Educa a los niños en felicidad, no en la perfección

Es lógico que queramos lo mejor para nuestros hijos, pero también debemos tener en cuenta que la perfección no trae la felicidad, y es importante que los niños sean felices.
Son muchos los padres que llegan a confundir educación con exigencia, con perfección. Criar a un hijo no se basa solo en pagarle el mejor colegio, que hable tres idiomas y que luzca siempre una apariencia ideal como muñecos de exposición.

Algo que nos dicen muchos estudios es que los padres altamente exigentes acaban produciendo graves carencias en la vida de sus hijos.

Lo más probable es que lleguen a la madurez pensando que no son lo bastante buenos, que no han logrado cumplir con las expectativas de sus progenitores.

Todos estas ideas podrían resumirse en una sencilla relación: si educamos hijos perfectos tendremos niños tristes. Respeta sus particularidades, escucha su voz y preocúpate solo por ofrecerles felicidad.

Es así como alimentaremos su corazón para que se conviertan en adultos libres con vidas plenas. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


El síndrome de los padres exigentes: el peligro de educar en la perfección

Existe una curiosa historia que nos puede ilustrar a la perfección esta idea: en Roma existe una tumba del año 94 a. C. que siempre llama la atención de los turistas.

En la lápida se puede leer lo siguiente: “Aquí yace Quintus Sulpicius Maximus, un joven romano que vivió apenas 11 años, cinco meses y 12 días. Falleció días después de participar en una competición de poesía para adultos”.

Se sabe que el pequeño Quintus tenía un talento especial. Era lo que a día de hoy calificaríamos como un niño con altas capacidades. Tanto era así que sus padres lo llevaban a todas las competiciones de poesía, literatura y arte de Roma para competir con adultos.

Se dice, que el niño murió de un colapso por trabajar tanto y sufrir al no llegar a las altas expectativas que tenían sus padres sobre él. Esta historia suele servir a muchos pedagogos para acuñar el término “síndrome de los padres exigentes”.

La obsesión con tener niños perfectos en la actualidad

Muchos padres sueñan con tener unos niños hermosos, delgados, competentes en muchas disciplinas para poder así acceder al éxito profesional el día de mañana.

El error de todo ello está, sin duda, en orientar a los pequeños “al futuro”, olvidando que lo importante para los niños es el aquí y ahora: la felicidad de este mismo instante.

Como madres, como padres, deseamos lo mejor para nuestros hijos, pero todo debe mantener un adecuado equilibrio. Los niños deben disfrutar de su infancia.

Es necesario educar el corazón de los niños, debemos guiarlos, sugerirles y no marcarles férreas directrices de acuerdo a nuestros propios deseos.

Claves para suavizar el perfeccionismo en la educación

Lo más importante es evitar el perfeccionismo dañino, el que veta derechos de infancia, el que trae sufrimiento y no felicidad. Para ello, debemos tener en cuenta estos principios:

Los padres deben cuidar su lenguaje y su actitud

En ocasiones, puede ocurrir lo siguiente: hay padres que, sin ser exigentes con sus niños, ven como los propios pequeños se autoexigen de una forma algo traumática.

Esto se debe a que, en el hogar, los niños atienden nuestras actitudes y nuestro lenguaje. Si nosotros mismos somos críticos con nuestro entorno y nos marcamos unas directrices muy rígidas, los niños pueden asumirlas también para ellos mismos.

Palabras como “he cometido un error en el trabajo, me voy a morir, esto es un desastre” puede ocasionar un grave impacto en un niño.

Cuida las expectativas que proyectas en tus niños

Te pondremos un ejemplo: tu hijo llega muy contento porque ha sacado un notable en matemáticas. Tú, en lugar de compartir su alegría, le indicas que, a la próxima, esperas un sobresaliente.

No es lo adecuado: favorece que tus hijos aprecien lo que hacen, que conozcan el valor del esfuerzo pero sin necesidad de sentirse humillados si no consiguen algo.
Permite que triunfe, pero también que falle

-Un error o un fracaso no es el fin del mundo, sino un modo de aprender y poder superarse. Permite que tus hijos destaquen en aquello que ellos deseen, pero deja que se equivoquen también por sí mismos.

-Fomenta la tolerancia, la comprensión, una buena autoestima y la confianza. Un niño que confía en ti para explicarte sus dudas y sus errores es un hijo que se permite conectar contigo, y ello es un privilegio.

Para concluir, sabemos que vivimos en una época de crisis social y que necesitamos niños bien preparados que el día de mañana puedan tener más oportunidades y, por qué no, crear un mundo mejor.

Ahora bien, ello no implica que debamos dejar a un lado el valor de educarles en felicidad, en inteligencia emocional. Solo así favorecemos que en el futuro sean adultos capaces de dar lo mejor de ellos mismos.

Es un proyecto vital del que todos, padres, madres, educadores e incluso instituciones sociales somos responsables: hay que educar en alegría, no en la perfección.

Este articulo fue realizado gracias a mejorconsalud.com Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.

Comentarios