Cada uno debemos ver lo que
realmente es importante para nosotros y valorar hasta qué punto merece la pena
sufrir o no por ello. Al encontrar el equilibrio interior conseguiremos
eliminar el estrés.
Todos tenemos grandes
sueños, grandes esperanzas que marcan nuestros objetivos cada mañana. Tener
propósitos es, sin duda, algo positivo pero, como todo en la vida, hay que
saber mantener el equilibrio.
Hay quien aspira a tantas
cosas que deja escapar el presente porque no se ajusta a sus expectativas.
Otros, por su parte, solo ansían acumular cosas, personas, objetos… y se
olvidan de obtener experiencias y emociones positivas con las cuales
enriquecerse de verdad.
Podríamos decir aquello de
que “a la vida llegamos sin nada y nos vamos de igual forma”. No obstante, no
hay legado más rico, más pleno y reconfortante que el llenar nuestro corazón de
las cosas más sencillas que nos trae el día a día, esas que no se obtienen a
cambio de dinero y que, en esencia, nos aportan la auténtica felicidad.
Te invitamos a reflexionar
sobre ello con este artículo.
La grandeza de los
corazones humildes y sus tres principios
En ocasiones, nuestra sociedad suele asociar el concepto “humildad”
con debilidad, con alguien que no encara la vida con fuerza o con
orgullo. Por otra parte, también se relaciona a las personas humildes con esa
parte de nuestra población que es capaz de desprenderse de sus bienes físicos
para ayudar a otros.
Nada más lejos de la
realidad. Cuando hablamos de una persona humilde no se trata de pensar de
inmediato en alguien que practica el budismo y que se sienta en posición de
loto.
La
humildad debería ser un propósito vital que inculcar a los niños desde bien
pequeños para conseguir adultos más íntegros, respetuosos y, a la vez, felices.
1. ¿Cuántas cosas
necesitas a día de hoy para ser feliz?
Reflexiona
durante unos minutos en esta cuestión ¿qué necesitas hoy para ser feliz? Es muy
posible que lo primero que te venga a la mente sean estas dimensiones:
-Estar conmigo misma unas
horas, en soledad, pasear por un lugar tranquilo.
-Compartir un tiempo de
intimidad con mi pareja.
-Pasar un buen rato riendo y
jugando con mis hijos.
-Comer con mis padres,
dejarme querer y demostrarles mi amor.
-Disfrutar con mis amigas,
bromear, pasear, descubrir, recordar buenos momentos…
Si has pensado en todas
estas ideas, está claro que tu corazón sabe centrarse en aquello que de verdad
importa en el día a día: la familia, las amistades y una misma.
Son espacios que deben
llevarse con armonía, sin descuidar ninguno, ni siquiera tu crecimiento
personal.
2. La sencillez es
la llave para combatir el estrés
En ocasiones te hablamos en
nuestro espacio de todos esos alimentos y pautas que debes seguir en tu día a
día para combatir el estrés. No obstante, el mejor consejo que podemos
ofrecerte para lograr equilibrar tanto la ansiedad como el estrés es, sin duda,
llevar una vida sencilla.
Llevar una vida sencilla no
significa tener que renunciar a determinadas cosas, sino a priorizar unas por
encima de otras.
Los corazones que saben
atenderse a sí mismos, que saben escucharse y que, a su vez, aprenden a ser
felices con menos cosas, logran exigir menos a la vida y, por tanto, se acercan
más a un equilibrio cotidiano donde ya no existe el estrés.
Debemos entender que el
estrés tiene como principal función ponernos en alerta “ante un riesgo o ante
un peligro cercano del cual escapar”.
Si aprendemos a
desprendernos de ciertas cosas, a relativizarlas, desaparecerá esa sensación de
alarma y de presión con la cual nos levantamos cada mañana.
Hay quien vive toda su vida
con estrés crónico. Son personas que se han habituado a vivir hacia afuera y no
hacia dentro.
Intentan ir más allá de sus
propias posibilidades, atienden a otros más que a sí mismos, piensan que el
equilibrio está en cumplir todos esos objetivos externos, cuando, en realidad,
han perdido de vista su propio corazón. Su propio interior. Debemos pensar en
ello.
3. El corazón que se
llena con poco no es cobarde ni aspira a poco, sino que busca lo que es
IMPORTANTE
Conformarse con poco no es
renunciar, es priorizar aquello que es importante. Ahora bien, ¿y qué es de
verdad vital en nuestro día a día?
Cada uno tendremos, sin
duda, esos aspectos esenciales: puede que en tu caso sea tu pareja, o tu salud,
o el estar bien contigo mismo superando alguna mala experiencia vivida.
Cada uno de nosotros debemos
tener claro aquello que de verdad importa. Lo demás es secundario. En
ocasiones, también hemos de aprender a “soltar”, a desprendernos de todos esos
aspectos (personas incluidas) que, a veces, hacen nuestra vida más complicada e
infeliz.
Una persona fuerte y
valiente no es aquella que más soporta, ni la que más aguanta sobre sus
espaldas. Alguien fuerte es aquel que ha aprendido a renunciar y a dejar atrás
ciertas cosas para tener ahora un corazón más grande que ama las cosas
sencillas.
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