Cuántas veces habré llorado
a escondidas sin saber que la vida me estaba haciendo un favor, sin entender
que lo ocurrido no era el fin del mundo, sino el principio de algo mejor.
Porque existir es reiniciarse una y otra vez, es cerrar una ventana para abrir
una puerta mientras nos secamos las lágrimas por quien nunca las mereció.
Albert Einstein solía decir
que si había algo de lo que estaba agradecido, era a todas aquellas personas
que a lo largo de su vida le habían dicho “no”. Cada una de las desilusiones
sufridas por quienes se negaron a ayudarle en su momento, le permitieron más
tarde encontrar ese motivante con el cual, aprender a hacer las cosas por sí
solo. A ser más fuerte.
Nadie sabe cuánto he llorado, ni todo lo que esas
lágrimas me han enseñado. A día de hoy soy el resultado de cada uno de esos
llantos silenciosos que he dejado escapar, y no por debilidad, sino por
cansancio de ser fuerte…
Hay veces en que
sencillamente, no podemos más. El
estrés emocional ocasionado por tantas decepciones. fracasos y por cada “no”
encontrado en el camino, nos obliga a detenernos. Es entonces cuando
aparece la indefensión y la clara sensación de que hemos perdido el control
sobre nuestras vidas.
Judith Orloff, psiquiatra y
autora del libro “Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las
emociones negativas”, nos dice que el primer paso para propiciar el equilibrio
interior es el llanto. Después de las lágrimas llega la calma, y seguidamente,
la claridad. Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Lo llorado por lo
aprendido: el sufrimiento útil
Es muy posible que si ahora mismo pudieras viajar a tu propio pasado,
sintieras compasión de tu persona al verte llorar por razones que nunca
valieron la pena. Todas esas lágrimas vertidas por quien nunca
mereció nuestro afecto o por cada instante de angustia por un proyecto o sueño
que nunca valió realmente la pena, son ahora recuerdos imborrables. Sueños
rotos pero útiles a la vez, inscritos en esas nubes pasajeras de nuestros
ciclos vitales.
Ahora bien, cabe señalar que
nadie llega a este mundo “enseñado” de fábrica. Las lágrimas son como ritos de
paso que hemos de experimentar a la fuerza para seguir creciendo, para saber
“quién sí y quién no”, para ponernos a prueba y medir nuestras fortalezas.
En
psicología se habla a menudo de lo que se conoce como “sufrimiento inútil”. Es
un término que nos llama especialmente la atención y, lo creamos o no, aparece
más de lo que pensamos. Hace referencia a esos momentos en los que, cuanto más
somos conscientes de nuestro dolor, más nos perpetuamos en él.
Ejemplos de ello serían esas
relaciones de pareja tormentosas, donde lejos de poner fin para dejar de
esperar lo imposible y liberarnos del dolor, caemos aún más hondo en sus arenas
movedizas. Mientras el sufrimiento útil tiene un fin y nos permite soltar
lastres para limpiarnos por dentro y aprender, el inútil, jamás dará paso al
duelo, al cambio. Al crecimiento interior.
Tras el dolor llega la
oportunidad
Es muy posible que hayas
oído en numerosas ocasiones esa expresión de que “solo quien ha sufrido puede
entender qué es la vida de verdad”. Cabe decir que esto no es del todo el
cierto. La felicidad también enseña, también nos ofrece adecuados recursos.
Ahora bien, la adversidad es a su vez ese cruce en el camino por el que la
mayoría habremos de pasar alguna vez.
Yo también he llorado por cebollas que no valían la
pena, por sueños que se llevó el viento y por dulces deseos que se tornaron
amargos…
Cuando la crucemos, cuando
experimentemos el dolor en alguna de sus formas, ya no seremos los mismos. Por
ello, es necesario propiciar “un sufrimiento útil” del que hablábamos con
anterioridad, ese que nos permita aprender a ser más hábiles, mejores
estrategas con mentes resilientes y personas capaces de ver nuevas
oportunidades. Porque aunque pensemos que la vida nos ha dado un “no” rotundo,
a veces, no es más que un “espera un poco más”…
Judith Orloff, en el libro
de citado al inicio del artículo
“Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las emociones negativas”,
nos enseña que para poder ver las oportunidades en tiempos de oscuridad es necesario
generar una adecuada calma interior.
-El
desahogo emocional es un mecanismo adecuado y liberador para sosegar la mente y
ver las cosas de otro modo.
-Una
vez hemos llorado por esa decepción, por esa ruptura o ese fracaso, es
necesario generar el cambio. Ahora bien, un error en el que caemos a menudo es
en esperar a que ocurra algo a nuestro alrededor para encontrar entonces un
motivante, un propósito que nos permita seguir avanzando para dejar atrás lo
sucedido.
-No
es este el enfoque. Lo más
acertado es “ser nosotros mismos el propio cambio”. Lejos de
esperarlo desde el exterior, hay que inducirlo desde el interior. Porque justo
cuando uno deja de esperar y reacciona, la propia vida cambia.
Al fin y al cabo, son en
estos momentos de dificultad personal cuando descubrimos cuántas fortalezas se
hallan en nuestro interior y todo lo que somos capaces de hacer. Porque aunque
no lo creas, somos como los
robles, que cuanto más les embiste el viento, más fuertes crecen.
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