Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de
la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario,
pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando
puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos
de la vida que se van clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni
siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo,
hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni
empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar
vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Paulo Coelho
A veces esperamos que las
cosas cambien solas, que llegue alguien con una varita mágica y lo haga todo
maravilloso. Sin embargo, esto nunca sucede, o al menos la casualidad no genera
grandes cambios emocionales.
Esta especie de pensamiento
mágico lo mantenemos, sobre todo, cuando algo duele en nuestro interior, cuando
una herida nos limita o nos está bloqueando.
Por eso, es importante
atender a nuestro pasado emocional, a esos recuerdos que permanecen dentro de
nosotros y que nos descomponen. Debemos aspirar a sanarnos y a liberar nuestros
sentimientos, nuestras emociones y nuestros pensamientos. Sin excusas.
Recomponte y suelta
el dolor
Las heridas del alma están
infectadas de dolor, de la rabia, de tristeza, de ira, de engaño, de abandono,
de odio, de traición, de pensamientos negativos y de cientos de sombras que nos atormentan.
Es por esta razón por la que
se hace imprescindible soltar y renovarnos. Para ello, hemos de desinfectar
nuestras heridas, coserlas y esperar a que cicatricen. Pero.., ¿cómo podemos o
debemos hacerlo?
Paso 1-
Indaga en tu interior y localiza tus heridas. ¿Dónde te duele? ¿Te
incomoda hablar de algo o de alguien? ¿Te sientes triste o airado cuando
recuerdas algo? ¿Desde cuándo crees que te pasa? ¿Por qué piensas que te sucede
esto? Cuando algo te duela o incomode hazte estas preguntas y respóndete con la
mayor sinceridad posible.
Paso 2-
Habla sobre ellas y desinféctalas. Como ya hemos comentado, las heridas del alma
nos atormentan y duelen por todo lo que traen consigo. Reflexiona sobre ello y
verás cómo te vas sintiendo mejor.
Habla sobre ellas, no
importa el tiempo que lleves padeciéndolas en silencio, libérate con alguien de
confianza que tenga un corazón paciente dispuesto a escucharte. En el caso de
que tu problema esté muy enquistado, consulta con un profesional. Esto es imprescindible
para la sanación.
Paso 3-
Drénalas. Deja que tu dolor fluya y emane, sea en
forma de llanto o de cualquier otra manera.
Drena tus heridas y vacíalas.
Repara lo que se ha
roto y siéntete orgullosa de pertenecer al Clan de la Cicatriz
Los japoneses tiene una
práctica artística maravillosa que encierra numerosas enseñanzas. Cuando un
objeto se rompe, reparan sus pedazos rellenando las grietas son polvo de oro.
Este arte, el Kintsukuroi, pretende que la pieza dañada sea aún más fuerte y
más bella que lo que era anteriormente, señalando esa zona como la más valiosa.
De aquí debemos aprender que
la mejor manera de superar el dolor es convirtiéndolo en superación, en una
parte distintiva. Al fin y al cabo, nuestras vivencias conforman quiénes somos
hoy.
Cuando consigas llevar a cabo todo este proceso
dejarás de ofenderte por lo que ya no te afecta y reconocerás lo que sí que lo
hace para poder sanarlo. Solo entonces serás emocionalmente libres y lo
negativo ya no te atrapará en la negrura, facilitando tu recorrido por el
sendero de la vida.
Este articulo fue realizado gracias a mujer.guru Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
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