La mayoría de los padres son
conscientes de que transmitirles a sus hijos determinados valores les puede
ayudar a convertirse en adultos exitosos. Muchos también se preocupan por
darles una buena educación, se aseguran de que sus hijos obtienen buenas calificaciones
en el colegio y, si es necesario, incluso los apuntan en actividades
extraescolares.
Por supuesto, no hay duda de
que la estimulación temprana de las habilidades cognitivas determinará en un
futuro la flexibilidad o rigidez mental que pueda desarrollar ese niño, así
como su capacidad para resolver problemas. Sin embargo, hay un factor que hemos
dejado fuera de la ecuación: el amor.
Solo el amor
engendra la maravilla
Un estudio realizado en la
Universidad de Washington desveló por primera vez, aportando pruebas
concluyentes, que el amor no solo es esencial para la felicidad de los niños y
su equilibrio emocional sino también para el crecimiento de su cerebro. Mientras
más amemos a los niños, les abrazemos, besemos y sonriamos, más crecerá su
cerebro.
De hecho, todo parece
indicar que el cerebro humano está cableado para recibir amor, y lo necesita
casi tanto como los nuevos estímulos. Se ha apreciado que el cariño de la madre
estimula el crecimiento de una zona del cerebro fundamental para el aprendizaje
y la respuesta ante el estrés: el hipocampo.
El hipocampo es una parte
del cerebro esencial para la memoria, de hecho, está implicado en la formación
de nuevos recuerdos. También juega un rol importantísimo en el aprendizaje y la
respuesta ante el estrés. Además, forma parte del sistema límbico,
contribuyendo a regular las emociones. Estos neurocientíficos han descubierto
que en los niños cuyas madres les brindan apoyo y amor, el volumen del
hipocampo es casi un 10% mayor, en comparación con los pequeños cuyas madres
son distantes emocionalmente.
En el estudio participaron
92 niños, a los cuales se les dio seguimiento durante 7 años. Durante ese
periodo, los investigadores observaron cómo los padres se relacionaban con sus
hijos (aunque se debe precisar que el 97% de la muestra estuvo compuesta por
madres). Al comenzar el estudio, los niños tenían 6 años, cuando terminó, ya
habían cumplido 13 años.
Durante ese tiempo, los
investigadores diseñaron diferentes tareas para apreciar mejor cómo se
relacionaban las madres con los niños. Por ejemplo, en una de ellas les
pidieron a los pequeños que esperaran 8 minutos antes de abrir un regalo que
les habían colocado delante.
Durante la espera, los
investigadores tomaron notas de las estrategias de apoyo que usaban las madres
para animar a sus hijos a ser pacientes y controlar sus impulsos. Las madres
más amorosas, se mostraban cercanas y empáticas, intentando consolar al niño y explicándole
por qué debía esperar. Al contrario, otras madres se mostraban distantes
emocionalmente, en algunos casos simplemente obligaban a los niños a esperar el
tiempo requerido o se desentendían de estos.
A los 13 años todos estos
niños fueron sometieron a una resonancia magnética para evaluar el tamaño de
algunas estructuras de su cerebro. Así se pudo apreciar que el apoyo y el amor
materno era un buen predictor del tamaño del hipocampo. Al contrario, los niños
que tenían madres más distantes emocionalmente tenían un hipocampo más pequeño.
El estudio también mostró
que los niños que recibían más apoyo y amor de sus madres obtenían mejores
resultados en las pruebas de comprensión emocional, habilidades verbales y
competencias sociales. Los investigadores explican que cuando un niño se siente
amado y protegido, instaurará un apego seguro, el cual le permite desarrollar
las herramientas que necesita para enfrentar los retos que le pondrá la vida.
¿Cómo lograr que el
niño desarrolle un apego seguro? 5 estrategias comprobadas científicamente
1.
Ser sensible durante el juego. Un estudio desarrollado en
el Children's Hospital de Nueva York desveló que cuando las madres se muestran
insensibles o controladoras durante el juego de sus hijos, estos suelen desarrollar
un apego inseguro. Al contrario, cuando las madres son sensibles a los
intereses y necesidades de los pequeños durante el juego, estos desarrollan un
apego seguro. Por tanto, asegúrate de comprender y alentar los intereses de tu
hijo durante el juego.
2.
Comprender los estados emocionales del niño. Una investigación
llevada a cabo en la Universidad de Staffordshire mostró que los niños que
desarrollan un apego seguro son aquellos cuyas madres son capaces de comprender
sus estados emocionales desde pequeños y satisfacer sus necesidades. De hecho,
cuando los niños se sienten comprendidos y sus emociones son validadas, se
sienten seguros y pueden desarrollar una autoconfianza y una autoestima sanas.
3.
Establecer más contacto físico. Un experimento llevado a
cabo por investigadores de la Columbia University desveló que el contacto
físico es importante para desarrollar un apego seguro. En este estudio los
investigadores compararon a bebés que pasaban gran parte del tiempo en la cuna
o en la silla de paseo con otros que eran cargados con frecuencia por sus
padres. A los 13 meses de edad, los bebés que mantuvieron más contacto físico
con sus padres habían desarrollado un apego seguro.
4.
Mantenerse disponible emocionalmente. Un estudio llevado a cabo
en la Universidad de Haifa encontró un vínculo muy fuerte entre el apego seguro
y la disponibilidad emocional de los padres. En práctica, si los padres están
disponibles para hablar sobre sus emociones y apoyan a sus hijos cuando estos
lo necesitan, los niños tienen más probabilidades de desarrollar un apego
seguro. Sin duda, el simple hecho de saber que tienen alguien a quien recurrir,
les brinda a los niños la seguridad necesaria para explorar, equivocarse y
volver a empezar, la base del aprendizaje.
5.
Mostrarse sensible ante el estrés infantil. Muchos padres
minimizan los problemas de los niños pues piensan que no son importantes. Sin
embargo, un estudio realizado en la Universidad de Illinois descubrió que la
sensibilidad ante el estrés infantil es clave para que los niños puedan
desarrollar un apego seguro. En esta investigación se les dio seguimiento a
bebés desde que tenían 6 meses hasta que cumplieron 15 meses y se apreció que
cuando las madres respondían rápidamente ante las señales de estrés, como el llanto,
estos pequeños se sentían más seguros y tranquilos. Por tanto, no dejes a tu
hijo llorar, atiende su llamado cuando lo necesite.
Y, por supuesto, el consejo
final: amarles mucho, amarles incondicionalmente.
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