Prácticamente todos los
niños han olvidado alguna vez sus deberes sobre la mesa del comedor o en su
escritorio. Se supone que un buen padre debería darse cuenta de ello y llevarle
los deberes a la escuela, para que el pequeño no se sienta avergonzado delante
de sus compañeros o para evitar que la maestra le reprenda.
Sin embargo, cada vez hay
más voces que se levantan en contra de este hábito para indicarles a los padres
que no es necesario que hagan de cartero o que se conviertan en las agendas
ambulantes de sus hijos. Maestros y psicólogos apuntan que cuando esos olvidos
se repiten y los padres evitan que los niños asuman las consecuencias de sus
despistes, en realidad no le están haciendo un favor sino que le hacen daño.
El regalo que
implica la adversidad
Para la mayoría de los
padres palabras como “error” y “fracaso” suelen ser aterradoras, sobre todo si
se refieren a sus hijos, pero en realidad ese profundo rechazo es solo una
perspectiva que nos ha inculcado la sociedad. El error encierra una oportunidad
de aprendizaje muy valiosa que no deberíamos arrebatar a los niños.
Cuando los padres rescatan a
sus hijos de las consecuencias de sus errores, despistes o malas decisiones,
interrumpen el ciclo natural de aprendizaje. Como resultado, los niños no
llegan a madurar completamente sino que desarrollan una dependencia emocional
que les impide crear su propia caja de herramientas para la vida.
De hecho, un estudio
desarrollado en la Universidad de Pensilvania descubrió que la habilidad para
recuperarnos de la adversidad y perseverar en nuestras metas es fundamental
para tener éxito en la vida. La perseverancia a una edad temprana es uno de los
mejores indicadores para saber si un niño terminará los estudios
universitarios, mucho más que la inteligencia.
La hiperpaternidad
genera niños frágiles
La seguridad y la confianza
que transmitan los padres a sus hijos es fundamental para que estos se sientan
seguros explorando el mundo y se formen una imagen tranquilizadora del entorno
que les rodea. De hecho, una encuesta a nivel nacional realizada por
investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania en más de 100.000
estudiantes de bachillerato desveló que el 55% de ellos sufría ansiedad, el 45%
depresión y el 43% mostraba signos de un estrés elevado. Uno de cada seis
estudiantes encuestados había sido diagnosticado o tratado por estos problemas
a lo largo del último año.
Una de las causas de estos
problemas es la hiperpaternidad, los niños y adolescentes llegan a la escuela
sin haber desarrollado adecuadamente la resiliencia, por lo que no son capaces
de tolerar la frustración y lidiar con los problemas. A estos niños les resulta
difícil poner en perspectiva las cosas y para ellos una mala calificación puede
ser un revés demoledor para su autoestima.
De hecho, la hiperpaternidad
lo que hace es generar dependencia, por lo que terminará minando la confianza
de los niños y les robará la posibilidad de tener éxito en el futuro, cuando
sus padres no estén a su lado para resolver sus problemas y enmendar sus
errores. Este estilo educativo termina generando niños y adolescentes
extremadamente frágiles.
La trampa de la
protección
En la actualidad muchos
padres caen en lo que podríamos denominar la “trampa de la protección”. Este
efecto fue descubierto por psicólogos de la Universidad Estatal de Arizona,
quienes analizaron a 70 niños con edades comprendidas entre los 6 y 16 años que
estaban siendo tratados por depresión y ansiedad. Descubrieron que algunas de
las estrategias que ponían en práctica los padres para lidiar con los problemas
emocionales de sus hijos no eran eficaces. Darles cariño, transmitirles afecto
y animarles a enfrentar sus miedos funcionaba, pero adoptar una actitud
sobreprotectora terminaba acentuando los síntomas depresivos y ansiosos.
El problema de la
hiperpaternidad es que los padres no solo evitan que sus hijos cometan errores
e intentan que no sufran las consecuencias de sus malas decisiones sino que
incluso les ahorran esa dosis de miedo positivo. Sin embargo, lo curioso es que
mientras más los niños eviten las situaciones que les atemorizan, más miedo
tendrán y menos propensos serán a asumir riesgos en el futuro.
Debemos recordar que la
infancia es una etapa crucial para que los niños desarrollen esas habilidades
que les permitirán lidiar con la adversidad y con las situaciones que les
asustan. Si no desarrollan esas capacidades siendo niños, es probable que se
conviertan en adultos excesivamente cautelosos, que tienen miedo a salir de su
zona de confort, por lo que no serán capaces de vivir plenamente.
¿Cuál es la
solución?
No se trata de asumir una
postura extremista. Si un día tu hijo olvida los deberes en casa, no hay nada
de malo en llevárselos a la escuela. Si necesita ayuda con un proyecto, puedes
darle una mano y si tiene problemas con algún compañero de colegio, puedes
intervenir. Sin embargo, esta no debe ser la norma.
Es imprescindible que los
padres sean capaces de darles a sus hijos la libertad necesaria como para que
cometan sus propios errores. Así tendrán que asumir las consecuencias de sus
actos y, como resultado, se verán obligados a adaptar su comportamiento,
reorganizar sus hábitos y aprender del error.
La clave radica en encontrar
un justo equilibrio entre la ayuda y la orientación, la protección y la
seguridad, con la autonomía y la independencia. Solo así los niños aprenderán a
valerse por sí solos y lograrán confiar en sus capacidades. Ese es uno de los
mayores regalos que los padres pueden hacerles.
Este articulo fue realizado gracias a rinconpsicologia.com Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Fuentes:
Holly, L. E. & Pina, A.
A. (2015) Variations in the influence of parental socialization of anxiety
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Eskreis, L. et. Al. (2014)
The grit effect: predicting retention in the military, the workplace, school
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Silverman W. K. et. Al.
(2009) Directionality of change in youth anxiety treatment involving parents:
An initial examination. Journal of Consulting and Clinical Psychology; 77:
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