Una vez, una joven decidió cultivar un cactus en casa.
Durante cuatro años, el cactus estuvo desamparadamente en el alféizar de la
ventana, sin mostrar ningún signo de crecimiento o vitalidad en absoluto, y de
repente un día fue una sorpresa: la mujer notó que había comenzado a florecer a
un ritmo saludable. –“Me pregunto por qué todo el mundo piensa que soy una
bruja despiadada y rencorosa” -pensó la mujer. “Eso no puede ser cierto - las
plantas no florecen si el dueño es cruel y rencoroso”.
IMAGEN: PEXELS |
Absorbida en el delicioso pensamiento de que su cactus
estaba ahora floreciendo, la mujer accidentalmente le pisó un pie a un hombre
de aspecto sombrío en el metro. Cuando el hombre se quejó, ella no empezó a
gritarlo con una mirada de profunda ofensa en su rostro, como solía hacerlo: en
lugar de eso, solo sonrió y dijo:
“No te enfades conmigo, por favor. No tenía nada a lo que agarrarme
y me resbalé; Pisa en mi pie también, si quieres, y estaremos iguales”.
El sombrío hombre tragó los insultos que había estado a
punto de arrojar sobre ella. Un poco más tarde, después de que el hombre se
había detenido en su parada y estaba comprando un periódico, en lugar de ser
grosero con la asistente de ventas que le dio el cambio equivocado el hombre
dijo:
“No es gran cosa. Sólo cuenta una vez más; Yo tampoco soy
bueno en matemáticas por las mañanas”.
La asistente de ventas no esperaba ese tipo de respuesta
del cliente. Sintiéndose cálida por dentro, espontáneamente entregó
gratuitamente dos viejas revistas y un montón de viejos periódicos a un anciano
caballero. Era un cliente habitual de la tienda, a quien le gustaba leer todas
las noticias, pero sólo podía comprar un periódico barato todos los días.
Seguramente, los periódicos antiguos sirven para algo y por eso los debo
guardar, pero siempre hay una manera de evitar las reglas.
El feliz anciano se fue a casa con un puñado de periódicos
y revistas. Cuando se encontró con su vecina de arriba, no hizo sus quejas
habituales como era propenso a hacer («Tu hija hace demasiada bulla y no me
deja descansar tranquilo», etc.). En vez de eso, él solo la miró y dijo casi
aturdido:
“Tu hija está creciendo tan rápido. No puedo imaginar si se
parece a ti o a su padre, pero definitivamente será una hermosa joven.”
La vecina, un poco confundida pero extrañamente complacida,
luego llevó a su hija al jardín de infantes antes de ir a su trabajo. Y en vez
de gritarle a una abuela que se había vuelto loca y que había hecho una cita
con el médico el día anterior, pero recién se aparecía hoy, le dijo:
“¡No te preocupes, querida! A veces también me olvido de
hacer cosas. Espera aquí un minuto, y hablaré con el doctor para ver si hoy
puede hablar contigo.”
Habiendo conseguido ver al médico, la anciana no hizo
ninguna demanda de tratamiento que pudiera curar sus dolencias de inmediato, ni
amenazó con ir a las autoridades si el personal del hospital no hacía lo que
ella decía, como lo había hecho en el pasado. En lugar de eso, ella solo
suspiró y dijo: “No he perdido la cabeza por completo todavía, y entiendo que
no puedes curar mi vejez. Lo siento por molestarlo tantas veces doctor”.
Más tarde, en su camino a casa, el médico recordó la
reunión que había tenido con la anciana y comenzó a sentir lástima por ella. De
repente, se dio cuenta de que la vida pasaba tan deprisa en medio del habitual
alboroto mundano, e, inspirado por este pensamiento, se detuvo en el
supermercado más cercano, compró un ramo de flores, una tarta bellamente
decorada con crema y condujo en dirección opuesta a casa. Se dirigió hasta un
bloque de apartamentos, se dirigió al tercer piso y llamó a la puerta. Fue
abierta por una mujer joven.
“Estuve pensando - ¿por qué en la Tierra sentimos la
necesidad de alejarnos de los demás y vivir en nuestros propios mundos
separados sin preocuparnos por nadie más? Te he comprado un pastel, pero
accidentalmente puse mi bolsa en la parte superior de él, por lo que está un
poco aplastado. Pero no importa, ya que no afectará el sabor, de todos modos.
Te compré algunas flores también, pero también se aplastaron un poco por mi
bolsa. ¿Pero quizá puedan arreglarse si las ponemos en florero verdad?
“Por supuesto” -respondió la mujer-, “las resucitaremos”.
Tengo algunas noticias, por cierto. ¿Te imaginas? Me desperté esta mañana, miré
por la ventana y vi que mi cactus había florecido. ¡Echa un vistazo!'
Escrito por Kevin Guanilo de Hoy Aprendí.
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