A menudo suele decirse que
lo importante de una familia no es que viva junta, sino que esté unida. No
obstante, ello no siempre es posible. Somos un caleidoscopio muy complejo con
diferentes intereses y sentimientos que no suele armonizar tanto como
quisiéramos.
En ocasiones, hay quien
piensa también que por el hecho de compartir un vínculo genético, existe la
obligación moral de estar unido a quien en algún momento nos hizo daño, nos
abandonó, o con quien simplemente, “no encajamos”.
La sangre te hace pariente, de ello no hay duda, pero
es la lealtad la que crea una auténtica familia, ahí donde incluir no solo a
los familiares más significativos, sino también a nuestras amistades.
Todos tenemos muy claro que la familia simboliza ese pilar casi infalible que nos
ofrece raíces, seguridad y ese amor incondicional que
arropa, que sabe ser cálido y que acompaña cada paso a lo largo de nuestra
vida. Ahora bien, cada uno de nosotros disponemos de nuestra propia realidad y
nuestras propias experiencias. Y para muchos, la palabra “familia” puede ser en
cierto modo una etiqueta vacía con la que no pudo crear vínculos
significativos.
Por ello, siempre es
catártico concebir este término de una forma más amplia. Si en el pasado no
tuviste su apoyo, tienes todo el derecho a crearla en la actualidad incluyendo
a toda persona que te ofrezca amor, aliento y esa reciprocidad que todos necesitamos.
Hablemos hoy sobre ello.
La familia como
compromiso vital
Nadie viene a este mundo
sabiendo cómo crear una familia. En
realidad, para formar una familia no se necesitan conocimientos teóricos, sino
voluntad, cariño, inteligencia emocional y un compromiso vital con los
nuestros.
Ser familia implica tener un compromiso con las
personas que amamos, favoreciendo además el crecimiento personal de cada uno de
sus miembros, y ayudarlos a ser ellos mismos respetando sus diferencias.
Ser familia no es algo
rígido e inmanente. Las familias son entidades en continua evolución y
trasformación, y ello, en ocasiones, supone también una amenaza para muchos de
sus componentes que no aceptan “dichos cambios”.
-Madres que no aceptan por
ejemplo el que sus hijos vayan madurando y adquiriendo competencias siendo cada
vez más independientes.
-Padres que no ven con
buenos ojos que sus hijos tengan ideas y voz propia, y deseen seguir un camino
distinto al que tenían previsto para ellos.
-Familias que nunca terminan
de aceptar la llegada de nuevos miembros como las parejas de los hijos, las
familias políticas o la salida del hogar de sus vástagos.
Pocos organismos son tan
dinámicos y cambiantes, y en pocos escenarios se producen a su vez tantos
problemas, traumas y desilusiones como en las familias.
Son ese primer escenario
social donde desarrollar dimensiones tan básicas como el apego infantil, donde
sentirnos seguros y reconocidos para empezar a explorar el mundo. Es aquí
también donde desarrollamos, la relación de intimidad, y reciprocidad, que de
no existir, puede ocasionarnos graves vacíos emocionales.
La finalidad de una familia no es solo asegurar la
supervivencia de sus miembros. Es alimentar emociones, es alentar sueños, sanar
miedos, infundir esperanzas y ofrecer confianza sin chantajes ni dobles sentidos.
De no
darse, o de ofrecer todo lo contrario, tenemos pleno derecho a construir
nuestra propia familia con aquellos que nosotros mismos
elijamos.
La familia que yo
mismo elijo
Familia son también las
personas que yo elijo. En ella puedo incluir a mi madre pero no a mi padre, a
mis hermanos y a ese primo lejano al que no veo pero que aprecio. Considero
familia a mis amigos, a mis mascotas y a todo ser que me aporte emociones
positivas y una relación significativa.
No debemos tener prejuicios o dilemas morales por no
considerar familia a quien te hizo daño, a quien estuvo ausente y no quiso
ejercer su papel. Evita odiar o guardar rencor, simplemente avanza y crea tus
propios vínculos significativos.
La auténtica familia es
aquella que te respeta tal y como eres. Con tu genio, con tu voz, con tus
elecciones personales y tu forma de entender el mundo. Tu familia real es la
que te da sin pedir nada a cambio, porque la reciprocidad no es un juego de
poder, sino una balanza donde existe el reconocimiento, la lealtad y el saber
hacer.
Mi
familia no tiene por qué estar conmigo en cada momento, sin embargo la llevo
cada día en mi corazón porque estamos pendientes, porque nos
damos confianza, porque estamos unidos en la cercanía y en la distancia. Porque
estamos en los malos momentos, y disfrutamos de nuestra complicidad en los
buenos instantes. Mi familia es la que yo elijo.
Cortesía imágenes Holly Sierra
Este articulo fue realizado gracias a lamenteesmaravillosa.com Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Comentarios
Publicar un comentario