Solemos pensar que nuestras
emociones son una respuesta ante los hechos que ocurren a nuestro alrededor. Si
somos víctima de una injusticia nos enfadamos, si alguien reconoce nuestro
trabajo nos sentimos felices y si alguien intenta hacernos daño sentimos miedo.
Sin embargo, todo no es tan sencillo como parece.
De hecho, ¿te has preguntado
por qué una persona puede hablar en público sin sentir presión pero otra se
convierte en un manojo de nervios? ¿Por qué algunas personas sufren un bloqueo
emocional en determinadas situaciones mientras que para otras es un aliciente
que les ayuda a mejorar su desempeño? Podemos encontrar algunas respuestas en
un curioso y controvertido experimento desarrollado en el año 1973.
El Puente del Amor
El experimento era muy
sencillo: unos investigadores de la Universidad de Columbia Británica
reclutaron a un grupo de hombres que solían experimentar ansiedad social; es
decir, se ponían nerviosos ante diferentes situaciones sociales y tendían a
exagerar los hechos, centrándose en los aspectos negativos. Aparentemente, su
único cometido en el estudio era cruzar un puente que se balanceaba sobre una
caída de 230 metros sobre el río.
No obstante, de repente,
fueron abordados por una mujer atractiva que les pidió que completasen una
encuesta. Después de que los hombres completaron la encuesta, la mujer (que en
realidad era una actriz) les dio su número de teléfono y les dijo que podían
llamarla si querían más detalles sobre el estudio que estaba realizando.
En otro escenario había otro
grupo de hombres que estaban viviendo esa misma situación, con la única
diferencia de que su puente era más estable y se encontraba solo a pocos metros
sobre un pequeño arroyo.
La pregunta que se
plantearon los investigadores fue: ¿el miedo que los participantes
experimentaban al cruzar el puente incidiría en la decisión de llamar a la
mujer atractiva?
En teoría, el miedo no tiene
nada que ver con la atracción. Sin embargo, los resultados de este experimento
mostraron algo muy diferente: solo 2 de los hombres que cruzaron el puente
estable llamaron a la mujer. Al contrario, 9 de los que tuvieron que
enfrentarse al puente más peligroso decidieron volver a contactar a la mujer.
Se trata de cifras pequeñas
porque cada grupo estaba compuesto por 16 hombres pero, desde el punto de vista
estadístico, la diferencia es significativa. ¿Qué pasó?
Una sensación, diferentes
formas de interpretarla
Los investigadores estaban
convencidos de que los hombres confundieron el miedo con la atracción. Es
decir, interpretaron las reacciones propias de temor como signos de atracción
hacia la mujer. En práctica, confundieron la fuente de su estrés y nerviosismo
(causado por el puente) con las sensaciones que suele provocar la atracción.
Si reflexionamos al
respecto, podremos ver que no se trata de una idea tan descabellada como
parece, basta pensar en lo que sentimos cuando nos subimos a una montaña rusa.
Nuestras pupilas se dilatan, el ritmo cardíaco se acelera, comenzamos a sudar y
las piernas nos tiemblan. Son exactamente las mismas sensaciones que viviríamos
si somos víctimas de un atraco. Sin embargo, pagamos por subir a una montaña
rusa y estaríamos dispuestos a pagar para evitar un robo.
Se trata de dos situaciones
muy diferentes que provocan las mismas respuestas fisiológicas pero hacemos
lecturas distintas, de manera que un hecho nos resulta extremadamente
placentero mientras el otro puede convertirse en un trauma que nos acompañe
para siempre en la vida.
¿Cómo aplicar este
experimento a nuestra vida cotidiana?
Los resultados de este
experimento han sido muy discutidos en el ámbito de la Psicología pero nos
dejan una enseñanza clara: tú sientes, tú interpretas, tú decides. Las
emociones no brotan simplemente como una respuesta ante las situaciones. Al
igual que los pensamientos, nuestras emociones dependen de la interpretación
consciente que realicemos de lo que estamos experimentando.
Las emociones no son lo
opuesto a la racionalidad, como siempre hemos pensado, sino que están
vinculadas indisolublemente a la percepción que tenemos del mundo y de nosotros
mismos. Por tanto, la próxima vez que experimentes un estado de ánimo muy
negativo, recuerda que la forma en que etiquetes esos sentimientos puede
cambiar radicalmente la huella que estos dejen en ti.
Las situaciones son las que
son, pero tenemos el poder de interpretarlas y decidir cómo reaccionar. De esa
decisión dependerá el impacto que tendrán en tu vida. Incluso la situación más
negativa puede traer en sí la semilla del cambio que te permita darle un vuelco
radical a tu vida. Solo tienes que pensar.
Cuando la tristeza, el
enfado, la frustración o la ira te atenacen, recuerda esta fábula, que es una
joya de sabiduría: "Un anciano se paró delante de un público, contó un
chiste y todos se rieron. Al cabo de un rato contó el mismo chiste y casi nadie
se rió. Luego, contó el chiste una y otra vez, ya nadie reía, algunos estaban
visiblemente confundidos, otros molestos… Entonces el anciano sonrió y dijo: Si
no podéis reíros varias veces de una sola cosa, ¿por qué lloráis por lo mismo
una y otra vez?".
Fuente:
Dutton, D. G. & Aron, A.
P. (1974) Some evidence for heightened sexual attraction under conditions of
high anxiety. Journal of Personality and Social Psychology; 30(4): 510-517.
Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en rinconpsicologia
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