, físico y/o emocional. Hay
ocasiones en las que, aunque estés logrando resultados, estos te cuestan un
sacrificio enorme, ya sea en términos de salud, bienestar emocional o
relaciones interpersonales. En ese caso deberías preguntarse si realmente esa
meta vale tanto sacrificio, quizá puedes plantearte objetivos más modestos que
representen un desgaste menor.
3.
Las circunstancias han cambiado demasiado. A veces puedes estar
tan obcecado con tu meta que no te das cuenta de que las condiciones han
cambiado y se han vuelto hostiles. Quizá ya no cuentes con el mismo apoyo de
las personas, el mundo haya cambiado a tu alrededor, haciendo que ese proyecto
quede obsoleto o tú mismo ya no tienes las mismas capacidades, disposición o
habilidades con las que contabas antes. En ese caso, lo más inteligente es
ajustar las metas.
Fuente:
Wrosch, C. et. Al. (2007)
Giving up on unattainable goals: benefits for health? Pers Soc Psychol Bull;
33(2): 251-265.
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