Por:Valeria Sabater
La gente hace cosas que no
siempre armonizan con nuestros gustos, con nuestros principios o valores. Sin
embargo, solo tú decides si te afectan o no. Porque amargarnos por lo que no se puede cambiar es perder
calidad de vida. Al fin y al cabo, se trata de algo tan sencillo
como “ser y dejar ser”.
En física cuántica existe un
concepto conocido como “entrelazamiento cuántico” que inquietó desde siempre al
propio Albert Einstein y que, de algún modo, puede aplicarse al comportamiento
humano. Según este principio cuando
dos partículas toman contacto entre sí cambian en algún aspecto para siempre.
Aún más, aunque no estén cerca una de la otra, aquello que han creado juntas,
impacta a su vez en el resto de partículas.
“Todo lo que te molesta de los demás es solo una
proyección de lo que no has resuelto de ti mismo”
-Buda-
Este entrelazamiento
cuántico también nos caracteriza a todos nosotros. Es fácil de entender,
pongamos un ejemplo. Tenemos un compañero de trabajo con una afición muy
particular: sembrar críticas. El mal humor que nos produce su comportamiento y
actitud se introduce cada día en nuestra mochila emocional, hasta el punto de
que ese malestar afecta al trato con nuestra familia.
Todos
somos como partículas caóticas chocando las unas con otras e imantando
determinadas cargas emocionales. Lo que unos hacen otros lo
sufren y los que lo sufren comienzan una cadena de contagio de ese sufrimiento.
Es necesario romper esta interconexión que diezma día a día la calidad de
nuestras relaciones. Eduquemos a nuestra mente para que sea capaz de tomar
distancia y romper este juego de fuerzas.
Hay cosas que ya no
me afectan: el principio de la flotabilidiad
Estamos seguros de que a
estas alturas de la vida habrá muchas cosas que ya no te afecten. Has aprendido
que no es bueno esperar tanto de las personas, que es mejor ser cauto y dejar
que el trato cotidiano te revele la auténtica esencia de ese supuesto amigo.
No obstante, y a pesar de
todo tu bagaje experiencial, aún tropiezas con la misma piedra: la de la
decepción. Porque en estas nuestras selvas comportamentales, la conocida frase de “ser y dejar ser” se convierte muy a
menudo en un “yo soy y no te dejo ser”.
¿Cómo evitar que este tipo
de actitudes nos afecten? No se trata en absoluto de ser pasivos, de llevar a
cabo la “no resistencia” donde convertirnos poco a poco en las dianas de todas
las flechas envenenadas. El conocido analista laboral y escritor Daniel Pink
nos introduce un término muy interesante a la vez que útil en este mismo
contexto: la flotabilidad.
Para comprenderlo basta con
visualizar una preciosa boya suspendida en el mar. Este objeto sabe muy bien lo
que es y cómo la trata el océano, sin embargo, jamás se hunde. Siempre está a
flote sobre la superficie sin importar los embistes del océano o las tormentas.
Esta resistencia mental proviene de ese punto sutil de equilibrio y fortaleza
donde uno sabe muy bien cuáles son sus valores, sus firmezas interiores y sus
amarres emocionales.
Lo que yo soy y lo
que tú eres también está en armonía
Las
personas esperamos y merecemos respeto, consideración y reconocimiento.
Cuando uno de estos pilares se viene abajo tenemos pleno derecho a defendernos,
a reaccionar y a protegernos. Sin embargo hay que tener claros varios aspectos.
“Tú eres tú y yo soy yo”. Lo
que otros digan o piensen de nosotros NO determina lo que somos. No importa
cuánto fuego salgan por sus bocas, ni qué tipo de veneno deseen lanzarnos.
Quien decide si se quema o no somos nosotros. Quién tiene el poder para retirar
la mano y elegir no envenerarse también somos nosotros.
“Te acepto por como eres”.
Aceptar a una persona no implica estar de acuerdo con lo que dice o hace.
Supone dejar de pelear con ella para aceptarla como alguien diferente a
nosotros. Aceptar por tanto en este caso es renunciar a más peleas, a invertir
más tiempo, esfuerzo y sufrimiento en lo que no vale la pena.
Asimismo, en esa renuncia
que genera aceptar a una persona por como es para ser libres, también hay
cierta armonía. Es
desprenderse de algo para recuperar un equilibrio interno: para subir a flote
de nuevo.
Hablábamos al inicio del
principio de “entrelazamiento cuántico”. Sabemos que no estamos solos en
nuestros entornos, en estos campos gravitacionales donde todos chocamos con
todos en un baile en ocasiones desafinado.
En este juego de fuerzas e
interacciones, como decía el propio Einstein, casi siempre nos llevamos algo de
los demás. Intentemos por
tanto no quedar imantados solo por la carga negativa, esa que de
algún modo, podemos contagiar a nuestros seres más queridos.
Dejemos, simplemente, que
los demás sean como deseen ser. Permite que el hablador hable, que el
desordenado pierda tiempo en su desorden. Deja que el amargado se amargue la
vida y que el criticón se envenene con su propia lengua. Déjalos ser como bien quieran, pero cuando estén cerca
de ti, no olvides CÓMO ERES TÚ.
Actúa como esa boya firme en
el océano, bien aferrada a sus principios, a sus fortalezas internas. Tarde o
temprano la tormenta siempre escampa.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en lamenteesmaravillosa
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