No te equivoques: estoy sola
pero no siento el vacío de la soledad. No te veas entonces en la obligación de
compadecerme, no me pongas etiquetas ni aún menos me busques pareja. Estoy
donde quiero estar. Porque estar sola es mucho más inteligente que compartir
vida con la persona equivocada.
Como podemos ver, la soledad
que se busca o se necesita en un momento dado, es un aspecto muy poco
comprendido socialmente. De hecho, incluso Aristóteles solía decir que
únicamente los dioses o las bestias aman estar solos. No obstante, moralistas
franceses del siglo XVIII como el marqués de Vauvenargues, explicaban que la
soledad es al alma lo que la dieta al cuerpo: algo que deberíamos practicar de
vez en cuando.
“Te escribo para decirte que te libero de mí, vamos,
te “amputo” de mí, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de
ti ni que tú sepas de mí”
-Carta de Frida Khalo a Diego Rivera-
Aprender
a estar a solas y disfrutar de ello de vez en cuando, es algo que,
efectivamente, todos deberíamos conseguir. De
hecho, quien no lo logra, debe encarar a menudo la dura tarea de llenar
espacios, sanar miedos y aliviar inseguridades de la peor manera: ocupando
vidas ajenas o anclándose a la primera persona que pase ante ellos.
Lo que sea con el fin de
defenderse de ese demonio llamado soledad o de la incapacidad de estar con uno
mismo. No es lo adecuado. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Estoy sola, pero
estoy bien
“Ahora estoy sola, pero
estoy muy bien así”. Esta frase, aunque sea cada vez sea más común, sigue
desprendiendo cierta necesidad por tener que justificarnos, por dejar claro que
aunque nos vean viviendo solas, sin parejas o sin nadie a nuestro lado, es una
soledad placentera. Una experiencia elegida de la que disfrutamos, aunque otros
no lo entiendan.
Los tiempos cambian, no hay
duda. Sin embargo, la imagen de una mujer soltera no se percibe igual modo que
la de un hombre sin pareja. Es como si el tiempo pasara más rápido para ellas,
como si se les apremiara a hacerlo todo lo antes posible para ajustarse a un
reloj biológico impuesto socialmente: hay tener un buen trabajo, encontrar una
buena pareja y convertirse, al poco, en una supermamá.
Ahora bien, como decimos,
los tiempos cambian y las mujeres ya no se obsesionan por buscar. Muchas
prefieren ser encontradas. Otras dejan a un lado los relojes biológicos para
seguir sus propias brújulas mentales y emocionales. Pueden encontrar la
plenitud con una pareja, sin duda, pero si esa relación fracasa, son capaces de
seguir sus rumbos. Porque son responsables de sí mismas, porque no temen la
soledad. Es un reencuentro con uno mismo, y eso siempre sana. Siempre
reconforta.
No estás sola, te
rodea la vida
Cuando tenemos a un amigo o
a una amiga soltera siempre intentamos buscar la oportunidad para que conozca a
alguien. Le comentamos que no es bueno estar solo, que enamorarse siempre vale
la pena, y que la vida, es mucho más hermosa si se camina de la mano de
alguien.
La soledad a veces, es adictiva. Cuando te das cuenta
de cuánta paz hay en ella, dejas de querer lidiar con la gente.
-Carl Gustav Jung-
Ahora bien, es muy posible
que esa amiga nos diga que “estoy sola y estoy muy bien así” y que nuestro
amigo, nos responda aquello de que “ahora no quiere saber nada de eso”. Unos lo
entenderán y la mayoría lo verán con extrañeza porque generalmente, la soledad
nunca se ve como algo viable sino más bien como un tropiezo desafortunado.
Si pensamos en ello durante
un momento nos daremos cuenta de algo: en realidad nunca estamos solos, nos
rodea la vida. Además, la mayoría disponemos de nuestro propio grupo de
pertenencia, familia, amigos, compañeros, etc.. Una pareja no siempre nos salva
de la soledad, ni está ahí para ello. En ocasiones, hasta nos acerca por primera
vez al abismo más oscuro de esta dimensión, como lo es por ejemplo la soledad
emocional.
Nadie está solo si aprende a
quererse a sí mismo. Porque todos
habitamos en nuestras mentes, porque pensar, soñar, proyectar y sentir, lo es
todo menos un acto solitario. Somos bailarines en nuestros propios
mundos interiores. Somos sanadores de heridas, ejecutores del perdón y artífices
de nuestros destinos.
Así que no, no te
equivoques, no estoy sola porque me ate la vida, porque se destrocen mis
ilusiones ilusiones. He dejado de tener miedo al miedo, soy una inquilina
satisfecha de mis espacios interiores y atiendo el futuro sin ansiedad,
sabiendo aprovechar mi presente.
Todos
deberíamos ser capaces de deleitarnos de vez en cuando de estos momentos de
soledad elegida, de ese disfrute donde el silencio y la paz
interna maduran los frutos del alma.
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