Me quedé con muy
poco, pero obtuve paz
Realmente por nuestra vida pasan ciertos vendavales que parecen devastarnos. Otros vientos parecen resonar mucho menos perturbadores, aunque su brisa nada agradable pueda estar apareciendo de forma constante y sin conceder tregua, arrebatándonos la paz. En cambio hay otros vientos que nos devuelven al sentido de la vida misma. Vientos de vitalidad que nos traen el cariño de las personas que parecen haber nacido para compartir la vida con ellas. Vientos de azote, otros de paz.
Sin embargo, algunas veces
esos vientos llegan a convertirse en torbellinos demasiado potentes y logran
arrastrarnos con ellos. Quizás éramos ya “un peso pluma” para ellos,
debilitados por pequeños acontecimientos negativos que nos hacían tambalear sin
llegar a caer. Sin embargo en otras ocasiones los vendavales llegan cuando
menos te lo esperas y golpean con una brutalidad inesperada arrebatando la paz
a tu vida.
En el momento en el que
estás en su interior y puedes sentir toda su fuerza, puedes tener la sensación
de que empiezas a perder poco a poco todo lo que creías seguro en tu vida. Tu
cabeza empieza a dar vueltas hasta llegar a ver realidades dolorosas que nunca
hubieras querido ver (como una traición o un abanadono) mientras esos
movimientos bruscos de ideas parecen ir asentando otras de mayor importancia.
Es entonces cuando entiendes
que ese vendaval se llevó una parte de ti, pero no la mejor. Necesitaba llevársela
de esa forma para que así reaccionases y buscases tu propia paz. Es cierto que
he sufrido esos vendavales en mi vida y aún hoy no estoy segura de si hubiera
sido mejor que no golpearan con tanta fuerza. Pero si bien es cierto esto,
también lo es que me mostraron lo esencial. Me quedé con muy poco, pero
suficiente para salir adelante y estar en paz.
Con ramas secas,
pero albergando paz
Todos
hemos pasado por una etapa en la que parecía que la vida no estaba dispuesta a
darnos una tregua, ni un mínimo margen para que pudiésemos
detectar por qué todo parecía tan confuso. No creo en la ley de la atracción,
en cambio sí creo en que cuando algo va mal, si no detectas “el qué”, la vida
no para hasta que te das de bruces con ello. Por las buenas, o por las malas.
La cuestión es que todo ese
olor que pensaste que valía la pena, era solo un humo coloreado. No tenía
esencia ante la adversidad. Ese sentimiento de admiración y misterio por algo,
se derrumbó para mostrarte la mediocridad que escondía.
Hay veces que parecemos
perder todas nuestras frondosas ramas y resplandecientes flores, como un árbol
de ramas secas. Pero no olvides que existe algo poético en la contemplación de
ese árbol, seco y raído. Parece albergar siempre un anhelo, una esperanza, una
promesa.
Ese árbol a pesar de todo, sigue en pie. Además, sin
nada que lo adorne parece más auténtico que nunca. Se ha quedado con
prácticamente nada, pero con lo suficiente para seguir adelante.
Parece estar en paz, pero
prometiendo dar guerra pronto. Parece que la promesa que alberga su extrema
raquitidad es su mayor virtud. Y es que, en ocasiones, las mejores cosas son
las que fueron bellas y ya no volvieron a repetirse y las que ahora están
muertas pero anuncian su intención de revivir. En ese plano plano de la
existencia, se encuentra el sentido único de la vida.
Las ramas que
empiezan a florecer
Parece que hay que dejar de
lamentarse. Lo que
sentimos como un tsunami y que se llevó todo lo que pensábamos que nos hacía
especiales, también se ha llevado multitud de cosas inservibles.
Tomamos consciencia de esto, enderezamos los hombros y sentimos la espalda más
ligera.
Todo se ha vuelto más
espontáneo y más natural. La hipocresía ya no nos irrita, simplemente nos
produce una carcajada interna. No hay mejor respuesta para las personas que te
han hecho daño por obra, omisión o tremenda decepción en esta vida que la
indiferencia interna que de repente eres capaz de practicar. Ni tan siquiera
tienes que contarlo a los demás. Es como esa sonrisa espontánea que surge con
los primeros aires del amor correspondido.
Los corazones apasionados
solo se rompen ante algo que de verdad, que pueda hacer mella en ellos para
siempre. Alguien inteligente siempre añora al que tuvo valor. La cobardía no
suele permanecer en el recuerdo. Eso solo te recuerda el daño de tu ego, no el
dolor de la pérdida.
Es por ello que las flores
empiezan a renacer. Te das cuenta de que un día pareció que te quedabas sin
nada, pero que todo ese proceso era necesario para estar como ahora te
encuentras. Ni tan siquiera tienes la más mínima intención de culpar. Esa
sensación de paz solo se da en contraposición a los grandes golpes. O pueden
contigo, o te transforman completamente.
Es un privilegio vernos a
veces sin nada. Ver partir muchísimas cosas. No todo el mundo encuentra sentido
a ese proceso de ver partir mientras resistes. Esperan poder encontrar, con su
espera, que tenían la razón y muchas veces en ese proceso la pierden.
La razón de ese proceso ya
está puesta en el futuro. Ya has visto qué es lo realmente importante para
salir adelante. Vas más ágil, que no quiere decir exento de problemas. Pero
vuelves a estremecerte con las caricias de verdadero romance y a reír a
carcajadas con amigas. A disfrutar de tu vida social, ni tan siquiera tienes ya
la necesidad de demostrarlo.
Lo más maravilloso de todo
es que has seguido en pie con dignidad y que ya no eres la misma, sino que te
sientes mucho mejor. No añoras sonrisas del pasado. Las actuales ya son las que
te identifican con lo bueno que está por llegar y que a veces han surgido de la
claridad vertida por la fuerza de ese vendaval.
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