Hay una buena razón por la
que el “no” es una de las primeras palabras que aprendemos a pronunciar cuando
somos pequeños. De hecho, los niños pasan por una fase de negativismo en la que
suelen decir no a todo, por principio y sin valorar demasiados detalles. De
esta forma reafirman su identidad. De hecho, descubrir la existencia del no y
sus implicaciones es un gran acontecimiento para el niño ya que se da cuenta de
que tiene derecho a decidir sobre su vida, aunque al inicio se trate solo de
pequeñas decisiones.
Aprender a decir no también
es importante para mantener nuestro equilibrio emocional. La vida nos plantea
continuamente nuevos caminos que podemos emprender, nos tienta con opciones que
a veces no son las más adecuadas para nosotros. En esos casos, decir no implica
ser capaces de mantenerse en el camino que nos hemos trazado, centrados en
nuestros objetivos.
Además, en ciertas ocasiones
decir no es la única manera que tenemos para defender nuestros derechos y
mantener a raya a personas que están dispuestas a vulnerar nuestra libertad,
apropiándose de nuestro tiempo y actuando como auténticos vampiros emocionales.
En el ámbito profesional,
manejar el arte de las negativas también es fundamental, sobre todo para que no
nos sobrecarguen con tareas que no nos pertenecen y para no asumir compromisos
que no podemos llevar a buen término. Obviamente, debemos aprender a decir no
respetando a los demás y manteniendo buenas relaciones.
Establecer límites
también es una expresión de amor propio
1.
El “no” rotundo
En algunas ocasiones
encontrarás a personas que te proponen planes o hacen peticiones para las
cuales conoces perfectamente tu respuesta: un no rotundo. Cuando tienes una
decisión muy clara y sabes que lo que te están pidiendo o proponiendo no es
para ti porque puede hacerte daño o vulnera tus valores, no temas a dar un no
categórico.
Es cierto que decir no es
complicado, pero debes recordar que si algo no te gusta y puede lastimarte de
alguna manera o hacerte sentir mal, no tienes por qué hacerlo. De hecho, a
veces decir no es una expresión de amor propio, de respeto hacia uno mismo.
Establecer límites no es
negativo, es la expresión de una persona que sabe lo que quiere y que conoce
perfectamente hasta dónde está dispuesta a llegar. Por otra parte, un no
sincero, en vez de dar largas, también es una expresión de respeto hacia la
otra persona ya que así le ahorraremos tiempo y le permitiremos reorientar
rápidamente su búsqueda. Si no estamos dispuestos a hacer algo, es mejor
decirlo inmediatamente.
2.
El “no” a medias
No siempre es necesario
decir que no, pero a veces no estamos dispuestos a llegar tan lejos como
demanda la otra persona. De hecho, este tipo de situaciones son muy comunes en
nuestra vida cotidiana y, a la larga, como terminamos cediendo, son las
principales responsables de que nos involucremos en proyectos o relaciones que
en realidad no nos apetecían.
En ese caso, puedes ofrecer
un no a medias. Es decir, puedes decirle a esa persona que estás dispuesto a
ayudarle en determinados aspectos pero no en otros, que puedes satisfacerla
solo hasta cierto punto, pero que no estás dispuesto a ir más allá.
Puedes aprovechar ese
momento para indicar exactamente cuáles son tus límites y condiciones. A la
otra persona le debe quedar clara tu postura respecto a su petición, para que
después no reclame lo que no te comprometiste a hacer.
Otra posibilidad que brinda
un no a medias es la negociación. Por ejemplo, es posible que no estés de
acuerdo con la demanda inicial pero si la otra persona cambia algunos detalles,
podrías ceder. De hecho, se trata de una estrategia muy asertiva ya que de esta
manera todos ganan.
3.
El “no”, quizá más tarde
Si algo no te interesa, es
mejor decirlo inmediatamente. De esta manera somos sinceros y respetuosos con
la otra persona. Sin embargo, hay ocasiones en que simplemente no estamos
dispuestos a aceptar determinada propuesta, al menos en ese momento, pero
podríamos hacerlo más tarde.
En ese caso, lo más
conveniente es no dejarse presionar y dejar claro que en ese momento no estamos
disponibles, pero quizá más adelante podríamos involucrarnos en el proyecto o
satisfacer la demanda. Vale aclarar que no se trata de darle largas al asunto porque
no tenemos el coraje de dar un no rotundo, sino de dejar claro que nos interesa
el tema porque no tenemos tiempo.
Por ejemplo, una persona
puede proponerte un proyecto profesional muy interesante pero tus problemas
personales actuales o un proyecto que te consume mucho tiempo te impide
aceptarlo. En ese caso, la propuesta realmente te interesa pero no te puedes
comprometer inmediatamente. Lo más conveniente para ambas partes es pactar un
plazo de tiempo prudencial, pasado el cual darás tu respuesta definitiva.
¿Por qué somos
reacios a decir no?
- Porque tenemos miedo a ser
vistos como una persona de mente cerrada y rígida ya que en nuestra sociedad se
ha asociado el sí a una mayor flexibilidad y apertura, cuando en ocasiones solo
esconde una profunda falta de carácter.
- Porque es un hábito que aprendimos de niños, cuando
pensábamos que decir sí implicaba obtener la aprobación de los demás, sobre
todo de los padres, que se enfurecían ante nuestras negativas.
- Porque tenemos miedo a quemar los puentes que dejamos
detrás y cerrarnos una vía de escape que podría sernos útil en el futuro.
- Porque tenemos miedo a la reacción de los demás o a
herirlos con nuestra negativa pues pensamos que no la encajarán bien.
- Porque nos preocupa que nos tachen de egoístas cuando
en realidad solo estamos defendiendo nuestro derecho a establecer límites que
nos protejan.
Sin embargo, decir que no es un derecho, sobre todo si
las otras personas pretenden disponer de nuestro tiempo y recursos a su
voluntad. De hecho, a veces decir no es una cuestión de supervivencia
psicológica, no de egoísmo. Un no sincero también es una forma de demostrar
respeto por la persona, y siempre es preferible a dar un sí y luego no cumplir
la palabra dada teniendo que recurrir a excusas.
Las 3 reglas de oro
para dar una negativa
1.
Sé amable pero firme. Si decides dar una negativa, a la otra
persona debe quedarle clara. Para ello no es necesario que seas desagradable,
puedes decir que no con un tono amable y declinar cualquier invitación o propuesta
con una sonrisa en los labios.
2.
Explica brevemente tus razones. No inventes excusas ni
divagues demasiado porque parecerá que te sientes culpable, limítate a explicar
brevemente el por qué de tu negativa. Las personas se sienten mejor cuando reciben
una razón.
3.
Sé humilde. Dar una negativa no debe hacer que te
sientas culpable, pero tampoco te debe empoderar. Di no con humildad, sin
pretender que eres mejor o más capaz que la persona que está pidiendo tu ayuda.
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