Tal vez
podamos pensar, que somos infalibles, que nuestras opiniones,
digan lo que digan, son las acertadas, que jamás nos equivocamos y
lastimosamente todo el mundo está en un error, que hay miles de culpables fuera
de nosotros mismos y un sinfín de razones por las cuales, no tenemos la
necesidad de arrepentirnos… sin embargo, bien sabemos que esto no es así en lo
más mínimo.
Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre
nuestra tumba serán las de las palabras no dichas y las de las obras
inacabadas. Harriet Beecher Stow
Sabemos perfectamente que
todos los seres humanos, absolutamente todos, nos equivocamos alguna vez o
muchas veces, la diferencia está en aquellos que se arrepienten y conocen su falla y aquellos que jamás
aceptarán su error, esto es opción de cada quien.
Ocurre que el arrepentirse,
es en sí mismo un acto de aceptación, de asimilar lo sucedido, de reconocer el
error y es el primer paso para aceptar que ese error sea transformado y aunque
quizás ya materialmente no se pueda cambiar, en el fondo sabremos que algo en
nosotros cambiará para siempre.
Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello,
que arrepentirse de no haber hecho nada. Giovanni Boccaccio.
El arrepentimiento conlleva
un lamento, por aquello que se pensó, se dijo o se hizo o se dejó de hacer, es
ese deseo de volver hacia atrás una acción, de evitarlo o de no poder
repetirlo… el caso es que el arrepentimiento es una carga pesada, especialmente
si decidimos vivir con ella y jamás decirla.
Podemos pensar que con estar arrepentidos, aunque sea en
nuestro interior resguardado del conocimiento externo, bastará para sanar de
alguna manera el acto cometido, sin embargo, la verdadera liberación parte del
hecho de poder reconocer libremente y sin temores, aquello que se genera en
nuestro interior.
Haber hecho o no algo, y sentirnos arrepentidos, resulta
considerablemente ligero si además lo compartimos, lo manifestamos, incluso
puede llegar a tener efectos sorprendentes en la vida, nuestra y de otras
personas.
Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que
tienen las enfermedades del alma. Miguel de Cervantes.
El
principal promotor de nuestro silencio en torno al arrepentimiento, es el
orgullo, la vergüenza de sentirnos expuestos ante el hecho de reconocer que no
estamos conformes con lo que hicimos, que deseamos que no
hubiera pasado o haber tomado otro camino, no nos damos cuenta que el
arrepentimiento, es la prueba viviente de que se ha aprendido la lección, de
que se ha asimilado el daño o la falla y de que somos capaces de tomar
decisiones y caminos diferentes en las mismas circunstancias.
El vivir una vida llena de
arrepentimientos, puede ser un camino muy tortuoso, indudablemente poder hablar
de ello a otros es un gran aliciente para nuestra vida y para nosotros mismos,
pues las penas son más llevaderas si son compartidas y el arrepentimiento no
tiene que ser un pesar, es la fase brillante del cometer errores, de aprender
de ellos, de escarmentar y de saber reconocer qué estuvo bien y qué pudo dar
mejores resultados.
Arrepentirse
es un acto de valentía, de sabiduría y de fortaleza y poder expresarlo, con
serenidad y transparencia, es el acto de amor más humilde que pueda verse,
pues contra esto no hay orgullo ni dignidad corrompida, únicamente el deseo
puro de hacerlo mejor…
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