El
camino hacia la realización personal y la calma espiritual es arduo y a
veces sumamente angustiante. Es tanto lo que vivimos y lo que procesamos que a
veces, llegar a estar en paz con nosotros mismos y con lo que nos rodea parece
casi una misión imposible.
Quién ha tenido que afrontar
situaciones dolorosas, la mayoría de las veces ha arriesgado su comodidad y ha
apostado por la superación en detrimento del estancamiento personal y
emocional, pudiendo llegar a encontrar esta calma en el momento y las circunstancias
más insospechadas.
Puede ser que de forma
inconsciente, nuestra lucha interior se fuese cristalizando en logros
imperceptibles para nosotros pero al acumularse uno detrás de otro, dio frutos
maravillosos. De repente no necesitas que todo sea ideal y esté controlado,
simplemente disfrutas de lo que tienes e ignoras lo que te hace daño.
Quién ha luchado por mejorar
se da cuenta de que una de las mejores formas de alcanzar el bienestar es,
simplemente, saber cuidarse a uno mismo. Y eso requiere una serie de sabias
decisiones, que balancean lo que queremos y lo que no queremos en nuestra vida.
Saber escucharme, en
lugar de solo escuchar lo que los demás dicen de mí
No hay
nada peor que supeditar tu vida y tu personalidad a la aprobación constante de
los demás. Es muy fácil convertirse en una muñeco roto si acatas
todo lo que la sociedad supone que es mejor para ti.
Tu personalidad nunca estará
integrada en un todo, sino que será una construcción de retales y viejas ideas
impuestas en ti, sin que tan siquiera te hayas planteado el verdadero sentido
que tienen para tu alma.
Saber escucharse a uno
mismo, hacer caso a tu intuición, perderte por dónde los demás dicen que no
vale la pena que vayas y encontrarte al final del camino con el trozo más
auténtico de ti, para quedártelo y decidir llevarlo siempre contigo. Eso es un
triunfo.
Apartarme de todo
aquello que no es bello, útil y divertido
Sí, elegí ser un poco hedonista
y el resultado fue mejor de lo esperado. Seguir esta premisa me ha traído solo
buenas sensaciones y ha evitado la mayor parte de las malas vibraciones que
giran mi alrededor.
“El placer es el bien primero. Es el comienzo de toda
preferencia y de toda aversión. Es la ausencia de dolor en el cuerpo y de la
inquietud en el alma.”
-Epicuro-
Si uno
no es capaz de entregarse a los placeres de la vida, debería cuestionarse
profundamente qué es para él la vida, y quién o quienes les han
hecho creer que estaba en lo equivocado o lo acertado.
Disfrutar es un verbo con
una conjugación que resulta positiva en singular y plural: Yo disfruto, tú
disfrutas y nosotros disfrutamos. Casualmente, si yo soy la primera persona en
hacerlo, contribuiré a que esa conjugación se extienda a los que están a mi
alrededor.
No tengo que
sacrificarme por nada ni por nadie. Luchar por lo que quiero y por los que quiero
es un placer y un privilegio
Nuestra sociedad nos ha
impuesto la idea de que todo lo que vale la pena implica sacrificio, pero a mi
esa palabra me transmite angustia. La he sustituido por pasión, constancia o
por tenacidad. Las cosas que mejor he aprendido en mi vida han estado dotadas
de un ambiente relajado, de una concentración placentera en lo que hacía porque
estaba siendo interesante. Trabajar por algo que no nos gusta se llama estrés.
Trabajar por algo que nos gusta se llama pasión
Los
conceptos más difíciles de la vida académica y de mi vida personal solo se han
acomodado en mi mente y en mi espíritu cuando iban acompañadas de
una explicación dulce y una actitud empática.
De hecho, he observado que
las personas que ha optado por el continuo sacrificio, por la asunción de dogmas
sociales, por apartar todo lo desconocido por poder ser peligroso son personas
con un aura gris, apagada, con ceños fruncidos y lenguas viperinas. He empezado a entender que mi locura era más sana que
la rígida cordura de otros.
Que en el amor a
veces hay que perder el orgullo, pero jamás la dignidad
Cuando
me regía por reglas y no por sentimientos, mi corazón y mi mente estaban
heridos y mi alma encarcelada. Empecé a cansarme de esa
forma tan mediocre de amar y sentir, y decidí tirarme a la piscina aunque
estuviese vacía. A veces me he llevado golpes tremendos, y en otras ocasiones
he terminado navegando.
No hay nada peor en la vida
que sentir miedo a experimentar un sentimiento tan apasionante como el amor.
Gracias a esos golpes, me sigo tirando a piscinas vacías pero con una técnica
que impide que sufra graves contusiones o heridas, aunque sí que algún que otro
rasguño que me perdono porque no hay peor herida que la que te hace sentir el
vacío de no atreverte a nada.
Que tengo que cuidar
a los que quiero y me quieren, y eliminar de mi vida a todo aquel que me
infligió un daño intencionado
La vida nos da un tiempo
limitado para que la disfrutemos, así que no
pienso malgastar ni un segundo más de mis pensamientos y de mi tiempo en
intentar entender porque algunas personas me hicieron daño con su indiferencia,
trataron de humillarme, me traicionaron o me juzgaron.
“La honestidad es un regalo muy caro, no la esperes de
gente barata.”
-Warren Buffet-
Desde que lo decidí, esa
parte destinada a estos quehaceres absurdos e inútiles ha quedado vacía de
resentimiento y abierta y dispuesta a llenarse de todo aquello que me hace ser
feliz. De todas esas personas que aun con dificultades en nuestros caminos nunca
emplearán la maldad sobre mí.
Todo lo
que sé ahora es un privilegio que no compré con dinero. A
mi me ocurrió simplemente cuando empecé a cuidarme, y es verdaderamente un
regalo.
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