¿Deberías rescatar la relación con tu mamá?

El conflicto central para la hija cuya madre no la amó o satisfizo sus necesidades emocionales en la niñez y la adolescencia no se resuelve alcanzando la edad adulta. Es una guerra en curso entre la necesidad de amar y apoyar a la madre, así como un sentido de pertenencia y la creciente apreciación de la hija por lo tóxica que es la conexión y su necesidad de una normalidad libre de estrés. La batalla entre esas dos necesidades opuestas puede durar años.
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Durante los primeros 18 años de su vida, la hija no tiene otra opción que tratar con su madre. Mientras que al salir de su casa de la infancia se está liberando en un sentido, mas no es una solución instantánea. Su herida no se sana por la independencia, y su anhelo por la estabilidad y el confort que necesita y anhela continúa.

En algún momento de su vida adulta, las hijas sin amor tienen que tomar una decisión para salvar algún tipo de relación de los restos o abandonar y seguir adelante. Ninguna opción es una decisión urgente, pero suele estar precedida por años de ir y venir entre las alternativas. Yo lo llamo "volver al pozo" porque, aunque la hija sabe que el pozo está seco, su impulso es probar una vez más, por si acaso.

Muchas hijas, desanimadas por la cultural de cortar el contacto y las pérdidas emocionales involucradas, están motivadas para tratar de mantener la relación intacta de alguna manera. La presión social es un factor, como lo es el miedo de la hija de cometer un error y negar a sus hijos una familia extensa. Ten en cuenta que la decisión de divorciarse de tu madre inevitablemente conduce a la separación con otros miembros de tu familia también.

El curso de obstáculos
Tratar de salvar la relación para la mayoría es como navegar por una carrera de obstáculos. Algunas hijas optan por mantener la relación a pesar de que implica mantener el doloroso status quo. Una hija lo explicó de esta manera:

"Elegí salvar mi relación con ella porque sé más allá de la sombra de una duda que mi madre intentó lo mejor que ella sabía, pero ella fue lisiada por el ciclo de violencia de su mamá y su abuela. Sin embargo, sé que algunas hijas no tienen esa seguridad”.



Pero cuando se le preguntó sobre el camino que siguió para llegar a salvar a relación, ella admitió que fue muy duro: "Depende del día. Todavía hay fronteras poco saludables, pero lo que ayuda es tener mejores mecanismos de afrontamiento. Desarrollé un sistema de apoyo completamente fuera de mi familia". Cuando le pregunté si los intercambios todavía eran dolorosos, ella respondió: "Me duele, pero también me preocupo por lamentar no tener nada que ver con ella antes de morir. El miedo es un terrible motivador. Pero elijo mantenerla a distancia. Tengo piedad de ella”.

Pero los obstáculos, a pesar de los esfuerzos de una hija, permanecen. Entre ellos están:

-Falta de reconocimiento o simple negación por parte de la madre.
-Negativa a respetar límites.
-Continuación de la agresión verbal, abuso y manipulación.

Decidir que la separación o no contacto es la única respuesta
El divorcio materno tampoco responde al mayor problema de no ser amado. En verdad, ir sin contacto es el primer paso de un largo proceso que, en el mejor de los mundos posibles, incluye el duelo por el amor materno que no obtuviste y tanto mereciste. Y, esperemos, el crecimiento de su propia compasión. Y la detención de la voz interna -internalizada desde años de críticas y agresiones verbales- y reemplazándola con una cinta que dice: "Estás bien".

En estos momentos de elección, no importa lo que elijamos, igual será difícil y doloroso. En nuestro día más optimista, nos gusta creer que todos los vínculos estrechos de alguna manera pueden ser reparados o salvados de modo que no nos quedemos sin nada. Esto es especialmente cierto cuando se trata de una relación -madre e hijo- que nuestra cultura coloca en un pedestal, separada de todas las demás conexiones. Lo triste es que, la mayor parte del tiempo, esta reconciliación nunca se da.



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