Lo cierto es que cada quien
tiene una esencia y una manera de ser particular, una personalidad que se ha
ido formando a lo largo del tiempo y que es el resultado de sus vivencias, de
su infancia, de sus creencias, en fin… Es un compendio de factores que dan como
resultado un individuo de características muy propias que se enfrenta al mundo
y a sí mismo y que normalmente se ve forzado a cambiar o adaptarse para encajar
o ser aceptado.
Nuestro principal error es
ver a nuestro alrededor con la intención de adaptarlo todo a nuestra
conveniencia o a lo que nos gustaría que fuese nuestro entorno, las personas
con las que nos vinculamos, etc. Sin embargo no somos capaces de ver un poco
más allá de lo evidente y entender que nadie en nuestra vida está en ella por
casualidad y no es a ellas a las que debemos pretender cambiar, es a nosotros
mismos por las pistas que nos dan esas personas.
Nuestra vida es el resultado
de nuestras decisiones, de nuestros pensamientos, de lo que elegimos consciente
e inconscientemente para crecer y evolucionar.
Por eso cuando queramos que
alguien a nuestro alrededor cambie algo que nos perturba, tomemos un espejo y
veamos en nosotros qué tanto de eso que nos molesta llevamos, seremos nosotros
así, quizás no con esa persona, pero sí con otros o con nosotros mismos?
Los demás no van a cambiar a
menos que ellos internalicen esa necesidad, no porque nosotros queramos. Los
cambios se dan de adentro hacia afuera, así que esperar que otros se adapten a
nuestras preferencias por complacernos, siempre dará resultados poco
sostenibles en el tiempo y con ello solo nos sentiremos frustrados y engañados.
Comencemos por ser nosotros
mismos, esa persona con la cual nos gustaría encontrarnos, dar aquello que nos
gustaría recibir, estar atentos a la voz de nuestro corazón que nos aleja del
ego y nos acerca a lo que somos en esencia. Todos somos seres que merecemos respeto,
que merecemos que nos amen por lo que somos, que atraeremos a nuestras vidas
aquello que damos de nosotros mismos.
Por lo tanto, antes de
pretender o esperar que los demás cambien, seamos nosotros lo que queremos ver,
sin esperar mucho de la gente, solo comprometernos a dar lo mejor y a ser
mejores cada día, no por que otros lo desean, no para satisfacer caprichos,
sino para construir paciente y amorosamente nuestra mejor versión.
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