Educar
no es fácil y menos aún lo es enseñar a pensar. Ya
que ambas cosas suponen esfuerzo y dedicación, y en la mayor parte de los
casos, no nos han enseñado a nosotros desde pequeños, y por tanto, no sabemos
cómo hacerlo con nuestros pequeños.
Para
enseñar a pensar, lo primero que tenemos que considerar es que nuestros hijos
son capaces de hacerlo, ya que, a pesar de su corta edad,
tienen capacidad para empezar a desarrollar su lógica, su razonamiento y
estrategias, tan necesarias para la vida, como aprender a tomar decisiones.
Obedecer no es
educativo
Al contrario de lo que
estamos acostumbrados a escuchar, obedecer no educa, no enseña, sólo nos sirve
para generar sumisión y asegurarnos que todo estará bajo nuestro control cuando
consigamos que nos obedezcan nuestros pequeños.
Obedecer, se le puede pedir
a una mascota, ya que no piensa, y su adiestramiento pasa porque obedezca a
cambio de un premio o reconocimiento.
Sin embargo, nuestro hijos,
como seres humanos, aunque aún sean pequeños, tienen la capacidad de pensar, de
entender y razonar, y por supuesto, tienen el derecho a ser ellos mismos, con
sus ideas, convicciones y razonamientos, aun cuando no estemos de acuerdo.
“La educación consiste en ayudar a un niño a llevar a
la realidad sus aptitudes”
-Erich Fromm-
La dificultad de
educar sin sumisión
Sin ninguna duda, si miramos
desde la perspectiva del educador adulto, es mucho más difícil educar sin pedir
obediencia, haciéndolo a través del respeto, valorando y enseñando a pensar a
nuestros pequeños.
En la infancia, tenemos la
capacidad de absorber todo lo que nos rodea, e ir haciéndonos una idea del
mundo, adaptada a nuestra edad. Esto significa, que si enseñamos a los niños a
obedecer, y a permanecer bajo esa restricción, para el adulto, sin duda, será
una tarea fácil, manejando la situación con imposición y autoritarismo,
induciendo miedo a los castigos y a sus reacciones si no se le obedece. Pero el
pequeño, aprenderá que no es importante para el mundo, sintiéndose inseguro por
ello.
Por tanto, la dificultad de
la educación, está sin duda, cuando pretendemos enseñar al pequeño a pensar, a
comprender, a sacar sus propias conclusiones y reflexiones.
Dedicación, tiempo y
estimulación
Enseñar a pensar supone
dedicación, tiempo, paciencia y saber cómo hacerlo, utilizando las estrategias
adecuadas. Para ello, se necesita una actitud reflexiva, respetuosa, y desde el
amor, para que la estimulación nos lleve a buenos resultados.
Sin ninguna duda, esos
resultados, significan permitir al niño que crezca sano emocionalmente, que se
sienta querido, respetado y escuchado. Por tanto, crecerá seguro de sí mismo y
fuerte para afrontar cuando sea adulto, las adversidades de la vida, sabiendo
reflexionar sobre ellas y tomar las mejores decisiones.
¿Cómo enseñar a
pensar?
Para enseñar a pensar, es
importante, tener en cuenta una serie de estrategias a nivel educativo que ,día
a día, permitirán al pequeño crecer, definiéndose él mismo ante la vida y ante
nosotros, aprendiendo y entendiendo el mundo y lo que es más beneficioso para
él y para su camino en la vida, contando siempre con nuestro amor, apoyo y cercanía.
Estas estrategias son:
-En primer lugar, mostrar y
expresar a nuestro hijo que él es lo más importante para nosotros en la vida,
transmitiéndole el cariño, el Amor y el reconocimiento que merece por su
superación, aprendizaje y crecimiento.
-Ofrecerle la oportunidad de
hacer sus propio camino, es decir, no darle las cosas hechas, solucionadas o
terminadas, sino que, desde el apoyo y el acompañamiento, permitirle que él lo
haga, aún a riesgo de que se equivoque y aunque ello suponga rectificar más
tarde.
-La comunicación y el
lenguaje, es fundamental, y con ello, nos referimos al verbal, al no verbal y
al emocional. Es muy importante hablarle de manera clara, sencilla y cariñosa.
-Ante sus razonamientos y pequeñas
decisiones, conviene escuchar, explicar las consecuencias de los mismos, y en
algunos casos, dejarle experimentar las consecuencias de sus propias
convicciones, para que, desde la experiencia, saque sus propias reflexiones y
su propio aprendizaje.
-Reforzar, ser positivo con
ellos en sus pequeños logros y descubrimientos, y motivarles hacia lo que el
adulto creemos que es importante que aprenda, por ejemplo, hábitos de higiene,
estudio, comportamientos, etc…
Es
importante llegar a acuerdos, a consecuencias consensuadas,
para que desde la comunicación, el entendimiento y la negociación, los pequeños
formen parte de las decisiones, de las normas y valores que queremos
enseñarles, y en resumen, de su propia vida, pensando por ellos mismos lo que
más les motiva e ilusiona.
“No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de
la vida, enseñadles más bien a superarlas”
-Louis Pasteur-
De ésta forma, nuestros
hijos, crecerán sanos
emocionalmente, seguros de sí mismo y capaces de tomar sus propias decisiones
ante la vida.
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