En 1926, un explorador de cavernas llamado Michel Siffre inició
una serie de experimentos en donde se aisló bajo tierra durante meses, sin luz
ni relojes. Él se conectó a electrodos que monitoreaban sus signos vitales y
que mantenían un registro de cuanto dormía y comía.
IMAGEN: PEXELS |
Cuando finalmente Sifrre salió, los resultados de sus
experimentos revelaron que su cuerpo se mantuvo en un ciclo regular de
sueño-vigilia. A pesar de no tener señales externas, él se quedaba dormido, se
despertaba y comía en intervalos fijos. Esto se dio a conocer como circadian
rhythm, el latín de “ritmo circadiano”.
Los científicos descubrieron más tarde que esos ritmos
afectan nuestra secreción hormonal, cómo nuestros cuerpos procesan los
alimentos e, incluso, los efectos de medicamentos en nuestros cuerpos.
El campo de la ciencia que estudia estos cambios se
denomina cronobiología. Ser capaz de percibir el tiempo nos ayuda a hacer todo,
desde la vigilia y el sueño, a saber, exactamente cuándo atrapar una pelota que
viene hacia nosotros. Todas esas capacidades se las debemos a un sistema
interconectado de cronometradores en nuestro cerebro.
Contiene el equivalente
de un cronómetro que nos dice cuántos segundos han pasado, un reloj contando
las horas del día y un calendario avisándonos sobre las estaciones. Cada uno de
ellos se encuentra en una región diferente del cerebro.
Siffre, atrapado en su caverna oscura, se basó en el reloj
más primitivo, que se encuentra en el núcleo supraquiasmático o NSQ del
hipotálamo. Aquí está lo esencial de cómo creemos que funciona en base a
estudios en moscas de fruta y ratones:
Proteínas conocidas como CLK o reloj, se acumulan en el NSQ
durante todo el día.
Además de la activación de genes que nos indican que
permanezcamos despiertos, generan otra proteína llamada PER. Cuando un número
suficiente de PER se acumula, se desactiva el gen que produce CLK, eventualmente
haciendo que durmamos. Entonces, CLK baja, y las concentraciones de PER también
bajan de nuevo, permitiendo que se eleve CLK y así iniciando el ciclo de nuevo.
Hay otras proteínas implicadas, pero nuestro ciclo de día y de noche puede
activarse en parte por este efecto de sube y baja entre CLK por el día y por la
noche.
Para mayor precisión, nuestro NSQ también se basa en
señales externas, como la luz, la comida, el ruido y la temperatura. Llamamos a
estas señales “zeitgeber”, que proviene del alemán de “sincronizadores”.
Siffre carecía de muchas de estas señales en su cueva, pero
en la vida normal, ya habían ajustado su comportamiento diario. Por ejemplo,
filtros de luz natural matutina en los ojos que nos ayudan a despertar. La luz
va por el nervio óptico hacia el NSQ, comunicando lo que está pasando en el
mundo exterior. El hipotálamo detiene la producción de melatonina, una hormona
que desencadena el sueño. Al mismo tiempo, aumenta la producción de vasopresina
y de la noradrenalina en el cerebro, que ayudan a controlar nuestros ciclos de
sueño.
A eso de las 10 am, aumenta la temperatura del cuerpo,
nuestra energía y nuestro estado de alerta, y luego en la tarde, también mejora
nuestra actividad muscular y la coordinación.
Las pantallas brillantes en la
noche pueden confundir estas señales, razón por la que quedarnos viendo tv
hasta tarde hace más difícil que conciliemos el sueño.
A veces tenemos que ser más precisos al dar la hora, y es
ahí en donde el cronómetro interno del cerebro interviene. Una teoría de cómo
funciona esto hace que la comunicación entre un par de neuronas siempre use
aproximadamente la misma cantidad de tiempo. Así las neuronas en nuestra
corteza y otras áreas del cerebro pueden comunicarse en bucles regulares,
predecibles que la corteza utiliza para juzgar con precisión cuánto tiempo ha
pasado. Eso crea nuestra percepción del tiempo.
En su cueva, Siffre hizo otro descubrimiento fascinante.
Cada día, se desafió a sí mismo a contar hasta 120 a razón de un dígito por
segundo. Con el tiempo, en lugar de tomar dos minutos, comenzó a necesitar
cinco. La vida en la caverna solitaria y oscura había deformado su percepción
del tiempo a pesar de los esfuerzos de su cerebro por mantenerlo concentrado.
Esto nos hace preguntarnos ¿qué más influye en nuestro
sentido del tiempo?
Y si el tiempo no es objetivo, ¿qué quiere decir eso?
¿Podría cada uno estar experimentándolo de manera
diferente? Solo el tiempo lo dirá.
Escrito por Kevin Guanilo de Hoy Aprendí.
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